Mensaje de texto
Tupidos y voraces de esperpentos,
balbuceando palabras espectrales,
como ejército avanzan celulares
transformados en sornas y lamentos.
Insaciables de todo, como abejas,
impulsan su vigor en un mensaje
escrito al puro azar. El otro ultraje
que encierra las palabras bajo rejas.
A lo largo y lo ancho del gran Cielo
los recados de texto invasivos,
ansiosos de silencios compasivos
todo el tiempo hacia nada. Sin desvelo.
¿Quién da fuerzas al brazo y a los dedos
que pulsan aparatos como espadas
a la caza de sombras emboscadas
crujientes de luciérnagas y enredos?
Hay rugidos de tigres digitales
y truenos que estremecen al oído
con un eco de llanto repetido.
Hacia atrás, adelante, torrenciales.
Todo es furia que crece como el viento,
desde ojos y zapatos, de costado,
de frente o al revés, como un taimado
va el puñal en la mano. Sin aliento
deja rastro de nada, tiempo en lonjas;
universo de voces misteriosas,
caudal de almas fugaces, muy ociosas,
hundidas bajo penas y congojas.
Wi-Fi
¡Ah, el póstumo recuerdo de un saludo
indigno de una dama confundida!
“Buenas tardes, señor”, dirá muy tímida
y pidiendo permiso sonreirá.
Vanidosa enemiga de mi sueño
dime cómo alumbrar la noche aciaga
hundido en tu murmullo jubiloso.
¡Qué modo impuro de simplificarse!
“¿Es acaso poesía, hombre de Dios?”,
dirán otros poetas con rencor
para medir el orbe del mensaje.
¡Oh, el oro abandonado de unos versos
ansiosos del amor! Pura nostalgia
de un tiempo ya pasado y enterrado
como la oscura noche de Odiseo
que espera la traición y desconfía.
Con la piel macerada de un soneto
en el buen internet mal que nos pese,
a llorar la poesía hemos venido.
Tan amarga en los dedos, deshonrada
se diluye presente sin futuro.
¿Por qué todo es ahora sin belleza?
En el río del tiempo está el mensaje
y un adiós con su mínima expresión
despiadado y voraz en cada Twitter.
¿Dónde está la memoria de otros días,
que todo eternizaba en el papel?
¡Ah, esa luz de Quevedo y Luis de Góngora!
¡Vaya triste pasión sin esperanza!
Ya todo está en la Web bajo congoja
de ser grito de adiós. Sin un abrazo.
Me derrites, amor, tú me derrites.
Por favor no te sigas exhibiendo.
Tu perfil en Facebook es estupendo
y todo es un ensueño novelesco
que ni el mismo Cartier imaginara.
Más allá o más acá del servidor.
Apenas eres sueño, que yo sueño soñar
[en la vigilia.
Me vuelves loco, amor. Te veo y no
[lo creo.
Tú pones en la red tanta belleza
que me arrastras y pierdes.
¡Qué importan las palabras descriptivas
si tus labios son rojos, deliciosos!
Sí, sí, sí que lo sé. ¡Vaya noticia!
Ya no hay privacidad entre nosotros.
Y tu cuerpo de Diana Cazadora,
a la vista de todos los mortales,
se exhibe sin pudor en la pantalla.
Hay mujeres que cruzan como sombras.
Pero tú estás allí, amada mía,
eclipsando a los dioses de internet.