El monstruo de dos cabezas conformado por el Nuevo Periodismo y el Periodismo Gonzo no sólo sacudieron la redacción de The New Yorker y alentaron un fracción literaria dentro de Rolling Stone, legitimaron lo que la Gran Revista Norteamericana había mandado a la basura: el Periodismo Contracultural. Corriente cuyos principales intereses eran el rock y la cultura sesentera y sus derivados. A Tom Wolfe, Hunter S. Thompson y cía. se sumó un tumulto de plumas, algunas continúan vigentes hasta nuestros días, para documentar la época a través de los acontecimientos del mundo musical.
Este tipo de periodismo es el responsable del auge que experimenta desde hace dos décadas la no-ficción.
Sin proponérselo, los Rolling Stones se convirtieron en pioneros de la explosión de la biografía de rock que vivimos en el presente. En 1972 Robert Greenfield, miembro de la plantilla Rolling Stone, acompañó a sus Satánicas Majestades a una gira por Estados Unidos. Era su primer tour después de la tragedia de Altamont. El periodista contó con una libertad total para trabajar.
El resultado, Viajando con los Rolling Stones (Anagrama, 1977), fue la gota que derramó el vaso respecto al acceso a la privacidad de la banda. El mundo de la música y los reporteros se divorciaban. Aunque antes otras bandas habían tenido diferencias con el periodismo rockero, los Stones fueron los primeros en crear un departamento encargado de diseñar una estrategia para contener a la prensa.
En “The Mud Shark” Frank Zappa ventiló una anécdota atribuida a Led Zeppelin. John Bonham en compañía de otros había masturbado a una grupi con un tiburón en una habitación de hotel. Un acontecimiento que narrado en una canción resultaba inofensivo, formaba parte de la mitología del rock & roll. Una de las tantas historias que se distribuían de boca en boca. Pero en la que no estuvo presente ningún periodista. Para el proyecto Stone a mediano y largo plazo la privacidad había que restringirla. El recelo propiciado por el libro de
Greenfield puso fin a su relación con la prensa escrita. Ya luego se preocuparían por los detalles en relación a sus posibles biógrafos.
En Almost Famous, la película de Cameron Crowe,
William Miller, el periodista de Rolling Stone, es conocido con el sobrenombre de “The Enemy”. En los setentas las estrellas de rock comenzaron a mirar a los reporteros como el enemigo. La última persona en el planeta a la que le harías revelaciones o le permitirías observar tu privacidad. Durante la década de los ochentas, los noventas no fueron tan prolíficas en libros sobre rock. En parte por el distanciamiento sufrido y en parte por el reblandecimiento del periodismo musical.
En La banda que escribía torcido. Una historia del Nuevo Periodismo (Libros de K.O., 2013), Marc Weingarten relata lo aburridísima que se había puesto The New Yorker en 1965 según Tom Wolfe. Lo mismo podría decirse de la Rolling Stone de la década del 2000. Una revista que había hecho el análisis musical a un lado y se había convertido en un reducto de lo más frívolo del espectro musical, hasta con una sección de moda. Entonces el periodismo musical encontró un nuevo refugio. Las revistas indies web. Pero el problema del texto de largo aliento persiste. Es imposible leer textos extensos en la pantalla. Por lo tanto, el renacimiento de ese tipo de periodismo se presentó a través del libro. Y en particular en la división de la autobiografía.
Aunque su gestación es casi paralela, el éxito de la no-ficción dispuso el mercado para el encumbramiento de la autobiografía rockera. Para mantener una relación estrecha con el fan, mostrar sólo lo que se deseaba mostrar, los Stones recurrieron al documental. Una fórmula que mantienen hasta el momento. El último corresponde a la gira Olé Olé Olé! Pero tarde o temprano debían aparecer los documentos biográficos en torno a la banda. Después de Bob Dylan, no existe otro sujeto más biografiable que Keith Richards. Y aunque se publicaron libros y biografías sobre rock antes, los Stones marcaron el camino con el tratamiento que le dieron a los volúmenes sobre su vida.
Esta suma de factores, el Periodismo Contracultural, el decaimiento de Rolling Stone,
el despunte del biopic, y el ejemplo de los Stones de mantener a raya a la prensa incómoda y sobre todo su obsesión por controlarla originaron el boom de la autobiografía de la estrella de rock. La misma situación que Rolling Stone experimenta desde los 2000, con portadas dedicadas al pop, la atravesaba el género biográfico. Las biografías no pasaban por su mejor momento en las mesas de novedades. Qué figura despertaría tanto el interés como para despertar un mercado adormecido. Sin duda, Bob Dylan. El anuncio de la publicación de Crónicas I, la primera parte de sus memorias, sacudió el mundo editorial. Pero su salida a la venta en 2004 fue una decepción.
Crónicas I como libro es irreprochable, pero como biografía es un desastre. Dylan, como un Stone, cuenta sólo lo que desea que el
mundo sepa de su vida. Y lo que sus fans esperaban de una versión de primera mano era que ventilara por fin todos los rumores sobre su supuesta adicción a la heroína y relata los pormenores de sus divorcios. Existen grandes textos sobre Dylan. Pero ninguno como la biografía no autorizada de Howard Sounes, también biógrafo de Bukowski. En la que sí se indaga en todo lo que Dylan quedó a deber en Crónicas I.
Sin embargo, lo que Dylan dejó en claro fue que el rockstar no dependía de los escritores para contar su historia. El que ocuparía su lugar como libro de las revelaciones sería Vida, de Keith Richards. Que se encuentra en el extremo opuesto del espectro. Keith confiesa sus aventuras. El texto comienza con un ingreso del guitarrista por posesión de drogas. Un revés para el mundo periodístico. Los tesoros Stones son demasiado valiosos como para que sean relatados por un tercero. Aunque ya existía una biografía desautorizada de Richards, escrita nada menos que por Víctor Brockris, Vida es el prototipo de la biografía del músico. El más biografiable de los Stones.
Lo cual no significa que tanto Jagger como Ron Wood no tengan las suyas.
Con el tiempo se descubrirá que ningún grupo como los Stones ha generado tanta literatura y prensa escrita. Lo más interesante está por venir.
Lo que se contará de ellos cuando ya no estén aquí.
Como no todas las estrellas de rock cuentan con el talento literario de Dylan, muchos se ven obligados a contratar los servicios de un negro literario y han narrado sus vidas en colaboración, unas ocasiones otorgando el crédito y otras no. En Ropa música chicos (Anagrama, 2017) Viv Albertine cuenta cómo su manager quería imponerle un escritor para sus memorias. Ella se resistió y sacó su proyecto adelante sola. Un gran acierto, porque Ropa música libros es un librazo. Difícilmente otra voz que no fuera la de la propia Viv hubiera conseguido narrarlo mejor. Pero no todos los rockeros cuentan con la misma suerte. Leer en la portada Los trapos sucios (EsPop, 2013) de Mötley Crüe que fue escrita en colaboración con Neil Strauss provoca un gran escepticismo. Basta revisar la prosa de Nicky Sixx en Heroin Diaries para percatarse de que no derrocha talento literario.
Lo anterior ha desencadenado una gran cantidad de títulos. Y un nicho en el mercado que antes se encontraba huérfano. Y lo que era un género menor, la biografía de rock, se convirtió en un suceso editorial. El avance de la no-ficción le abrió la puerta a un producto con un alto potencial. Más allá de si eres fan o no, una de las cuestiones que hace atractivas a las biografías es lo que contienen. La historia de los excesos, las traiciones, los amoríos, las rupturas, las tragedias y desgracias de varios de los personajes más sobresalientes del siglo xx.
Una de las primeras editoriales en traducir libros sobre rock fue Anagrama, debido a su interés en el Periodismo Contracultural. Penguin Mondadori Random House, Alba y otras tantas cuentan con una división musical. Pero la primera en establecerse como una editorial especializada en música, y en particular en rock, fue Global Rhythm, ahora extinta. Su excentricidad consistía en tener una colección de literatura. Entre sus riesgos más espectaculares se encuentra publicar las letras completas de Bob Dylan.
Editorialmente era otro momento. Ahora Malpaso las ha reeditado. Pero en aquellos años era un suicidio.
Otra editorial con un énfasis especial en la música es Ma Non Troppo. Cuenta con una colección bastante amplia que abarca los géneros de rock, jazz, blues, punk. Por desgracia ha sido pobremente distribuida en México. Han circulado escasos títulos. Su trío de libros sobre Bob Dylan de Paul Williams son imposibles de conseguir en nuestro país. Otro título que se antoja indispensable y no está disponible es la Historia oral del punk de Phil Strongman. El lector mexicano tendrá que esperar un tiempo para que estos libros se distribuyan. Exceptuando uno que otro que ha arribado como importación, pocas noticias tenemos de Ma Non Troppo.
La publicación de la biografía de rock en español viene de la mano de una generación de editores interesados en la música. EsPop, Libros Crudos, Contra y Malpaso en España, Sexto Piso en México y Caja Negra en Argentina, por citar algunas editoriales, han inundado el mercado de rock & word. A algunas les urge una reedición para México, por ejemplo Bon Scott, Camino del infierno, vida y muerte de la primera voz de AC/DC de Clinton Walker y Syd Barret: Una sesera peligrosa de Robert Chapman. Otras están por publicarse y otras en proceso de escritura.
Más allá de la moda, el gran acierto de los libros sobre música es que han elevado un género empolvado, la biografía, al rango de lo mejor de las letras.
Born to Run (Random House, 2016) de Bruce Springsteen más que una historia de su vida parece una novela rusa. Las pretensiones, nada gratuitas, de Morrissey de que su biografía fuera incluida en la colección de clásicos de Penguin dice una cosa: la biografía de rock es la nueva novela.