Japón pudo, ayer, tras una posposición de 364 días, inaugurar por fin la 32 edición de los Juegos Olímpicos con grandes empeños por dejar grabado, con los apoyos de una producción preciosista y tecnológica, un mensaje de unión ante la mayor adversidad de los últimos tiempos, que, de acuerdo con los datos, ayer repuntaba: la pandemia por el Covid-19.
Así que, con las delegaciones de todo el mundo reunidas en la pista ceremonial después de desfilar, en el piso relucientemente blanco del campo del Estadio Olímpico de Tokio, el lema olímpico expresado por el barón Pierre de Coubertin, en 1896: Citius, Altius, Fortius (faster, higher, stronger, en inglés, y más rápido, más fuerte, más alto, en español), hubo de incorporar una nueva palabra: Together (Juntos).
Circunstancias del destino que Japón, pueblo de disciplina y honor, sea el anfitrión y la fuerza de tracción hacia nuevos tiempos. Sobre todo, teniendo en cuenta que en 2013, apenas dos años después de que un terremoto y tsunami azotaran a la isla, el Comité Olímpico internacional (COI) la eligió como la sede de la fiesta deportiva de la humanidad.
Y que desde entonces alistara lo que sería la más grande señal de su fuerza hasta topar el año pasado con una nueva vicisitud, ahora global.
Así que, en una nueva muestra de empuje, en Tokio, desde ayer, alrededor de 11 mil 500 atletas de todo el mundo que se encuentran en tierras niponas completaron el mensaje de esperanza a la humanidad.
La mitad de ellos desfiló con júbilo en un estadio que ya había sido sede de los Juegos Olímpicos de 1964, 19 años después de los bombardeos atómicos a Hiroshima y Nagasaki —razón por la que no pudo acoger los de 1940— y esta vez, que extrañó la presencia masiva de almas, aunque no la explosión de emociones y pirotecnia.
Entre las personalidades que sí pudieron observar en directo el evento estuvieron Jill Biden (primera dama de Estados Unidos), Emmanuel Macron (presidente de Francia), Naruhito (emperador de Japón), el gran duque Enrique de Luxemburgo, y Ban Ki-moon, exsecretario general de las Naciones Unidas.
La primera de 206 delegaciones en desfilar fue la del equipo de refugiados, seguida por la de Grecia, cuna del Olimpismo y sede de la primera edición de este certamen en la era moderna.
La golfista Gaby López y el clavadista Rommel Pacheco fueron los abanderados de la delegación mexicana (la tercera más grande de la historia, con 163 atletas, después de las de México 1968, con 272, y Múnich 1972, con 174), una de las últimas de la pasarela (la 181).
Esto fue así porque el orden lo dictó el alfabeto japonés.
La de ayer fue una noche de momentos estelares, como el vuelo de mil 824 drones de Intel que formaron un globo terráqueo como símbolo de la unidad, para después de protagonizar un ensamble aéreo y culminar con luces de colores al ritmo de los primeros compases de la canción Imagine, de John Lenon, que fue cantada por John Legend, Alejandro Sanz, Keith Urban y Angelique Kidjo.
“Hoy es un día de esperanza. Cierto, es algo muy diferente a lo que todos nos habíamos imaginado, pero permítanos disfrutar este momento, porque finalmente todos estamos aquí juntos. Esta sensación de unidad, esta es la luz al final del oscuro túnel de la pandemia”, dijo Thomas Bach, presidente del COI, ante los atletas reunidos en el Estadio Olímpico.
Habrán faltado personajes representativos de la cultura popular del país del Sol Naciente que se ha masificado en otras naciones: Pikachu, Goku, Hello Kitty… pero no importó, porque lo que se robó la noche y provocó las sonrisas, fue el número en el que tres actores, articulando mímica y sencillos elementos de vestuario y utilería en una cuidada rutina, que combinó su particular histrionismo con tomas directas e indirectas de cámaras, recrearon los 50 pictogramas que representan a cada uno de los deportes que habrá durante las poco más de dos semanas de competencia.
En el momento culminante, preludio de días de emociones, la antorcha olímpica pasó por manos de grandes deportistas japoneses, de dos integrantes de los cuerpos médicos que combaten la pandemia, hasta llegar a las manos de la tenista haitiano-japonesa Naomi Osaka, actual campeona del Abierto de Australia, quien se encaminó por una escalinata que se abrió de la estructura que representaba el monte Fuji, pico sagrado símbolo de la nación, en cuya cumbre una esfera floreó para convertirse en pebetero. Osaka se convirtió en la séptima mujer en la historia en tener el privilegio de encender la llama olímpica. Su sonrisa es el punto de arranque de los Juegos Olímpicos en los que el lema es “Mas rápido, más fuerte, más alto… juntos”.