En 1922, grupos evangélicos comenzaron a llegar a las colonias Moderna, Postal, Nativitas, Portales y General Anaya, al sur de la Ciudad de México. En 1924, como apunta el historiador Luis Rublúo Islas en Microhistoria de Portales, mi barrio, esta colonia pertenecía al municipio de General Anaya y estaba configurada por quintas de quinientos metros cuadrados, la mayoría propiedad de exrevolucionarios y profesores. Sus calles ya tenían su actual nomenclatura, que alterna nombres de países europeos y de volcanes mexicanos.
En el extremo norte de la colonia existía el famoso asentamiento conocido como La Ladrillera en San Simón Ticumán, zona pobre y marginal, cuya principal calle llevaba ese nombre. El 4 de mayo de 1927, el pastor Josué Mejía Hernández inauguró el templo de la Iglesia Cristiana Interdenominacional, en la esquina de Libertad y Reforma —en honor de la Reforma Protestante y la Libertad de Culto que representaba. Según María Elena Steevens, quien escribió sobre esa congregación en el semanario Sucesos para todos, Mejía Hernández fue una persona humilde que sólo terminó el tercero de primaria, fue ebanista y contratista. “La construcción del templo de Portales —afirma— se hizo en un terreno adquirido con donativos de la misma congregación. Sus fundadores fueron unas treinta y cinco familias procedentes de las iglesias presbiteriana, metodista y bautista”.
EN DICIEMBRE DE 1931, la Secretaría de Gobernación registró a ésta y otras iglesias. Entre abril y mayo de 1939, la dependencia de Obras Públicas del Distrito Federal hizo un registro fotográfico de las calles pavimentadas de concreto en la colonia Portales, hoy reunido en un álbum alojado en el Museo del Archivo de la Fotografía, como me informó Miguel G. Álvarez, investigador de Luna Córnea. Una foto se tomó desde la calzada de Tlalpan —donde pasaban los tranvías rumbo a Xochimilco o al Centro— a la calle de San Simón, flanqueada por la tienda Emporio Mercantil y la cervecería La Gran Avenida.
[caption id="attachment_818419" align="alignright" width="245"] El niño Carlos Monsiváis. Fuente: La Cultura en México, 1974[/caption]
Luego de una breve estancia en la colonia Álamos entre 1941 y 1944, Esther Monsiváis, su hijo Carlos, sus hermanas Ruth y María, así como su hermano Manuel llegaron a Portales, al número 62 de la sinuosa calle de San Simón. Esther consignaría que Carlos nació el 4 de mayo de 1938 en el barrio de La Merced. Su tía María dijo que después vivieron en el barrio de La Lagunilla y luego en la calle de Rosales, esquina con Puente de Alvarado.
Carlos Monsiváis recordaba que su tío Porfirio se convirtió al protestantismo en Zacatecas, a fines del siglo XIX. Sin embargo, al parecer el pequeño Monsiváis sufrió una mortal enfermedad que determinó que su madre dejara su devoción por la virgen de Guadalupe para profesar el protestantismo, al advertir el apoyo desinteresado que recibió de sus fieles. Al menos, esa fue la versión que dio doña Esther en una plática realizada entre 1979 y 1980.
Además de La Santa Biblia, en versión de Cipriano de Valera, el adolescente Monsiváis se aficionó a publicaciones populares de los años cuarenta. En septiembre de 1950 falleció el pastor Josué Mejía y al año siguiente lo sucedió el chiapaneco Felipe Sánchez Muñiz, (192?- 1989), originario de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, quien se casó con Ruth Monsiváis, hermana de la mamá de Carlos. La pareja procreó a Otoniel, Rubén, Felipe, Beatriz (futura albacea de su primo hermano) y Aracely. En un recorte de Roca, publicación de la iglesia donde colaboraba Felipe Sánchez Muñiz —lamentablemente sin fecha—, aparece el nombre de Otoniel Sánchez Monsiváis como alumno destacado de quinto año. El cronista de Portales recuerda esos años infantiles:
Allí, en la Escuela Dominical, también aprendí versículos, muchos versículos de memoria y pude en dos segundos encontrar cualquier cita bíblica. El momento más culminante de mi niñez ocurrió un Domingo de Ramos cuando recité, ida y vuelta a contrarreloj, todos los libros de la Biblia en un tiempo récord: Génesiséxodolevíticonúmerosdeuteronomio...
Monsiváis ocultó que la Escuela Dominical estaba en la Iglesia Cristiana Interdenominacional; en ella, las profesoras daban a los niños clases bíblicas y juegos mientras los adultos asistían al culto. Siempre proclive al automartirio y al melodramatismo, como buen personaje de su adorado cine mexicano, Monsiváis no quiso recordar su estancia infantil y juvenil en ese templo. En la actual página web de esa congregación aseguran con orgullo que Carlos Monsiváis,
desde pequeño hasta joven se nutrió de la enseñanza de la palabra de Dios, circunstancia que se aprecia en sus libros, ensayos y colaboraciones a distintos medios de nuestra patria y el extranjero.
La vitrina del Fondo Carlos Monsiváis, en la Biblioteca de México, exhibe dos fotografías infantiles. En la primera aparece como si hubiera participado en las festividades del Día de San Juan y en la segunda, vestido de charro. Esta última imagen adornará dos veces, en 1974, las primeras publicaciones de su columna “Por mi madre, bohemios”, en el suplemento La Cultura en México, del semanario Siempre! Algunos libros con la firma infantil “Carlos Aceves Monsiváis” aparecen en su colección, en la Biblioteca de México. Otros conservan rastros de la cinta adhesiva con la que los forraron. Después eliminó su apellido paterno —Aceves— para firmar tan sólo como “Carlos Monsiváis”, homónimo de un desconocido cómico coahuilense que actuó en la zona fronteriza de Texas durante los años treinta y cuarenta.
Entrevistado por Rodrigo Vera en Proceso (6 de mayo de 1996) y en sus textos reunidos en Protestantismo, diversidad y tolerancia (Comisión Nacional de los Derechos Humanos, diciembre de 2002), mencionó una agresión religiosa ocurrida en enero de 1952. Ese mes, el periódico Excélsior resaltó los asesinatos contra protestantes en Mavoró, a veinte kilómetros de Jocotitlán y a cuarenta de Toluca. A este poblado del Estado de México acudió el fotógrafo Juan Guzmán (el alemán-español-mexicano Hans Gutmann), como enviado de la revista Tiempo que dirigía el novelista Martín Luis Guzmán. En su edición del viernes 8 de febrero aparecía en la portada el obispo evangélico David G. Ruesga, tronando contra el arzobispo Luis María Martínez, a quien acusó de genocidio ante la ONU.
Un ejemplar de la revista llegó a las manos de Monsiváis, de catorce años, quien evocó esa portada años después (“Contra el Evangelio, la iglesia católica practica el genocidio”). El supuesto titular recordado por Mr. Memory es un pie de foto que apunta: “El obispo David G. Ruesga, de los protestantes mexicanos... contra el Evangelio, la iglesia católica practica el genocidio”. Páginas interiores muestran al arzobispo dormido, con un insidioso pie de foto: “El gobierno me viene guango”. Según relación de Ruesga, presidente del Comité Nacional de Defensa Evangélica, del 25 de octubre de 1944 a enero de 1952 ocurrieron 76 casos en los que “en nombre de Dios y de la Virgen, Monseñor Martínez llamó a la violencia”, y de ahí su denuncia ante la ONU.
"Otro recorte quizá de ese año —La nueva raza— anuncia que el hermano Carlos Monsiváis, de la Iglesia Central , ganará un devocional por responder el primer crucigrama de tema bíblico aparecido en la publicación interdenominacional".
SUENA EXTRAÑO que Monsiváis aluda a la portada de la revista Tiempo y no mencione la caudalosa información del Comité Nacional de Defensa Evangélica, registrada de 1944 a enero de 1952, de agresiones en el Estado de México (Santiago Yeche, San Felipe de Santiago, Tabernillas, Mavoró y San Pedro Tecalco), Guerrero (Tixtla), Hidalgo (Neblinas, Tlanalapa, Maguey Blanco, Coyocala), Jalisco (Ameca), Michoacán (El Caulote), San Luis Potosí (Río Verde), Puebla (Actipan, Concepción Cuautla, Tlahuacan) y Veracruz (La Gloria, Ixhuatlán, Fortín de Flores y Paso Largo). La noticia que detonó esta relación fue que católicos asesinaron al pastor Agustín Corrales, el domingo 27 de enero de 1952 en Mavoró. La cámara de Juan Guzmán captó a tres lesionados y sus parientes. Un pie de foto señala: “Al grito de ¡Viva Cristo Rey!, violaron a sus mujeres”.
Monsiváis escribió que un tío (¿materno?, ¿político?) estuvo muy ligado al general Miguel Henríquez Guzmán, candidato de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano, que contendió en julio de 1952 contra Adolfo Ruiz Cortines, del Partido Revolucionario Institucional, para suceder a Miguel Alemán en la presidencia.
El 12 de julio, el semanario Don Ferruco, del caricaturista Antonio Arias Bernal, especializado en atacar al candidato Ruiz Cortines (al que acusaba de proyanqui y de sufrir impotencia al grado de necesitar un injerto de “glándulas de monos”, como las realizadas por el charlatán John R. Brinkley), también documentó fotográficamente la represión alemanista, en su número 12, el último que salió a la venta.
Por los días de la debacle henriquista, la XEW trasmitía semanalmente, por las noches, el concurso Los catedráticos. Para ofrecer una versión infantil y juvenil, a fines de 1952 radiaba de modo simultáneo, en la estación de radio y en el Canal 2, Los niños catedráticos. A ese programa asistieron en algún momento Monsiváis, José Antonio Alcaraz y Concha Escudero, afirma la crítica de arte Teresa del Conde; según ella, quien más “respondía a las interrogantes de los también primarios radioescuchas era Carlos Monsiváis”.
Una semana antes de la Navidad de ese año, en el Estado de México,
una turba, en acatamiento de hábitos muy extendidos en la época, incendió un templo bautista y mató a seis personas a machetazos (como reproche por su falta de identidad). El pastor asesinado era amigo de la familia, y la cena fue triste, aunque el hecho sólo se comentó una vez. Según creo, nada más en esa ocasión la intolerancia, como realidad homicida y amenaza directa, se filtró en nuestro ámbito navideño...
En abril de 1954, el boletín quincenal de los adolescentes (o “intermedios”) de su iglesia, la Voz del intermedio, comenta que los “hermanos Carlos Monsiváis y Eduardo Ortigoza” viajarán a la reunión denominada Alianza de Jóvenes en Coatepec, en el estado de Veracruz. En el número 18, del 5 de septiembre de ese año, esa publicación impresa en mimeógrafo llama a Monsiváis “campeón de citas bíblicas”. Otro recorte quizá de ese año —La nueva raza— anuncia que el “hermano Carlos Monsiváis, de la Iglesia Central”, ganará un devocional por responder el primer crucigrama de tema bíblico aparecido en la publicación interdenominacional.
EL VIERNES 2 DE JULIO de 1954, a los 16 años y al parecer ya militante del Partido Comunista, Monsiváis se suma a la marcha que encabezan Diego Rivera y Frida Kahlo en favor del coronel Jacobo Arbenz, de la denominación pentecostal, derrocado de la presidencia de Guatemala el 27 de junio por la CIA y la multinacional bananera United Fruit. Ignoraba que en 1956 iría a la antigua capital de Guatemala y que en 1965 conocería a una de las dos hijas de Arbenz en Ciudad de México.
Una foto reunida en Monsiváis y sus contemporáneos (Museo del Estanquillo, 2017) muestra su llegada al aeropuerto de la ciudad de Guatemala con un acompañante, Guillermo Villanueva, a mediados de febrero de 1956. De la capital se trasladaron por carretera a La Antigua. Monsiváis participó en el Segundo Congreso Centroamericano, organizado por el Compañerismo Internacional de Estudiantes Evangélicos, del 20 al 25 de febrero de 1956.
El día 22, Carlos Monsiváis y Guillermo Villanueva, representantes de México, sostuvieron la ponencia “Las diversas corrientes ideológicas en la Universidad y la posición del estudiante cristiano frente a ellos”. El tema recuerda otro que dio a conocer en 1960, en una publicación sin identificar, titulado “Función y defunción de la política universitaria”, donde comenta:
Crucificado en madero de frases hechas, vituperado y ofendido en sano sentido común por los discursos y manifiestos de las planillas, aún no se desembaraza de lo que para él constituye esa atávica herencia de mal gusto: la política.