A los veinte años, los rockeros de moda Greta Van Fleet calcan a Led Zeppelin, la mayoría de los negros aspiran a ser estrellas del hip-hop para morir de un tiro, mientras que el redondo Christone Kingfish Ingram deja su marca en el blues clásico del futuro, si es que nos queda alguno. Ingram nació en Mississippi y publicó su primer disco apadrinado por Buddy Guy, el esperado Kingfish, que patea como un toro por la mañana y pace con toda calma al atardecer.
Lo bueno de la serie Luke Cage son los artistas que aparecen tocando. Ingram sale en la segunda temporada ejecutando “The Thrill Is Gone” y “I Put A Spell On You”. Ya era el niño prodigio del blues gracias a YouTube, puros covers en vivo que el respetable subía después de sus conciertos. Pero sus interpretaciones en la serie sobrecogieron al mundo musical. Es que nació a unos kilómetros del crucero donde el diablo le afinó la guitarra a Robert Johnson; creció cantando góspel en la iglesia de su papá, el pastor Ingram; y se graduó en la escuela del Delta Blues Museum: baterista a los seis años, bajista a los once y guitarrista a los trece. De Waters a King a Guy a Hendrix y a Prince, más allá de hacer suya “Purple Rain”, lo que ha logrado es incorporar el pop más fino al blues más rudo.
"Quizá los ingredientes que le hacen falta a Ingram son kilometraje y colmillo".
Los doce temas de Kingfish se grabaron durante tres días en Nashville con un grupo de seis bluesmen; fueron coescritos y producidos por Ingram y Tom Hambridge, el productor estrella de Buddy Guy que redescubrió el hilo negro del blues. Desde el arranque con la potente “Outside Of This Town”, el mano a mano con Guy, “Fresh Out”, y el blues-rock machacón “It Ain’t Right”, se le aprecia cantar y tocar la guitarra como los grandes pero, al mismo tiempo, como ningún otro. Hay algo único en su sonido e incipiente estilo, su pasión ciega: “No siento nada. Sólo me olvido de mis preocupaciones y toco”. Sorprende con canciones dulces y acústicas, como “Listen”, la enorme “Believe These Blues” y “Been Here Before”, en las que canta sobre ser un espíritu viejo que habita en un joven. Hay melodías arriesgadas, de esas alegres pero con letras cabronas, “If You Love Me” y “Trouble”. Y desbarranques azotados y estremecedores: se deja ir y se pierde en los requintos de “Love Ain’t My Favorite Word”, “Hard Times” y “That’s Fine By Me”.
Quizá los ingredientes que le hacen falta a Ingram son kilometraje y colmillo. Si a los veinte años ya domina el instrumento y es considerado un visionario del género, con unos putazos existenciales y un par de volcaduras en la carretera de la vida será el indiscutible rey azul. Eso sí, para ser debut, Kingfish le cierra el hocico de una patada a quienes dan por muerto al blues. El futuro es azul, ojalá que nos quede un mañana para seguir escuchándolo.