Despedida a medias

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Foto: larazondemexico

A cuatro años de que iniciara el suplemento El Cultural de La Razón su entrada en la vida lectora de nuestro país, y luego de 102 colaboraciones, he decidido dejar mi columna quincenal para seguir participando en él de manera eventual. Agradezco mucho a los dos editores que me tocaron y con quienes siempre tuve una buena relación: Delia Juárez y Roberto Diego Ortega.

Desde joven fui un coleccionista de suplementos culturales y revistas literarias hasta que los continuos cambios de casa y la falta de espacio me hicieron renunciar a ellos: le calculo unos seis mil ejemplares que fueron a parar a los libreros de un muy buen amigo que compartía conmigo esa manía coleccionista. Conservo sólo algunas revistas de las que fui editor o que en su momento mandé encuadernar: algunos años de La Gaceta del FCE, Los Universitarios, Revista de la Universidad, Nexos, El Obelisco, La Orquesta y unas pocas más.

En lo que se refiere a los suplementos, se iban apilando semana con semana hasta convertirse en inconsultables, en montones de papel que escondían textos que había leído en su momento y que quería conservar para una futura relectura. Entre otros: La Cultura en México, Sábado, La Jornada Semanal, El Nacional Dominical, La Letra y la Imagen, Diorama, etcétera. Hubo un momento en el que casi todos los diarios publicaban uno los fines de semana. Hoy ya son muy escasos y por supuesto los leo en línea. Entre esos, creo que El Cultural ha ganado muchos lectores gracias a la oferta tan diversa de textos que ofrece.

"Agradezco a quienes me leyeron durante estos años, a veces con temas relevantes y otras con anécdotas".

El nombre de la columna, La nota negra, ha sido trashumante. La he mantenido por tres décadas. La primera vez salió en la revista Casa del tiempo (UAM, 1989). Luego viajó a Notimex y a una publicación llamada Tecnología empresarial. En esta nueva etapa en El Cultural, que duró cuatro años, salió a veces con una errata que nunca corregí porque me gustó más: La gota negra. Si en alguna ocasión decido reunir algunos de los textos aquí publicados, lo haré bajo ese título. También escribí de manera eventual otra columna llamada La musa araña para La gaceta del FCE y actualmente lo hago sin compromiso de fechas para Literal, Latin American Voices.

Nunca corro con prisa para terminar un libro mío. El promedio de tiempo que me lleva hacerlo es de siete años. La peor señora del mundo me llevó cinco horas. En cambio, con la novela para niños De domingo a lunes, desde que la empecé hasta que la entregué a la editorial, pasaron catorce años. Rara vez me comprometo a terminar un libro en una fecha determinada, salvo los que he prometido como proyectos para el Sistema Nacional de Creadores.

Hace años un amigo me decía que escribir, por ejemplo, la reseña de un libro en más de dos horas no era negocio. Y así me lo confirma la mayoría de mis colegas. Yo tardo al menos una semana en cumplirlo. Hacer periodismo cultural, así sea dos veces al mes, sí requiere cumplir con fechas exactas de entrega. Y nunca fallé a la cita puntual. En cambio sí dejé de lado algunos libros que vengo escribiendo desde hace tiempo. Esta es la principal razón por la que decidí dejar de ser un colaborador permanente de El Cultural y seguir como alguien que someta ocasionalmente a la consideración de su director un texto para ser publicado. Me quedo con dos temas pendientes: la cancelación de la Feria del Libro de Mazatlán por parte del alcalde morenista y con el supuesto homenaje al líder de la iglesia La Luz del Mundo en Bellas Artes.

Agradezco también a quienes me leyeron durante estos años, a veces con temas relevantes en su momento y otras con anécdotas, homenajes y disparates. Quería terminar con mi entrega número cien, pero lo aplacé para cumplir con los cuatro años, que resultaron ser una capicúa: 102 para el número 201.