La poesía, como cualquier otro producto de un consenso, avanza hacia una nueva definición aunque siempre más lento que las demás artes. La consolidación de una voz poética a nivel mundial sucede de modo pausado, y no siempre consigue un lugar de privilegio. Ni aún los mayores premios logran la magia que sólo pueden alcanzar los lectores. Tomas Tranströmer, por ejemplo, premiado con la mayor presea de las letras, quedó como un afecto sólo para los enterados. En cambio Borges, sin ese premio, es frecuentado a todos los niveles. La poesía atraviesa por muchos filtros —instituciones públicas y privadas, la academia, los críticos, los lectores— para instalarse como un discurso aceptable y, por lo mismo, acreditado como la contribución de un poeta al mundo.
Escritores que publicaron su obra durante la segunda mitad del siglo pasado avanzan en su proceso de solidificación como parte del producto cultural disponible para acceso de la mayoría. El entregable del escritor se decanta con las décadas y nunca hay garantía de que el empeño, por más honradez que lleve consigo, sea reconocido. Poetas como Robert Lowell, M. S. Merwin, Elizabeth Bishop o Anne Sexton, por nombrar algunos ejemplos de la poesía norteamericana reciente, se instalan a paso lento entre los lectores no especializados, lo que les implicaría un acceso más consistente a la memoria colectiva antes que sólo contar con el afecto de los poetas y los lectores habituales de poesía, que ya los conocen y aprecian su obra poética.
Todo parece indicar que toca a Anne Carson (Toronto, 1950) salir del gueto de los conocedores de poesía para reclamar una geografía personal desde la cual ofrecer pautas para intentar otras direcciones en el discurso poético contemporáneo. Con ello, lograr una poesía de marca universal para un mundo diverso. La suya es una obra que parte de una aspiración solar. Es un estremecimiento que se arquea, cruza por las posibilidades que ofrece el mundo clásico (es maestra y especialista en griego antiguo) y, de un modo que de tan vertebrado casi resulta sospechoso, se afianza como una forma de actualidad que no se limita a ser promesa sino que se transfigura en experiencia estética. Todo en sus páginas —incluso las que se antojan menos necesarias, como el recuento de su viaje por el camino de Santiago (Tipos de agua [1995; 2018])1 o incluso Charlas breves (1992; 2015), su primer libro de creación—, da cuenta del arrojo y una visión atemperada por el deseo de llevar el lenguaje hasta cierto punto de cocción y, una vez ahí, ensamblarlo con piezas que refulgen si bien parecen de hielo.
"Su llegada a la lengua española fue con La belleza del marido. Un ensayo narrativo en 29 tangos. Desde entonces, la obra de Carson gana lectores igual que lo hizo la de Borges: como una recomendación entre conocedores".
Su llegada a la lengua española fue con La belleza del marido. Un ensayo narrativo en 29 tangos (2001; 2003). Desde entonces, la obra de Carson gana lectores igual que lo hizo la de Borges: como una recomendación entre conocedores. En su búsqueda de una voz personalísima, la autora canadiense escribe desde una intersección que conjuga el refinamiento del mundo antiguo, vía Grecia y Roma, para llegar a la esquina más deslumbrante de Nueva York, Tokio o Londres. Es una estética que se persigue a sí misma como atemporal, lejos de cualquier consideración de signo nacionalista. En su obra late una vocación: el lenguaje y el uso más certero que pueda hacerse de él. En 1997, a pregunta expresa sobre sus influencias, respondió:
Homero, el que más. Homero es la cosa más impresionante del mundo, en todo sentido. Creo que todos deberían leerlo mucho. También [Paul] Celan. Es clarificador. Y hay otros más pero Homero es esencial.2
El asunto de las influencias es relevante porque Carson, que ha traducido a Safo, Eurípides y Esquilo, y que mantiene una estrecha vinculación con la forma clásica de composición lírica, no se muestra en contra del discurso de la modernidad sino que logra fusionarlos hasta el punto que los vuelve indistinguibles uno del otro. El Egeo es Manhattan tanto como Creta es Irán o Nairobi. Los tiempos, lugares, registros literarios, se confunden. La apuesta de Carson es una licuefacción afortunada de discurso poético (no escribo “poesía”), ensayo (académico y personal), dramaturgia, guión y hasta ópera. La voluntad de unir los registros es uno de los impulsos primarios de su vocación estética. Una línea al vuelo de Charlas breves ofrece el santo y seña de lo que podría ser su actividad literaria: “Hago cualquier cosa con tal de evitar el aburrimiento”. Es un temperamento inquieto que evita la monotonía y la repetición, tanto que cada uno de sus libros es un reto para el lector, como lo fue para ella misma la estrategia de su composición.
Lo anterior, sin embargo, no siempre tiene un efecto positivo para la obra. Con frecuencia sus libros se leen como sofisticados batiburrillos de registros, en donde la justificación de Carson al unirlos consiente una explicación llana: están escritos por ella y, en atención a su origen, soportan dicha asociación en el tiempo. Emparentada con el Samuel Beckett moderado y con el Pascal Quignard que usa la erudición para generar discursivas bolas de nieve, la autora canadiense no se limita a las etiquetas o a cualquier objeto con aspecto de pared. Lo suyo es andar. ¿Hacia dónde? No siempre es claro, pero lo que es constatable es que nunca se detendrá. Estamos en presencia de una autora que no deja de escribir y cada traducción es apenas una aproximación, ya que el juego de palabras es telúrico y gusta de los espejos, las imágenes invertidas, el eco que no lo parece, la intertextualidad de coro griego o las figuras de luces y sombras que se dan la mano en las entregas de una autora que, libro a libro, dicta con sutileza un camino posible para la lírica que aspira a ser no sólo canto, empeño pueril, sino una renovación de las metodologías para vertebrarlo.
Arriesgo que su obra permite un abordaje desde tres entregas fundamentales: 1. Decreación: poesía, ensayos, ópera (2005); 2. Nox (2010); 3. Autobiografía de rojo: una novela en verso (1998; 2009) y su continuación Red Doc> (2013; 2017).
1. DECREACIÓN
Al abordar este libro conviene subrayar la operación que Carson refiere sobre el proceso de escribir:
Hablamos de la lucha por arrastrar un pensamiento de la masa del inconsciente a algún tipo de gramática, sintaxis, sentido humano; cada intento significa volver a empezar con el lenguaje. comenzando de nuevo con la exactitud. quiero decir, cada pensamiento comienza de nuevo, por lo que cada expresión de un pensamiento tiene que hacer lo mismo. toda exactitud tiene que ser inventada... siento que estoy confundiendo conceptos demasiado bien para mí.3
Decreación es un ejercicio poético de reunión de elementos, una colección de imágenes y registros. En ella pueden hallarse líneas aforísticas, palabras al azar o entusiasmos de Carson sobre el cine de Antonioni. La idea es arriesgada y el resultado es una explosiva compilación que cansa a ratos y asimismo se permite ser luminosa en los fragmentos poéticos. Hay grafomanía en la autora canadiense, lo mismo que un aparatoso sentido de conservación para no desperdiciar ningún texto de los que ha escrito. Y, pese a lo anterior, sea por vanidad o economía, algo sella sus páginas. Es un libro que puede ser leído desde cualquier página, pero una silueta nos acompaña en el acercamiento más elemental. Quizá sea su convicción de no engañar a los lectores, o quizá la finura de cada una de las líneas que componen el volumen, pero la unidad de Decreación es innegable.
La curaduría en sus libros los transforma en un recorrido museístico. Los riesgos que asume un volumen semejante no son pocos. Ligereza, oportunismo, confesión de esterilidad. La reunión de elementos dispersos siempre ha generado confusión y hasta hilaridad en la república de las letras. Hay una preceptiva de unidad que parte de la retórica clásica y Carson se permite trozarla para generar un objeto escritural, poético y melodramático, en donde las rebabas de ensayística y los entusiasmos fugaces hallan un espacio en sus páginas. Decreación es el catálogo de un coleccionista obsesivo, que no es otro que ella misma detrás de la selección de los contenidos. Autora del volumen y directora de arte.
El recorrido que ofrece Carson es el de la sorpresa. Y no porque la imagen poética resulte luminosa, lo que apenas sucede, sino porque asombra su voluntad inquebrantable de reunir para integrar un andamiaje de intereses y visiones. Todo en torno al signo, a la palabra, a los objetos de la realidad que admiten una denominación y también a los que la rechazan. Decreación es una maniobra de la exactitud que Carson refiere para integrar un organismo imperfecto, tumorizado, contrahecho, al que podrían haberle crecido las manos aunque ella eligió que fueran muñones por una excentricidad fundada en ideas estéticas. El esteticismo de la autora es de signo mallarmeano. El escritor francés la leería convencido de que las palabras puestas al azar o por una mera asociación fonética prevalecerán por sobre las que designan objetos concretos.
Porque más que una poeta en sentido convencional o incluso escritora, Carson es una artista contemporánea que trabaja con el lenguaje. Ignoro lo que esta idea podría generarle, pero es la impresión que despiertan sus libros. Lo mismo una nota de pago en el restaurante que una fotografía le ofrecen la posibilidad de estallar cualquier tipo de registro (oratorio, guión, obra de teatro), y dejarlo inconcluso a voluntad para integrarlo a un volumen como otro intento que no requiere más trabajo por decisión del artista. Al modo de Jackson Pollock o Joan Miró, las líneas en el cuadro son las que dicta el humor de la hora y nunca una metodología estricta para el acto creativo. Su desparpajo intelectual, perceptible sólo para el especialista, motiva que la sofisticación extremosa se convierta en una broma sutil para poetas y lectores concentrados. De estirpe duchampiana, de sus libros brota la sensación de estar ante el avant-garde de la lírica contemporánea o ante una broma luciferina para disfrute de la autora y sus comentadores.
"Decreación es un hito de la escritura poética: la confirma como una voz renovadora en la que se entrecruzan el legado de los poetas clásicos y la abulia de la modernidad.
Ahora bien, si se elige creerle de buena fe a Carson, Decreación es un hito de la escritura poética contemporánea, que la confirma como una voz renovadora en la que se entrecruzan el legado de los poetas clásicos y la abulia de la modernidad para generar herramientas capaces de comunicar a nivel profundo. Es una obra que oscila entre la gracia de refundar la primera palabra y el aluvión de significantes que se unen con mecanismos apropiativos para que el manantial del autor ya no sea la inventiva, sino su capacidad para reordenar la materia existente (Kenneth Goldsmith y compañía).
2. NOX
Este libro se integra a la tradición del libro-objeto y está producido en forma de acordeón impreso por un solo lado, en pliegos pegados a mano y con cuantiosas ilustraciones. El diseño y la literatura, como sucede con frecuencia, se dan la mano para generar en el espectador una experiencia estética, además de la literaria. Anne Carson explicó que la motivación para escribir el libro “fue la muerte de mi hermano al que no había visto durante diecisiete años”,4 mismo que terminó como “un misterio” para ella. De igual modo, es una imitación del célebre poema 101 de Catulo, escrito a su hermano, quien murió en Troya mientras el poeta se encontraba en Italia. Hasta aquí el aparente móvil de la escritura.
El volumen es el sueño del tipo de autor que aspira a no sólo transmitir una imagen poética, sino toda la poética aprendida a lo largo de una vida. Carson es una escritora de tentativas amplias y alcances ambiciosos. Nox es un réquiem sostenido por la muerte de un hermano, a la par que una memoria de palabras que orbitan alrededor del quehacer poético. Diseñado como biombo, en la página izquierda se transcriben ciertos usos de palabras en latín, al parecer elegidas al azar, mientras que en la derecha los poemas que recuerdan al ausente. El acierto del volumen, más allá de cualquier hallazgo poético —casi nulos, en realidad, porque el concepto termina por emborronar la perfección de alguna línea—, es recoger la tradición del poema que además es un objeto para un mercado que no busca la poesía en sí misma como si fuera un producto cotidiano de consumo. Es un intento luminoso para atraer a los lectores.
En su idea del artista integrador, sin límites, supracreador de ensueños, Carson se impone un reto de altos vuelos y coloca uno de sus títulos en la hilera de libros que se atesoran no sólo por el contenido sino por el deseo de parir un modelo renovado del propio libro. Nox se recorre con admiración y deleite, con la convicción de que el arte contemporáneo ha perdido sustancia en la argumentación pero también con la certeza de que los intentos por generar otros moldes nunca deben abandonarse. Así, y no de otra manera, prospera esa historia del espíritu que denominamos arte.
De menor alcance que Decreación, pero más cerca del actual consumidor de arte contemporáneo, la propuesta de Nox se alza por encima de quienes sólo conciben la escritura de poesía como una confesión de hechos vividos, trágicos o cómicos, o apenas como una intromisión del alma lírica en el trajín de los días. En el pináculo de su labor poética, Carson prueba que tiene dominio total de la palabra y que no hay sentimentalismo que estorbe su proyecto; que el signo es una materia plástica que permite la manipulación y sea para consignar la muerte de un hermano o para escribir un poema sin referentes en la realidad, se puede trascender el aspecto anecdótico del lenguaje y la experiencia para acceder a otra modalidad de goce estético: las formas libres incluso de quien las escribe, en flotación libérrima, puestas en el aire para las generaciones que siguen. Dientes de león formados por signos.
[caption id="attachment_886551" align="alignnone" width="696"] Un ejemplar de Nox. Fuente: amazon.com.mx[/caption]
Y es legítimo preguntarse: ¿es verídico el homenaje al hermano muerto? ¿O fue una estrategia para salir de la apatía? Imposible saberlo. Nox muestra al parecer objetos guardados del susodicho, pero igualmente podrían ser un motivo para escribir un volumen que genera la impresión de estar relacionado con la vida del autor, lo cual, por alguna razón, provoca una empatía instantánea con los lectores. Esto interesa porque como espectadores y consumidores de arte contemporáneo, uno de los preceptos es ejercitar un principio de desconfianza. ¿Qué estamos viendo? Los límites de la realidad y la ficción se vuelven más difusos y el artista aprovecha esa línea de sombra para motivar discursividades que le permitan fugarse del realismo sofocante, bajo el que no pocos se cobijan debido a la falta de imaginación.
Nox, en su amplitud de registros (visuales, líricos, materiales, etcétera), es una experiencia de aliento poético capaz de conmover incluso a quien no siente el mínimo aprecio por el registro poético.
3. LA SAGA DE ROJO
Integrados como un díptico aunque distanciados por quince años, Autobiografía de rojo: una novela en verso y Red Doc> comulgan en su determinación de ser una escritura inasible. Tedi López Mills, traductora del primer volumen, explica la “anécdota” del libro: “Gerión empieza a escribir su Autobiografía en el segundo capítulo del libro, a los cinco años, mucho antes de conocer a Heracles, y trabaja en ella hasta los cuarenta y cinco”.5 Y es que tal como el caballero verde de Sir Gawain, Gerión es de color rojo y la novela en verso admite ser un relato picaresco, en ocasiones incomprensible y por lo común lejos de la poesía, como no sea aquella que se acepte como tal por el hecho de que las oraciones están partidas y hay exactitud en el uso de las palabras.
Carson procura para sí misma la clase de ambigüedad que es posible extraer de la erudición del mundo clásico. Es una cobertura exquisita que superpone capas de significantes a escenas que, dichas de otro modo, son elementales y hasta pueriles. Esto, lejos de nutrir el contenido del poema, lo obscurece. Limita el goce y lo deja para filólogos y expertos: es una barrera. En ambos libros, se diría, la autora canadiense se propuso generar un sistema motivador de perplejidad y venció con la calificación más alta. Un principio de sobrevivencia reza que no conviene distanciarse (demasiado) del lector. Incluso la poesía que se intenta más alta debe proporcionar las pistas para descifrar los códigos que ella misma propone. Autobiografía de rojo avanza mediante prismas de palabras que se entrecortan, amplifican o recortan según las expectativas del lector. Una relectura pone de manifiesto cierto envejecimiento prematuro del volumen. Suele ocurrir que el artificio estilizado se llena de polvo antes que el logrado con la simpleza de la calle.
Sin duda más provocador, luego de tres lustros, es Red Doc>: estiliza la manufactura y presenta un libro de enorme inteligencia y sensibilidad para atraer a los lectores. Los vínculos entre los libros del díptico son casi un guiño o una broma de Carson, pero Red Doc> es más ágil y deja ver otra faceta de la autora: la que recicla sus personajes aunque en realidad son otros y todo se encuentra hilado por la imaginación de ella y sus editores. Es una continuación que es todo excepto eso. Verónica Zondek, traductora y prologuista del volumen, prepara al lector con esta prevención: “Una lectura compleja, porque la vida es compleja y agarrar la punta del hilo es difícil”.6
Anne Carson gana maestría en su oficio, tal como ella elige desarrollarlo, y más que nunca corre el riesgo de generar objetos verbales o visuales herméticos, inaccesibles. Lo que es notable es su infatigable empeño de continuar la senda que inició décadas atrás, y evitar cualquier concesión a la escritura de poemas para ser memorizados en las escuelas. Cada una de sus entregas es una ráfaga de significantes para descolocar al mejor plantado. Atestiguamos cómo tiene la batuta en la mano y sus libros abren camino en la imaginación para idear mecanismos de actuación poética. Se quiera o no, sus entregas deben leerse para atisbar las novedosas direcciones del arte poético.
Medito sobre su obra. Quizá murió el poeta-sabio que, luego de años de experiencia vital, de golpes y moretones, se sienta a escribir sus enseñanzas sobre lo que implica vivir. Quizá el modo actual de ser poeta es adquirir una computadora para diseñador, aprender a usar los programas y utilizar todas las teclas y los símbolos que ofrece para generar enjambres de signos carentes de relación con la vida, de manera azarosa o desperdigada. Pese a los hallazgos de Carson, espaciados aunque frecuentes, anhelo que no sea así.
Notas
1 Los años corresponden en primer término a la edición original en inglés, y luego a la primera edición disponible en español.
2 John D’Agata, “Interview with Anne Carson”, The Iowa Review, vol. 27, no. 2, University of Iowa, 1997, pp. 1-22.
3 Sam Anderson, “The Inscrutable Brilliance of Anne Carson”, The New York Times Magazine, 14 de marzo, 2013. El rechazo de las mayúsculas y las cursivas es de Carson.
4 Will Aitken, “Anne Carson. The Art of Poetry No. 88”, The Paris Review, 171, otoño, 2004.
5 Tedi López Mills, “Enumeraciones”, prólogo a Autobiografía de rojo: una novela en verso, Calamus, México, 2009.
6 Verónica Zondek, “Incitación a la lectura”, prólogo a Red Doc>, Trilce, México, 2017.