Por Rafael Vargas
Como se sabe, el principal personaje de la obra de Leonora Carrington es la propia Leonora, a la que hace cincuenta años André Breton —haciéndose eco de Jules Michelet, el gran historiador francés del siglo XIX— equiparó con las bellas y temidas mujeres a las que se acusaba de brujería en la Europa de la Edad Media, por la sola razón de ser dueñas de inteligencia y temperamento, finura y malicia, capacidad de engendrar sueños y dioses —dones atribuibles a la naturaleza femenina.
Desde que Breton apuntara eso en la nota que le dedica en la segunda edición de su Antología del humor negro (1950),1 Leonora Carrington se convirtió en la hechicera surrealista. El cúmulo de anécdotas e historias relativas a su vida contribuyó a que se acentuara esa fama.
Pero si la leyenda suele resultar atractiva, tiene el grave inconveniente de nublar la realidad. Es probable que se haya escrito más sobre Leonora que sobre su obra. Entre otras razones, porque son pocas, en realidad, las oportunidades de verla directamente. Por lo general nos hacemos una idea de sus dibujos y pinturas a través de reproducciones.
Si bien es cierto que algunos de sus cuadros importantes han figurado en colectivas como In Wonderland. Las aventuras surrealistas de mujeres artistas en México y los Estados Unidos (Museo de Arte Moderno, 2012), y la presencia de esculturas suyas de gran volumen se ha multiplicado en diversos puntos de la ciudad, hace más de veinte años que no se presenta una exposición individual que no se reduzca a su obra gráfica.
Por eso es celebrable el que ahora se presente en la Biblioteca de México (Plaza de la Ciudadela 4) la muestra 100 años de una artista: Leonora Carrington, compuesta esencialmente por una docena de piezas escultóricas, y acompañada de algunos dibujos, fotografías, cartas, libros y documentos que, en conjunto, permiten formarse una muy buena idea de la magnitud y versatilidad de su trabajo, a la vez que ayudan a conocer y comprender mejor su biografía.
La pieza central de la exposición, desplegada en tres espacios contiguos pero bien diferenciados es, sin duda, la imponente escultura titulada Magus, realizada en el 2010, pero a partir de un personaje pintado por Leonora 65 años antes: el protagonista de Las tentaciones de San Antonio, un óleo de 1.22 x 91 cms., pintado en 1945. Es inevitable tenerlo presente mientras uno admira la hermosa pieza de bronce.
Como lo indica su título, el cuadro representa el más citado episodio de la vida de San Antonio Abad, quien se ve tentado por el demonio en su retiro en el desierto. Es tema de innumerables obras pictóricas y literarias desde finales del siglo XV, y posiblemente su representación más conocida sea la del asombroso tríptico pintado por Hieronymus Bosch a comienzos del siglo XVI.
Es imposible no asociarlo con la versión de Carrington, quien conoció tempranamente la obra del Bosco en museos de Madrid y de Lisboa. Su influencia en la pintura de Leonora es profunda.
En el cuadro de Carrington, además del demonio que —hacia el fondo de la tela, en el lado derecho— vierte un cántaro enorme para crear un río en el desierto y provocar la sed del eremita, están presentes casi todos los elementos de la leyenda de San Antonio: los cuervos que alimentaban al santo en el desierto llevándole cada día una hogaza de pan; la jabalina que, agradecida por haber sido curada por él, vive a su lado con el fin de protegerlo, etcétera. Pero hay un innegable toque de humor en el hecho de pintar a San Antonio como un personaje con tres cabezas que desconcierta al espectador y lo deja intrigado. Leonora Carrington
lo sabía muy bien: “Naturalmente, uno puede preguntarse por qué el santo tiene tres cabezas, a lo cual uno siempre puede responder: ¿por qué no?”
DOS LEYENDAS
Y UN CUADRO
¿Qué fue lo que la llevó a pintar esta obra? La historia de su realización es toda una curiosidad.
A comienzos de 1945, la compañía productora de cine encabezada por David L. Loew y Albert Lewin filmaba la película La vida privada de Bel Ami (1947), basada en Bel Ami, la novela de Guy de Maupassant. En un momento de la historia, se habla de una pintura que todos los críticos señalan como la obra maestra del siglo. Se trata de una representación de Cristo caminando sobre las olas. Como en la narración la pintura aparece en el curso de un dilema moral, mostrarla en la pantalla habría creado una situación incómoda para parte del público de la época, y la comisión de censura que vigilaba el rodaje determinó que no se filmara. Para mantener la tensión dramática del conflicto planteado en el relato, se decidió sustituir el cuadro por una representación de las tentaciones a las que el santo se ve sometido por el demonio. Y para garantizar que el cuadro tuviera una calidad correspondiente a los elogios que los críticos vierten en la historia de Maupassant, a Lewin se le ocurrió convocar a doce pintores surrealistas, europeos y norteamericanos, para que pintaran un cuadro sobre el nuevo tema propuesto: Ivan Le Lorraine Albright, Eugene Berman, Leonora Carrington, Salvador Dalí, Paul Delvaux, Max Ernst, Leonor Fini, Louis Guglielmi, Horace Pippin, Abraham Rattner, Stanley Spencer y Dorothea Tanning. El autor del cuadro que resultara elegido para la escena recibiría tres mil dólares. Cada uno de los otros participantes recibiría quinientos dólares como compensación, y el derecho a conservar su cuadro. Para dirimir cuál sería la obra ganadora se integró un jurado con Marcel Duchamp, Alfred H. Barr Jr. (primer director del Museo de Arte Moderno de Nueva York) y Sidney Janis, un afamado galerista y coleccionista de arte.
La película, rodada en blanco y negro, incluye sólo una fugaz escena en color: aquella en la que se muestra la pintura en cuestión. Varios de los cuadros que produjo aquel concurso son ahora célebres, comenzando por el de Dalí, aunque el ganador fue Max Ernst.
Entre irses y venirse, el cuadro con el que concursó Leonora Carrington fue adquirido años después por Lorenzo Zambrano, dueño de Cemex, quien tuvo durante mucho tiempo esa obra en su colección de arte. Zambrano murió en mayo del 2014 y seis meses después, el 24 de noviembre, Sotheby’s subastó el lienzo, en Nueva York, por 2 millones 629 mil dólares.
Hasta donde sé, sólo una vez ha sido expuesto al público en nuestro país: en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, donde se presentó la exposición Leonora Carrington: Una retrospectiva, entre el 9 de septiembre de 1994 y el 20 de enero de 1995.
Ojalá que el cuadro también esté incluido en la gran retrospectiva que, según se anunció en conferencia de prensa en la Biblioteca de México, tendrá lugar en el Museo de Arte Moderno de esta ciudad, a partir de abril del 2018. Con ella culminará la celebración por el centenario de Lady Carrington, como la llamaba el poeta peruano César Moro, quien fue uno de sus amigos cercanos en la época en que éste vivió en México, entre abril de 1938 y agosto de 1948. Sería una magnífica oportunidad para que el público pueda contemplar esta obra.
UNA CARTA>br>
PARA ANDRÉ BRETON
Por lo pronto, de lo mayúsculo a lo minúsculo, todo es atractivo en la muestra que podemos ver en la Biblioteca de México, y todo posee, claro está, una historia que uno quisiera conocer hasta en su menor detalle.
Allí está, por ejemplo, esa carta que Leonora Carrington le envía a André Breton:
Chihuahua 194
México, D. F.
Querido André,
Estoy feliz por tu carta —sí, aún no le he respondido al Sr. Bonnefois es porque en ese momento tenía una exposición en Bellas Artes y me quedé sin cuadros. Ahora ya están allí y pronto le enviaré las fotos.
Posiblemente iré con los niños a Inglaterra y a París el próximo invierno, ya se verá. Tengo muchas ganas de verte.
¿Qué piensas de la Diosa Barbada de los subterráneos y sus animales?
¿Y de la eliminación de los animales entre las Divinidades modernas (Dios padre, el señor Jesús, Buda, Mahoma, Stalin, Hitler, el Estado, etc.)
Yo creo que Lo Bestial Sagrado debe emerger nuevamente de los subterráneos —quizá podría lograrse con métodos hipnóticos si los médicos fueran menos estúpidos.
¿Qué piensas tú?
Te mando un beso,
Leonora
¿A qué se refiere?
En marzo de 1960, Maurice Bo-nnefoy, director de D’Arcy Galleries, de Nueva York, entra en contacto con Breton para proponerle una exposición de arte surrealista en octubre de ese mismo año. Le dice que hay un interés considerable por el surrealismo en Estados Unidos y que quiere su consejo para organizarla.
Breton le responde con una extensa carta en la que le propone una lista de artistas participantes, entre quienes incluye a Leonora.
El 11 de agosto Bonnefoy le escribe a Breton y le cuenta que ha enviado dos cartas a Leonora, sin recibir contestación. La falta de respuesta se debe a que, tal como ella le cuenta a Breton, estaba enfrascada en el montaje de su primera exposición individual —compuesta por 55 cuadros— en el Palacio de Bellas Artes, que se desplegó en la Sala Nacional entre el 22 de julio y el 15 de agosto.
La carta de Leonora carece de fecha, pero que la haya envíado a la casa de verano de Breton, en el pequeño pueblo de Cirq la Popie, permite suponer que fue escrita en la primera mitad de septiembre, después de recibir alguna carta o tarjeta de Breton.
Finalmente, la exposición surrealista de Nueva York se inauguró el 28 de noviembre de 1960, e incluyó dos óleos de Leonora: Nobo Daddy, Nobo Mummy y Who Are Thou, White Face.
La carta y la pequeña historia que permite evocar son prueba del afecto y el aprecio que Breton sintió siempre por Leonora.
Nota
1 Breton la incluye en esa antología en su calidad de escritora, con un breve relato, “La debutante”, incluido en el libro La dama oval.
Exposición
100 años de una artista:
Leonora Carrington
en la Biblioteca de México.
180 piezas que incluyen pinturas, bocetos para teatro, esculturas, tapices y
escritos.
Organizada por la Fundación Leonora Carrington, A. C. en colaboración con la Biblioteca de México.
Del 6 de abril al 9 de julio de 2017.
Galería Abraham Zabludovsky,
Patio de los Escritores
y Vestíbulo de Foro polivalente
Antonieta Rivas Mercado.
Biblioteca de México
Tolsá 4, Centro Histórico
Ciudad de México
De 10:00 a 18:00 horas
Entrada gratuita.