"La danza es para todo mundo"

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Foto: larazondemexico

El próximo jueves 8 de agosto, la Compañía DramaDanza estrena Migrantes en el Palacio de Bellas Artes. Es una pieza coreográfica de gran formato dirigida por Rossana Filomarino, que refleja el eterno caminar del éxodo migrante y problemas como el racismo avivado en muchas partes del mundo.

Filomarino nació en Roma, Italia, en 1945 y es, sin duda, una pieza clave para entender la danza contemporánea en México. Ha sido reconocida con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, con la medalla Bellas Artes al Mérito Artístico y el Premio Nacional de Danza José Limón, entre otros. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA y colabora con el Ballet Nacional de México.

En 1990 creó DramaDanza y durante casi tres décadas de quehacer ininterrumpido esta compañía ha profundizado en la fusión de la técnica dancística con tratamientos provenientes del arte dramático y de la danza Butoh. Se ha presentado en los foros más importantes de la Ciudad de México, además de realizar giras a Costa Rica, Ecuador, Canadá, España e Italia. Sus hallazgos artísticos como compañía han marcado pautas para el desarrollo de la danza contemporánea en nuestro país.

Con más de 50 años de trayectoria y más de 70 coreografías de creación propia, Filomarino presenta Migrantes como la última de gran formato que realizará en México, por falta de apoyo gubernamental. De esta pieza y de la falta de apoyos a la danza habla en la siguiente entrevista.

¿Cuál es la apuesta de Migrantes?

Es una pieza con trece bailarines en escena, música original de Rodrigo Castillo Filomarino y dramaturgia de José Alberto Gallardo; además participan veinte estudiantes de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA. El título lo dejé así, sencillo, porque no se me ocurrió nada mejor. Migrantes es muy claro y no necesitamos más para exponer este fenómeno. La gente se interesa por estos temas que nosotros, los artistas, abordamos desde nuevas perspectivas. Mi objetivo es compartir con los espectadores la soledad de estas personas, que ya no tienen nada en la vida más que una lejana esperanza e incluso esa esperanza se les clausura. Además quiero llevar al público a reflexionar sobre qué necesitan los migrantes de nosotros, de nuestra mirada y nuestra ayuda como individuos. Queremos conmovernos ante las peripecias que viven. En la obra hay una escena muy afectiva que es como un recuerdo o un flashback, pero también hay escenas crudas de todo lo que enfrenta un migrante en su camino: violencia y asaltos, entre otras.

La danza y la migración son actos en solitario. ¿Qué relación guardan ambos caminares?

En la danza siempre avanzamos. Aunque trabajamos en condiciones bastante miserables, nunca se parecen a las de un migrante, que está desprovisto de todo bien.

¿Qué se ve en el escenario de Migrantes?

Vemos a una compañía con excelentes bailarines en un continuo tránsito de personas hacia una meta. Vemos a bailarines que entregan una pasión por compartir una metáfora de la vida. La pieza va acompañada de otra, Ditirambos, una danza celebratoria del espíritu dionisiaco de la vida y la creación. Creo que con ese cambio de tono se compensa un poco lo cruel del primer tema.

"En la danza siempre avanzamos. Aunque trabajamos en condiciones bastante miserables, nunca se parecen a las de un migrante, desprovisto de todo bien”.

¿Cuándo comenzó su interés por este asunto?

Es anterior al momento tan crítico que vivimos. El problema del fenómeno migratorio tiene muchos años y sea que ocurra en Europa o México, me conmueve. Por ejemplo en Italia, mi tierra de origen, los migrantes son abandonados en el mar. En todo el mundo se está generando esta falta de acogida. Los que se quedan enfrentan la parte más oscura del ser humano, con ideas como: “Tú no eres de aquí, esto es mío y no te corresponde”. ¿Cómo surge mi interés? No sé. Pero me importa y mucho. No estoy tratando de lucirme con un tema que para México, tanto en su frontera sur como norte, es muy grave. No es una obra oportunista.

¿Por que ésta es la última obra de gran formato que usted decide presentar?

No es una queja, es una observación de la realidad. Me siento privilegiada, mucho más que otros compañeros, de que Bellas Artes me haya dado la posibilidad de montar esta obra. Es una gran ayuda y otros colegas no la tienen, pero las cosas han tomado otra dirección en este momento. En política estamos caminando hacia la cultura comunitaria, el apoyo a las comunidades, y mi trabajo no es para eso. Mis obras son para los grandes teatros y ésta lo es muy en lo particular. Hay obras que se pueden hacer en cualquier espacio cerrado y lo he hecho. Ésta requiere un teatro de grandes dimensiones y luminarias especializadas, entonces propuestas de este tipo están quedando olvidadas. Creo que también habría que poner atención a eso.

Agradezco a la Coordinación Nacional de Danza que me ha dado su apoyo para hacer esta obra, pero sí, sí es la última de este tipo que hago y que requiere este tipo de infraestructura, de condiciones especiales.

¿Es difícil conseguir lo necesario para presentar este tipo de proyectos sin el apoyo gubernamental?

Yo, desafortunadamente, no conozco otra manera de hacer o vender mi trabajo. No lo sé vender. A mis 74 años no me voy a pasar cinco horas al día en las redes sociales, buscando festivales y haciendo convocatorias, porque se me va la vida en eso y quizá no tenga buenos resultados. A eso me refiero cuando digo que no es una queja, sino una observación de la política cultural. Dentro de esos parámetros me siento desfavorecida.

¿Por qué es importante que exista la danza?

En principio, la danza siempre ha estado considerada en un segundo plano. En cambio, me parece que es mucho más accesible que otro tipo de espectáculos, porque la danza se transmite en el mismo momento que sucede, y se transmite no tanto a través del intelecto sino a través de los cuerpos en movimiento, de los que están en el foro y del cuerpo de los espectadores. Así se recibe la danza. Es un excelente medio de comunicación y, creo, uno de los más inmediatos. A eso me he dedicado toda mi vida, amo la danza. Sí creo que se necesitaría un poco más de apoyo, ése es un problema histórico y ahora se ha agravado, porque hay muchos bailarines, hay un ejército de gente que quiere bailar y no hay espacios ni infraestructura para darle trabajo a todas estas personas que pasan años en los estudios de danza. Ése es otro problema. La ventaja es que la danza es accesible para todo mundo, incluso para  personas de distintas culturas y lenguajes porque todos tenemos un cuerpo.

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