Amargo, insomne Jaime Reyes

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Foto: larazondemexico

El alacrán rehúye la nostalgia porque su luz baña los recuerdos con un falso prestigio. Prefiere la luz destellante del tiempo de rebeldía. Por eso, desde el fondo de su nido invoca al poeta Jaime Reyes, fallecido a consecuencia de una neumonía hace veinte años, a las doce horas del 29 de enero de 1999, en la misma Ciudad de México donde había nacido 51 años antes.

El escorpión conoció al poeta en Mixcoac, en el departamento donde vivió muchos años. Lo condujeron hasta allá Silvia Tomasa Rivera y Ricardo Castillo, poetas también de rebeldía aún palpitante. El venenoso repasó entonces los poemas de Isla de raíz amarga, insomne raíz (Era, 1976), un título “todo él mejor”, se dijo entonces, y por el cual Reyes fue reconocido con el Premio Villaurrutia.

Que yo fuera nuevamente el Hacedor, / viejo, / que nuevamente pudiera hacerte / de fango y mirada, mi amado, / mi viejo querido, / mi pata de pelo en la húmeda / mañana. // Que nuevamente pudiera quince / años matarte, / quince años arrojarte a la cara / de este lado, esta desesperanza, / esta hebra de borrachera / tropezando en las esquinas, / orinando las casas y los / árboles del mundo, / viejo mundo como tu odio o mi/ desesperanza.

Poemas ásperos, sin complacencias ni concesiones: “delitos contra la salud de las instituciones literarias” (escribió Jaime Moreno Villareal), y por lo cual reciben el desprecio de los círculos literarios reconocidos, añade el venenoso. La obra de Reyes continuó con La oración del ogro (1984), Al vuelo el espejo de un río (1985) y el póstumo Un día un río (1999), entre otros títulos.

"Ajeno al malditismo poético, Reyes fue siempre capaz de ternura en sus poemas, pero impugnó el estatus  de privilegio del poeta".

Ajeno al malditismo poético, Reyes fue siempre capaz de ternura en sus poemas, pero impugnó el estatus de privilegio del poeta y se preocupó por la vinculación de su práctica literaria con su práctica política sin volverse un panfleto ordinario e ineficaz: “Soy de los que no tienen paciencia y esperan”, afirma en un poema. En La oración del ogro, Reyes lleva a cabo una hazaña literaria al convertir la crónica del despojo de tierras campesinas en poemas desafiantes, no sólo en cuanto al tema, sino también en su estructura y ritmo, su narrativa y su poética.

El arácnido invoca esas tardes rebeldes en casa de Jaime, en la colonia Mixcoac, como fuentes de una inagotable pero además amarga e insomne alegría, como el mismo Jaime Reyes, a quien “lo consumió la madrugada”, según el poeta Eduardo Hurtado.

Las dichas son las palabras. / Las cosas dichas pero al revés. / En la cama que es oscura pero espejo. / En las paredes que son el aire. / Voces que no existen pero vuelan. / Desde esta ventana mirar es una cascada. / Pero cuando estoy contigo, te digo / en vez de besos un vuelo de pechos, pájaros, envés.

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