Novo, Welles y Dolores del Río

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Orson Welles, Salvador Novo y Dolores del Río se reunieron dos veces. La primera fue en Hollywood cuando Welles, ya terminada su excepcional película El ciudadano Kane (1940), planeaba filmar una cinta donde él y la hermosa Dolores fueran los protagonistas. La otra fue en octubre del año siguiente en la Ciudad de México, cuando Dolores intentaba formalizar su matrimonio con el tormentoso cineasta.

De la primera reunión, Rafael Vargas dejó su crónica titulada “Dos o tres episodios mexicanos de Orson Welles” en la revista Nexos (mayo de 2015), disponible en internet. Gracias a una sabrosa crónica del columnista político Jorge Piñó Sandoval —futuro director de la revista rabiosamente antialemanista Presente (1948-1949)— y a un anónimo fotógrafo, se puede saber qué hicieron Welles, su madura novia y Novo, de las 13:30 del martes 14 de octubre de 1941 a las cinco de la madrugada del día siguiente.

Novo y Dolores del Río —con un vestido color negro— esperaron el avión que trajo a Orson Welles a la Ciudad de México. También estaban, a sugerencia de Novo, el hábil Piñó Sandoval y el fotógrafo. A las 13:30 Orson descendió por la escalerilla. Inmediatamente el actor y cineasta le dio a su novia un “sonoro y largo beso” en la boca, mientras Novo se aproximaba para darle un fuerte abrazo. Dolores del Río lo raptó enseguida, como apunta Piñó Sandoval en su columna “Este México!” de la revista Hoy, para cumplir la manda de ir a ver a la Virgen del Tepeyac.

Después de observar algunos milagros y de comprar una gorditas azucaradas se trasladaron al restaurante Manolo, en la calle de López, para una cena íntima. Sin embargo “el ciudadano Welles” se dedicó a oler “los riquísimos platillos, pues llegó sujeto a una dieta estricta que no le permite más que engullir dos tazas de consomé y un filete del tamaño de toda la América Latina”, como escribió socarrón Piñó Sandoval. De ahí se trasladaron al teatro salón Maravillas, propiedad de Goyo Dante, quien recibió a sus visitas con declamaciones exageradas, que llamaron la atención de (¿Alberto?) Misrachi. Entre el público surgió un supuesto espontáneo que interpretó al piano la Rapsodia en Azul, de Georges Gershwin, en honor de Dolores del Río.

"Dolores del Río lo raptó enseguida, como apunta Piñó Sandoval en su columna  Este

México! , para cumplir la manda de ir a ver a la Virgen del Tepeyac".

A fin de no toparse con el noctámbulo rey Carol II y con su amante madame Lupescu, Dolores y Novo fueron al cabaret Leda (en Vértiz, colonia Doctores), al Atzimba (en la Guerrero) y a otros “recientemente infestados por los intelectuales”. Como a Welles no le divirtieron estos sitios, el pintor, documentalista y aún no cineasta Adolfo Best Maugard les recomendó ir al cabaret Primavera (en la calle de Brasil) frente al teatro María Guerrero, más conocido como el María Tepache por las numerosas tepacherías que lo acompañaban. El siniestro cabaret estaba iluminado con luz fluorescente (que da “a la concurrencia aspecto de muerto fresco”) y los músicos interpretaban música americana y jitterbug.

A propuesta de “la infatigable Rosa Covarrubias” remataron en el Tenampa, famoso lupanar cuyo lema era “Aquí es Jalisco”, visita obligada para turistas desde los años treinta. Supuestamente solía concurrir Antonin Artaud, en el primer semestre de 1936, pero más que ponche de granada o de arrayán prefiría adquirir droga en los meandros de la oscura Plaza Garibaldi.

Hacia las tres de la madrugada del miércoles 15, Dolores del Río y sus acompañantes ya habían pagado diez pesos de mordida, según Piñó Sandoval. Los primeros cinco fueron por circular el automóvil en sentido contrario y los restantes porque su chofer, Luis Iturbe, tocó el claxon, prohibido “después de las diez de la noche”, para no embestir a un borracho.

Una segunda entrega de Hoy, bajo la dirección de Regino Hernández Llergo desde febrero de 1937 y ya sin la presencia de su primo José Pagés, documenta gráficamente la visita de

Orson Welles. Lamentablemente no identifica al autor del texto ni al responsable de las fotografías. El anónimo redactor apunta que fueron a las luchas —los luchadores eran entonces una debilidad de Novo; después acudieron al Leda y remataron en el Maravillas.

En una foto aparecen Novo, Welles y Dolores sentados en bancas de madera, divididos tan sólo por la numeración de los asientos. Una mujer abraza a Novo. Es Rose o Rosa, la esposa del caricaturista Miguel Covarrubias. Aunque en su biografía Covarrubias (FCE, 1999) Adriana Williams no menciona esta incursión solitaria, sí consigna —sin fecha— que Orson visitó la casa del matrimonio. Debió ser en octubre de 1941.

En otra foto, Dolores agradece de pie los aplausos que le tributan los modestos asistentes al teatro salón. A su derecha está Orson Welles, sonriente, con lentes oscuros y bigotillo recortado. En otra está Goyo Dante, con elegante traje, moviendo sus brazos para darle fuerza a su declamación. No aparece el espontáneo que interpretó Rapsodia en Azul, ni Misrachi ni Adolfo Best Maugard, cabaretófilo de tiempo completo que quizá se quedó anclado en el Primavera, prometiendo estrellatos cinematográficos a las ficheras.

Orson Welles y Lolita del Río volvieron a verse en la Navidad de 1941, en Hollywood. En febrero de 1942, después de editar The Magnificent Ambersons, el cineasta fue a Brasil en misión cultural. Casi un semestre duraron sus correrías sexuales sin comunicarse con su prometida, por lo que ella terminó la relación que había comenzado en marzo de 1940. En su casa de Coyoacán, en marzo de 1945, Novo recibió a Orson y a Rita Hayworth, su nueva novia y con quien se casaría. Evitó “toda referencia” a Dolores, su vecina contigua.