Es una verdad de Perogrullo decir que cada época, cada momento de nuestra historia, ha llevado a los artistas a experimentar o desafiar las formas clásicas de su tiempo. El teatro, como un acto cambiante, único e irrepetible siempre está lleno de innovación, incluso de manera involuntaria. Ningún acto es igual al anterior, ninguno. Más que otras disciplinas, el arte escénico —incluso desde la escritura— tiene la virtud de transformarse constantemente desde la creación misma. Ejemplos sobran durante el siglo XIX en cuanto a escuelas, propuestas, autores y actores. Entre estos podemos recordar el drama experimental, el teatro del absurdo y escuelas como el Odin Teatret, una apuesta escénica creada por los alumnos de Jerzy Grotowski, quien desde la década de 1960 apostó por desafiar los prejuicios de los autores y del público en la experiencia teatral. En México, más allá de la inclusión escénica tenemos un movimiento cultural que, cada día con más fuerza, está apostando por la experimentación y la fusión. Una muestra de ello es el trabajo que a lo largo de dos décadas ha realizado Demián Lerma, director artístico de Sensorama, con su propuesta de teatro enfocado en la experiencia sensorial.
Lerma estudió dirección artística en la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBA, dirección escénica en la UNAM, música en la Escuela Superior de Música del INBA y comunicación gráfica en la ENAP. Es uno de los pioneros de Sensorama. Gracias a su formación actoral, desde 1995 ha entrelazado en diversos proyectos los códigos sensoriales con el lenguaje escénico. Su trabajo se encuentra en un proceso de investigación continuo.
¿Qué es lo que origina y motiva el tipo de teatro que realizas con tu compañía?
El teatro inmersión sensorial tiene dos orígenes, ambos latinoamericanos: Colombia y México. Su cualidad consiste en hacer teatro para romper las fronteras entre el espectador y el artista; es una sola experiencia, en la que la participación del público es importante. El espectador interfiere en el resultado de la experiencia en cuanto a que se adentra en la escenificación. Su interacción y su respuesta van transformando el resultado de la obra. La compañía que dirijo, Sensorama, lleva más de veinte años trabajando e investigando alrededor del teatro de inmersión sensorial. Por decirlo así, llevamos al extremo cada pieza, desde el escenario a la piel del participante. Trabajamos en una cualidad que se llama silencio visual. Se trata de cerrar los ojos o vendarlos, para movernos en la oscuridad. Lo que nos importa de esta condición es el proceso cognitivo. Al cerrar los ojos cancelamos ochenta por ciento de lo que percibimos de la realidad. Eso traslada la atención y el enfoque del público hacia sí mismo, hacia su propia piel. Si la obra acontece en el cuerpo del participante, los estímulos, las texturas, las posiciones del cuerpo y todos los movimientos interactúan sobre el participante y, por lo tanto, las emociones, la sensación, los recuerdos, las evocaciones y la imaginación del público están siendo provocados. Ese conjunto de estímulos forma parte del discurso de la obra. En suma, los asistentes participan de una manera activa y profunda en cada espectáculo.
"Trabajamos el silencio visual. Se trata de cerrar los ojos o vendarlos, para movernos en la oscuridad. Lo que nos importa de esta condición es el proceso cognitivo”.
¿Cómo manejas la parte ortodoxa y tradicional del teatro? ¿En dónde queda la dramaturgia?
Este tipo de creación abre una nueva puerta a la composición dramática. Tenemos una dramaturgia como tal, existe un texto dramático. La diferencia con el teatro tradicional es que los textos se exploran desde otra perspectiva. Es decir: la dramaturgia también se transforma en cuanto a que la paleta de composición pueden ser los aromas o las sensaciones. Por ejemplo, si estamos trabajando con la memoria, en la dramaturgia existen elementos que detonan los recuerdos del participante como elementos que se cuentan en la historia. Jugamos con el eslogan: “No sólo te vamos a contar una historia, sino que te vamos a hacer experimentar y vivir una historia”. Creo que la dramaturgia explora nuevos horizontes cuando se incluyen otros elementos en el cómo se cuenta un relato.
¿Cuál es la perspectiva para esta forma de arte teatral en la escena mexicana?
En octubre se celebra el Tercer Festival de Teatro Sensorial, del cual Sensorama es anfitrión. En este evento participarán diferentes compañías del mundo, para compartir su quehacer alrededor de esta nueva forma de hacer teatro de inmersión. Entre los invitados están Genny Cuervo, dramaturga y directora que no trabaja necesariamente con el silencio visual, pero sí rompe la frontera entre el espectador y el artista. Ella trabaja con algo que llama hábitat; significa que el auditorio está involucrado directamente en el hábitat de la naturaleza de la obra. Existe una relación, una conexión, un trabajo muy cercano con el espectador y esto incide en el proceso de la obra. Las piezas de Genny Cuervo se desarrollan en espacios no convencionales: se hace teatro fuera del teatro. Desde Brasil se presentará El Principito desde una inmersión de los sentidos, mientras que Sensorama participará con dos experiencias de realidad virtual, que estamos trabajando con un artista visual. Mientras la obra transcurre, tú podrás usar el visor de realidad virtual. Una de las obras es La historia del tiempo; la apuesta es meternos a reconstruir el proceso del tiempo.
¿Qué tan común es este teatro en América Latina?
Nosotros llevamos trabajando más de dos décadas. Prácticamente al mismo tiempo en Colombia inició un proceso similar. Ellos tuvieron tanto éxito que las obras fueron montadas o llevadas a Europa, por ejemplo. Gracias a eso en Barcelona se fundó la compañía Teatro de los Sentidos, que después creció. México y Colombia son precursores de este proceso, junto con Argentina. Gracias a esta explosión en América Latina es que surge este festival, desde el cual queremos mostrar lo que significa este tipo de teatro. Muchas experiencias se viven en los museos de arte contemporáneo, con artistas plásticos, que integran al público como un cocreador de la experiencia.
Todo tipo de teatro, tradicional o no, siempre está en búsqueda de su público o de formar sus propios espectadores. ¿Cómo lo hacen ustedes?
La tesis del festival es que todos tenemos alguna discapacidad, entonces este tipo de arte escénico tiene que ver con la inclusión; así que trabajamos con propuestas para todo público, niños, adultos e invidentes, entre otros.