En el libro El tango. Cuatro conferencias, Jorge Luis Borges no sólo reconoce su atracción por ese género musical; también afirma que es una forma de conocer las vicisitudes del alma. Los orígenes de esta tradición bonaerense, que según Borges se dieron en los arrabales del siglo XIX, están profundamente ligados a las raíces literarias. Por poner un ejemplo, ahí están los tangos que escribió Julio Cortázar, “La cruz del sur” y “Veredas de Buenos Aires”, que fueron grabados en el disco Trottoirs de Buenos Aires.
Esta herencia literaria y musical vive impregnada en la voz de Nacha Guevara, bailarina, actriz, directora teatral y clown en ciernes. Nació en Mar del Plata, Argentina, en 1940. Su carrera como cantante comenzó a los 28 años, después de un breve pero sustancial paso por los teatros como actriz. En mayo de 1968, en medio de las revueltas estudiantiles, creó el recital Anastasia querida, integrado con versiones libres de canciones basadas en textos de Boris Vian, Violeta Parra y Julio Cortázar, entre otros.
Esa profunda conexión entre la literatura y la música de Nacha Guevara, quien trabajó con poetas como Mario Benedetti y Pablo Neruda, estarán presentes en su concierto Vuelvo, que se presentará en septiembre en la Ciudad de México. En el recital también hará un recorrido por las canciones que definieron su exilio en América Latina y, en particular, en nuestro país, donde vivió durante la década de 1970.
¿Qué sucede ahora con el tango y con la escena musical en Buenos Aires?
Si hay algo que resume esta pregunta es que después de “Cambalache” [canción que nació en los años treinta y fue interpretada por Carlos Gardel], no ha habido nada igual. Esa época no ha sido superada en Buenos Aires. Pienso que “Cambalache” debería ser declarado himno nacional, y con eso en realidad estoy diciendo todo. Aunque en el show que presentaré en México, Vuelvo, el tango no está considerado como elemento central, cantaré algunos. He dedicado mucho tiempo al tango porque es un género extraordinario; es valiente, en él los autores exponen con mucha audacia su dolor y sus penas. Es algo que resulta emocionante. Cuando hago shows de tango los hago completos, pero haré una excepción en este caso en México. A mí me gusta el tango de la década de los cuarenta, de la época de oro, donde hubo poetas y músicos populares, formados, cultos y también muy atorrantes, es decir, que tenían mucha calle. Esa combinación era poderosísima porque no sólo eran músicos y poetas con una sólida formación, sino que también estaban inmersos en la vida dura de la gente. Eso daba un resultado único. Es cierto que en otras épocas han surgido lindos tangos, pero desde mi perspectiva no tienen esa fuerza que sí tuvieron los de la época dorada.
¿Qué concepto de espectáculo presentará en unos días en México?
Un show en sí mismo es complejo porque es una experiencia única. Si el que lo hace tiene cierto talento, la experiencia puede ser excelente. Lo que hace Vuelvo un espectáculo muy especial para mí es que cuenta algunas cosas que nunca he dicho ni en el escenario ni fuera de él. Mi vivencia del exilio y, particularmente, mi estancia en México: éste fue un lugar donde renací. Este país me dio esa gran oportunidad. Es mi segundo hogar. Aquí resurgí porque, al menos para mí, la idea del exilio es como la de una muerte. Se pierde todo: la identidad, la familia, la patria. Todo. México me dio la oportunidad de reparar las pérdidas que había tenido. Por esa razón, este espectáculo está enlazado por muchas anécdotas, mismas que mezclo con canciones, algunas nostálgicas, algunas muy divertidas y que tocan las emociones. Es un espectáculo que tiene mucha verdad. También debo decir que, aunque las emociones no están en el primer plano, es un buen momento para hacer un show de esta naturaleza, que ofrece un repaso a mi vida en esos años como exiliada.
"Tuve la fortuna de encontrar a Mario Benedetti y de trabajar muchos años con él; también con Pablo Neruda. La poesía me ha enriquecido muchísimo como ser creativo”.
¿Cómo continúa su relación con la literatura latinoamericana desde los escenarios?
Bueno, mi relación con la literatura siempre ha sido más cercana a la poesía. Por ejemplo, recuerdo que leí muchas veces durante mi infancia la biografía de José Martí. Su vida provocaba en mí una especial atracción y empatía, sobre todo sus poemas. Eso fue creciendo con el tiempo. Durante la década de 1960 descubrí que quería cantar, pero las canciones que se escuchaban no decían nada, todas hablaban de lo mismo, eran muy similares. A partir de ahí comencé a investigar lo que sucedía en el mundo. Primero inicié con la canción francesa y después tuve la fortuna de encontrar a Mario Benedetti y de trabajar muchos años con él; también con Pablo Neruda. La poesía me ha enriquecido muchísimo como ser creativo, con grandes palabras. Alberto Favero y yo musicalizamos a varios de esos poetas, cuyos textos eran también grandes piezas musicales. Me considero privilegiada de haber tenido ese repertorio y esa riqueza en mi relación con los poetas.
Los escritores que menciona fueron cronistas de su tiempo, como usted con su música.
Algunas de esas canciones y poemas estaban ligados a lo que sucedía en ese momento. Sin embargo, la mayoría de las canciones, al tener una calidad literaria tan alta, estaban absolutamente exentas de temporalidad. Hace poco tiempo presenté todo mi repertorio. Decidí incluir esos temas y resultaron ser bastante actuales. No sé decir si eso es una buena o mala noticia. Tal vez no hemos avanzado tanto como queríamos cambiar.
¿Cómo vive un artista en Buenos Aires en estos días?
Es muy difícil porque estamos pasando por una crisis tremenda, que ha afectado al mundo artístico. Las producciones se han empobrecido, los teatros deben presentar al menos tres espectáculos diferentes cada día para sobrevivir, eso afecta su calidad. No se hacen escenografías importantes porque choca un espectáculo con otro, a veces hay que cortar las obras porque el tiempo es justo. En definitiva, no es el mejor momento para los artistas en Argentina. La otra cosa que pasa es que el mundo de la televisión ha invadido los escenarios. Cada cosa que tiene éxito en la televisión se traslada a los escenarios teatrales y son dos mundos muy diferentes. Absolutamente diferentes. Eso hace que el gusto del público se haya degradado. No es la mejor época para el teatro ni para la música en Argentina, pero creo que es algo que pasa en todo el mundo. Lo que ocurre en Argentina está marcado por la situación económica, pero yo veo que Broadway no saca un producto nuevo desde hace unos quince años: sólo han montado lo que ya hicieron antes. Algo está pasando que en el mundo se aprecia una crisis de creatividad.