Charles Simic cumple ochenta años. Quién lo diría. A lo largo de esta década ha escrito y viajado tanto que parecería tener veinte o treinta años menos. El lunático, su penúltimo libro de poemas (del que procede “El laberinto blanco”) apareció en el 2015, y ese mismo año se publicó La vida de las imágenes, una extensa antología de sus escritos en prosa. Y en el 2017 entregó una nueva colección de poemas: Scribbled in the Dark (de donde he tomado “Viendo cosas”). Pero, además, da a conocer con frecuencia conjuntos de dos o tres poemas en revistas como The New Yorker o The London Review of Books (de ésta última proceden los poemas restantes), y en The New York Review of Books publica regularmente artículos breves sobre todo tipo de asuntos: la calidad del vino, la pobreza en Estados Unidos, el inagotable acervo musical y cinematográfico de YouTube (capaz de convertirnos a todos en adictos), así como ensayos extensos sobre autores que admira.
Lejos de dormirse en sus laureles —y vaya que se trata de un poeta laureado—, Simic sigue atento a lo que publican los poetas más jóvenes en lengua inglesa y traduce con frecuencia libros de poetas de lengua serbia.
Ha recibido numerosos reconocimientos por su obra poética (sus primeros poemas aparecieron en Chicago Review, en 1959), pero los honores no son lo que realmente le importa en la vida.
Hace unos meses, en una conversación con la periodista serbia Sonjia Ćirić, quien le pedía compartir con los lectores la receta de su éxito, Simic le respondió: “Si tomamos en cuenta que empecé a trabajar a los dieciséis años y que a los setenta y nueve aún trabajo y es predecible que seguiré trabajando, dudo que se me pueda considerar como un ejemplo de éxito. Pero es agradable ser apreciado por los poemas que uno ha escrito. Una vez un lector me envió un jamón ahumado desde Virginia; un famoso viñedo me mandó una caja de vino desde California y un carnicero de Detroit me mandó unas salchichas. ¿Qué más puede uno pedirle al mundo?”
Quizás, solamente, ser leído. Como le dijo a un colaborador de la revista The Atlantic hace un par de años: “Mi fantasía es la siguiente: un lector, en una librería, se detiene en la sección de poesía. Saca un libro y lee algunos poemas. Luego, deja el libro en el estante. Dos días después se sienta en la cama a las cuatro de la mañana, pensando: ¡Quiero leer ese poema otra vez! ¿Dónde está ese poema? Tengo que conseguir ese libro”.
Simic ha sido traducido a más de catorce idiomas. De manera que esa fantasía probablemente se habrá cumplido más de una vez.
EL LABERINTO BLANCO
Hay uno aguardándote
En cada hoja de papel en blanco.
Así que, cuidado con el monstruo
que lo vigila, será invisible
cuando te ataque, y tú no tendrás
más arma que una pluma.
Y ojo con la muchacha esa
que vendrá en tu auxilio
con una mente ágil
y una bola de hilo: de la nariz
te sacará de un laberinto
para meterte en otro.
VIENDO COSAS
Vine aquí en mi juventud
Había un juguete de cuerda
[colgado de un hilo.
Vi una calle en el infierno y una en
[el paraíso.
Vi un cuarto con una luz en
[él tan débil
Que podría haberse apoyado en un
[bastón.
Vi a un anciano en una sastrería
Arrodillado ante una novia con
[alfileres en los labios.
Vi al presidente jurar sobre
[la Biblia
Mientras la nieve caía en torno
[suyo.
Vi a una pareja de amantes besarse
[en una iglesia vacía
Y a un hombre salir corriendo
[desnudo de un edificio
Agitando una pistola y sollozando.
Vi unos niños con máscaras de
[Halloween
Brincando de una azotea a
[otra al atardecer.
Vi una vagoneta llena de perros
[callejeros mirándome.
Vi a una mujer sin casa riñendo
[con Dios
Y a un ciego con una guitarra
[cantando:
“Oh Señor recuérdame,
cuando estas cadenas se rompan
[libérame.”
FANTASMAS
Es el señor Brown. Tiene mucho
[mejor aspecto
que cuando estaba en la morgue.
Me ha traído una enorme carpa
envuelta en un periódico
[ensangrentado.
Qué inusitada visita.
No había pensado en él hace años.
Linda lo acompaña, al igual que Sue.
Pálidas y elegantes sombras que
[se disipan
tomadas de la mano.
Sus labios lucen recién pintados
pese a toda prueba científica
en sentido contrario.
¿Acaso Linda quiere cocinar
[el pescado?
Se vuelve y mira en dirección
[de la cocina
mientras Sue no deja de observarme
con un aire doliente.
No creo en nada de esto y,
[sin embargo,
el miedo me tiene paralizado.
No sé cómo responder,
de modo que no hago nada.
Las ventanas están abiertas. El aire
Está cargado de aroma de magnolias.
Gotas de lluvia resbalan
De gruesas y oscuras hojas.
Respiro profundamente; cierro los ojos.
Queridos espectros, no creo siquiera
Que ustedes estén aquí, entonces
¿Por qué me fuerzan a comprender
Cosas que preferiría no saber
[todavía?
Es la manera en que miran a
[través de mí
Al que probablemente es ya mi
[propio fantasma,
Antes de marcharse,
Tan inesperadamente como
[llegaron,
Sin que ninguno de nosotros
[rompa el silencio.
LA ELECCIÓN
Nos prometieron un almuerzo
[gratis
Edna, y lo único que
[obtuvimos
Es viento y lluvia
Y estos paraguas que ni
[siquiera sirven
Para blandirlos iracundos
contra los carros y autobuses
ansiosos de atropellarnos
mientras luchamos por cruzar
[la calle
LA SANTA
La mujer que adoro es
[una santa
Que merece tener a la gente
Cayendo de rodillas ante ella
[en las calles
Pidiendo su bendición.
En vez de eso, héla aquí,
[en el piso
Matando a un ratón con
[un zapato
Mientras las lágrimas le
[ruedan
Por las mejillas.
EQUILIBRISMO
Muchas aflicciones nos
[aguardan, amigos.
De hoy en adelante
habremos de probar nuestro
[valor
como esos hombres que
[tienden un alambre
entre dos rascacielos
y se lanzan a caminar en él
llevando una sombrilla abierta
que el viento suele arrebatarles
cuando apenas llevan medio
[camino
para divertirse
haciéndola chocar contra
[las paredes
mientras cae