“Ser uno mismo, fundamentalmente”

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A fines de mayo de 1978, gracias a mi hermano Luis Guillermo, pude entrevistar a Jaime Sabines (1926-1999). Fue en el departamento 602 del edificio Miguel Hidalgo, situado en la primera sección de la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco. Tenía 51 años y era diputado federal por Chiapas en la L Legislatura del H. Congreso de la Unión, el cual aún sesionaba en el edificio de la calle de Donceles y Allende.

Yo había reseñado su Nuevo recuento de poemas, que Joaquín Mortiz publicó en febrero de 1977, y le pedí a mi hermano, su vecino y amigo, que le entregara un ejemplar y le solicitara además una entrevista, la cual me concedió, pese a su fama de ser reacio a las mismas. Llegué con una grabadora de casetes. La entrevista se prolongó durante más de una hora, aderezada con tragos de brandy Don Pedro (que él combinaba con té de manzanilla).

En 2016 o 2017 mi hermano me pidió la cinta para transferirla a un disco digital. Hace unas semanas, la voz de Sabines estuvo a punto de perderse en el basurero junto con otros casetes, embutidos desordenadamente en una caja de zapatos. De la grabación sólo sobrevive un lado —quizá el inicio— , por lo cual se perdieron sus opiniones y dardos contra Octavio Paz, así como otros temas que he olvidado. A continuación algunas de las preguntas y respuestas que sobrevivieron.

¿Por qué en sus libros hay tantos epígrafes tomados de la Biblia?

Bueno, porque la Biblia es el libro de libros. En mi juventud la leí mucho y ha sido un libro de cabecera para mí... Aparece en Horal, pero no en todos los libros. En La señal hay un epígrafe de Heráclito que no es la Biblia... En fin. No creo que sea de mayor importancia. Es un libro del cual yo he bebido, con el cual me he alimentado, sobre todo en mi juventud.

¿Qué significa para Sabines la muerte y cómo repercute en su vida?

La muerte es una razón para ser, para vivir. En realidad es un tema insistente...

¿Obsesivo?

Pues casi obsesivo, durante los últimos años. Significa todo. Todo lo que puede significar la vida, ¿no? Desde mi primer o segundo libro está el tema de la muerte, como un estímulo para vivir más intensamente.

¿Por qué frente a la muerte el hombre vive más intensamente?

Bueno, es lógico. La muerte es el final de todo, entonces nos está diciendo que nuestra vida es limitada, pequeña, pobre, fugaz. En el poema de La señal digo:

Alguien me habló todos los días

[de mi vida

Al oído despacio, lentamente,

Me dijo: ¡vive, vive, vive!

Era la muerte.

Es lógico, porque la muerte es el término. Nos está diciendo que nuestra vida es breve, que no somos infinitos ni eternos ni perpetuos. Nos está diciendo que hay que vivir intensamente, sobre todo a aquellos que no creemos en una vida posterior a la muerte.

"Me es indiferente el prestigio, la gloria, la fama, ser el número uno o ser el número cien. A mí lo que me ha interesado es ser yo".

¿Tampoco cree en una transmigración de las almas?

Ni en la transmigración de las almas, ni en la supervivencia del alma, ni en una segunda generación del alma, ni nada. Sabemos que la muerte es la pared final. Entonces, esto nos estimula a vivir.

¿Plenamente?

Así es.

Al final de Maltiempo dice: “He repartido mi vida inútilmente entre el amor y el deseo, la queja de la muerte, el lamento de la soledad”. ¿Esto es una capitulación de sus temas?

Pues no una capitulación, pero sí un recuento, un momento de reflexión. Cuando uno dice: He vivido hasta aquí, y he hecho esto y lo otro, inútil o maravillosamente. Aunque no creo que la vida sea inútil.

¿Pero no se arrepiente?

No, no me arrepiento de nada... Y la pregunta tremenda del final del libro dice precisamente: si pudiera vivir de otro modo lo haría. Quién sabe, ¿no? Yo no me arrepiento de mi vida. Mi vida está dada, hecha, subrayada por mi conducta de cincuenta años.

¿Y cómo es la vida de Jaime Sabines?

Como la de cualquier gente. No es una vida extraordinaria, es una con todos los pequeños detalles. Una vida de dolor, de alegría, de entusiasmo, de esperanza, de penas, de angustias, de soledades: como la vida que tiene cualquier persona normal. En todo caso, nunca he aspirado a que mi vida sea extraordinaria, nunca me he creído héroe de nada... Incluso en el poema de Cuba digo que si anduviera en un buque pirata, sería lo mismo el capitán que el marinero. Me es indiferente el prestigio, la gloria, la fama, ser el número uno o ser el número cien. A mí lo que me ha interesado es ser yo, nada más.

¿No le parece conformista?

No me parece conformista. Al contrario, ¡me parece demasiado ambicioso! En el sentido verdadero de la palabra: ambicionarme a mí mismo, desear ser yo mismo, ser yo mismo fundamental, esencial, radicalmente ser yo mismo. Es decir, des-em-ba-ra-zar-me, desligarme de todo lo que la sociedad le impone a uno. Ser uno mismo, fundamentalmente ser uno mismo. Eso es bastante ambicioso, no es resignarse.