Hay momentos en que los abecedarios y los manuales nos parecen poéticos.
NOVALIS, Fragmentos 1
También hace falta un índice global de las obras completas. Lo menos que se puede pedir es la integración de los índices separados de cada volumen en otro volumen aparte, con una sola ordenación alfabética.
GABRIEL ZAID,
“El futuro de Octavio Paz”2
Al hacer sus “Consideraciones finales” al prólogo del tomo XXVI de las Obras completas con que se llegaba al “término provisional de su publicación”, José Luis Martínez llamaba la atención sobre una tarea pendiente, además de la edición del Diario y de la organización y edición de los epistolarios: “un índice analítico acumulativo”.3 El presente instrumento nace de esa sugerencia y de ese llamado a abrir “la posibilidad de escoger en el panorama completo del jardín múltiple” de la obra de Alfonso Reyes, vetas, caminos y aproximaciones que sólo un índice como el presente hace posible.
La idea de levantar el índice consolidado de nombres propios, títulos y personajes de las Obras completas de Alfonso Reyes tiene un origen eminentemente práctico. Responde a la necesidad —ya se sabe que en el saber erudito el juego es necesidad— de saber en qué lugares precisos cita Alfonso Reyes, digamos, a Jesucristo, Jenofonte, Santa Teresa o Justo Sierra. El número de entradas que cita Reyes asciende a 6 mil 626 nombres propios, doscientos personajes y 5 mil 111 obras.
El universo de este índice suma alrededor de 600 páginas. Vitrina abierta a la obra de un escritor admirable por su inteligencia, gracia, cultura, erudición e incomparable capacidad de trabajo, deja ver cúmulos de obras citadas en español, inglés, francés, portugués, alemán, griego y latín; registra nombres propios de autores, reyes, príncipes, santos, dioses, perros y caballos; incontables personajes de la literatura y de la mitología, en un oceánico espacio literario.
La fabricación de estos índices no fue un trabajo mecánico, aunque desde luego supuso una técnica. Si bien las Obras completas cuentan cada una con su aparato de índices al final, fue necesario no sólo concentrarlos entrada por entrada, sino uniformarlos y revisarlos. Ahí surgió una de las primeras dificultades. Como los índices de cada tomo de las Obras completas fueron hechos por distintos editores —se sabe que Alfonso Reyes sólo pudo preparar el material de sus obras hasta el tomo XII y que no tuvo tiempo de revisar este aspecto—, aparecen variantes y divergencias, inconsistencias o descuidos que fue preciso enmendar —por ejemplo, averiguar los nombres propios de algunos autores sólo citados por su apellido o distinguir entre homónimos (cosa delicada en el caso de autores griegos y latinos)—. Surgieron sorpresas, como la de comprobar que el índice del tomo respectivo podía tener errores de paginación o de transcripción.
El primer levantamiento, que es el zócalo sobre el cual se levanta esta construcción, lo realizó mi asistente Lourdes Borbolla González (†). Un día yo dejé caer en sus oídos el comentario de cuán útiles serían los índices consolidados de la obra de Reyes, algunos meses después, ella apareció con una primera aproximación de la letra “A” y me preguntó si estaba bien. Me quedé con la boca abierta por la sorpresa y luego de revisarlo le dije que sí. El trabajo duraría más de tres años.
Un índice es un atajo, un haz de recortes y vislumbres orgánicos que permiten calar en la médula de una obra. Mapa y radiografía, un índice es también una concentración capaz de hacer ver al lector los temas y motivos, los lugares recurrentes, los leit-motif y ciclos en que se desplaza el texto. Un índice es una red, pero es también una suerte de microscopio que permite examinar el grano fino de que está hecha la tela de la obra. Más que un fichero, parecería una alacena de noticias organizadas. Tiene algo de partitura y aun de fórmula secreta.
Un índice como el que presentamos será de gran utilidad para los investigadores, estudiantes y curiosos que buscan adentrarse en la obra de este autor. Dejamos constancia
de que este instrumento nos fue de gran utilidad —en su primera versión— para anotar la correspondencia que mantuvieron Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) y Alfonso Reyes (1914-1946). Sin duda fue una de nuestras herramientas principales, y de ahí partíamos para profundizar en aquello a lo que se estaban refiriendo nuestros autores, porque íbamos al tomo o tomos referidos a tomar la cita, leer el artículo, el poema o el cuento para completar nuestra anotación.
Hacer los índices de un libro o de una obra equivale a dibujar su estructura secreta. Quien los maneja está en posesión de las claves ocultas capaces de abrir de par en par las puertas de la obra. Esta tarea tiene no poco de devocional. Normalmente, este tipo de tarea se hace sobre los textos sagrados o los textos fundadores de una cultura. La obra de Alfonso Reyes lo es para la cultura mexicana e hispánica. Gabriel Zaid señaló hace algunos años en un ensayo la urgencia de hacer este tipo de trabajos. En mi oficina habíamos iniciado esta tarea años antes con las Obras completas de Alfonso Reyes.
Desde luego, este índice es en cierto modo provisional. A él deberán suceder otros más afinados, como el índice temático y conceptual, y el de las palabras mismas, como es el caso de la Concordance de Roy E. Leake para los Ensayos de Montaigne: un instrumento que permite situar con facilidad el lugar preciso en que el autor usa una palabra y el número de veces que la emplea.
La tarea cristalizada en este Alfonso Reyes en una nuez no hubiese sido posible sin el asentimiento de Alicia Reyes y sin el trabajo de una red de colaboradores, lectores y correctores como la ya mencionada Lourdes Borbolla, Alma Delia Hernández, Verónica Báez, Leticia Gaytán, Silvia Arce, Karina Kei González, Cristina Villa, Jorge Sánchez Casas, Gustavo Ávila, Alejandro Cruz Atienza, así como de un grupo de amigos que previamente han calado esta tarea: Gabriel Zaid, Javier Garciadiego y Christopher Domínguez Michael.
Adolfo Castañón, Alfonso Reyes en una nuez. Índice consolidado de nombres propios de personas, personajes y títulos en sus Obras completas, El Colegio Nacional, México, 2018, 614 pp.
Notas
1 Traducción de Jorge Luis Borges en Borges en Revista Multicolor, Atlántida, Buenos Aires, 1995, p. 376.
2 En Dinero para la cultura, Debate, México, 2013, p. 136.
3 José Luis Martínez, “Introducción”, en Alfonso Reyes, Obras completas, t. XXVI, FCE, México, 1993, pp. 13-14.