Isabel Zapata, el asombro de las ballenas

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Foto: larazondemexico

Una ballena es un país (Almadía, 2019) de Isabel Zapata (Ciudad de México, 1984) es una ventana a través de la cual el lector se asoma a la vida animal. El libro de poemas también funciona como un llamado a discutir la manera en que el ser humano se relaciona con los animales. En entrevista, la autora de Albercas vacías (Argonáutica, 2019) conversa sobre la extensión de las ballenas, las capacidades del tardígrado y las obras de Durero y Melville.

Evocas al tardígrado, conocido como “oso de agua”. En “Elogio de lo minúsculo” le rindes homenaje: “Lo minúsculo siempre se resiste. // Suenan a ficción las cosas pequeñas / pero pensándolo bien, no es extraño / que un oso de agua sea indestructible”. ¿Cómo relacionas metafóricamente los atributos del tardígrado con la literatura?

¡Es lo máximo, el tardígrado! Cuando empecé a leer sobre la capacidad que tiene de quedarse en estado latente durante años y luego regresar a la vida cuando entra en contacto con el agua, me dio bastante envidia. Me pareció un súperpoder maravilloso que me gustaría tener. Saber más del tema me hizo pensar en cómo los seres más pequeños tienen este tipo de características que se nos pasan de lar-go por su tamaño, atributos maravillosos contenidos en cuerpos tan diminutos. Quizá sucede algo parecido en literatura, un territorio en el que importan mucho los detalles: dónde pones una coma, dónde cortas la oración, escoger una palabra en lugar de otra. A los tardígrados podemos aprenderles la atención a lo minúsculo.

En “Espermaceti” citas el capítulo XCIV, “Un apretón de manos”, de Moby Dick. ¿Qué suscita en ti la novela de Herman Melville?

No sorprenderá a nadie que Moby Dick sea uno de mis libros favoritos. Me encanta porque tiene de todo: aventura, sentido del arrojo, amor por el mar, asombro (¡y miedo!) ante la vida marina, filosofía. Desde la primera vez que lo leí, hace unos trece años, las ballenas se me quedaron muy presentes en la imaginación. Melville hizo conmigo lo que ha hecho con millones de lectores: despertó mi curiosidad por estas criaturas fascinantes que se me volvieron una especie de obsesión. Vuelvo al libro con frecuencia y en cada lectura he encontrado cosas distintas, como sucede con las grandes historias que se van transformando con sus lectores y que parecen cambiar por dentro para volvernos a sorprender cada vez que las retomamos.

“Una ballena es un país de fronteras difusas”, aseveras. La imagen vincula al cetáceo con un país —pienso en la anchura, la longitud, la extensión— y posteriormente con una casa. ¿De dónde tu fascinación por las propiedades difusas de las ballenas?

Es que las ballenas son tan extensas en todo sentido, que en ellas cabe cualquier atributo que queramos adjudicarles. Por eso me gusta jugar con sus fronteras o con sus dimensiones, pensarlas como espacios abiertos y no definitivos, como son los países.

Recurres al grabado de un rinoceronte que Alberto Durero hizo en 1515. En la parte superior incluyó una descripción del animal basada en la que hizo Plinio el Viejo (ya que el artista nunca tuvo delante a un rinoceronte). Planteas: “vivimos atados a lo que no podemos ver”. ¿Qué te condujo a diseccionar la ficción de la pieza de Durero?

Él era un gran amante y observador de la naturaleza, y la mayoría de su trabajo en este rubro viene de la observación directa: dibujó puercoespines, liebres, cangrejos, muchísimas especies de plantas. Pero éste no es el caso del grabado del rinoceronte, en el que recurrió a relatos de terceros. Me pareció maravilloso que una de las imágenes más conocidas del rinoceronte fuera, de cierto modo, una obra de ficción, una invención, un chisme pasado de voz en voz. En el poema quería, a través de esta historia, cuestionar los límites entre ficción y realidad.

En “Pulpo” destacas la capacidad de camuflaje del octópodo: “De pronto, en lugar de pulpo es un lenguado / mediano, una serpiente rayada, un camarón mantis o / un pedazo de coral”. ¿Qué significa para ti la capacidad de ocultación de una cosa, dándole el aspecto de otra en la literatura?

Es un poco como lo que hablábamos del tardígrado: el camuflaje me parece otro de los súperpoderes envidiables del reino animal. Los pulpos y las sepias se pueden convertir prácticamente en lo que quieran, ¿te imaginas? Son un cuerpo de pura posibilidad. Y tienes razón, hay algo de este juego de espejos en la literatura, donde siempre estamos hablando de una cosa para hablar de otra.

“El poema no es un artefacto, es un espacio al que se entra”, postulas en “Teoría del caos”. ¿Cómo distingues ese espacio?

Me interesa que el lector entre a este libro sin expectativas de lo que va a encontrar en él: libre de ideas de lo que son las ballenas, de cómo debe verse un poema en la página, de qué tipo de mensajes se pueden encontrar en un libro sobre animales. Por eso me imaginaba más cada texto como un espacio que explorar, en el cual hay referencias y pistas para continuar la lectura por otros medios, por decirlo de algún modo. Una de las cosas que me gustaría lograr con este libro, más allá de tratar de convencer de ciertas ideas a

quienes lo lean, es que después sigan leyendo más sobre animales y cuestionando la manera en que nos relacionamos con ellos.

En “La voz de las ballenas” demuestras tu interés en el lenguaje animal: “Las ballenas, en especial la yurbata y las subespecies de ballena azul, son conocidas por producir sonidos repetitivos con distintas frecuencias que consideramos cantos”. Pienso en Ezra Pound, quien dedicó pasajes de los Cantos a las ballenas: “Fat of the spermaceti whale / gives the clearest / and most beautiful light of any substance known in nature”. ¿De qué manera concibes la luz poundiana?

Justo leí los Cantos de Pound hace poco, después de haber terminado el libro. Los leí como pude: en desorden, saltándome fragmentos para luego volver a ellos, completamente impactada por lo que estaba ante mis ojos. La aparición de las ballenas ahí no sorprende, porque los Cantos son un libro total, un universo en sí mismo.

¿Cuál es el origen del bestiario, aguda reflexión sobre animales y literatura?

Desde que empecé a concebirlo como libro, supe que Una ballena es un país corría el riesgo de ser leído como un bestiario más. Y claro que está inserto en esa tradición, sería necio negarlo, pero quería alejarme de los lugares comunes que hay en ella. No me gusta esa manía de hablar de los animales simplemente para reflejarnos en ellos, de usarlos como espejo: mi intención era ponerlos en el centro del escenario, hablar de sus vidas diarias y de lo que ocurre al margen de nuestra mirada.

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