Olga Tokarczuk elogio del nomadismo

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Foto: larazondemexico

Autora de una docena de obras, divididas entre novelas y relatos principalmente, con el predominio, en el caso de muchas de ellas, de un género narrativo indistinguible y fragmentario, la polaca Olga Tokarczuk (Sulechów, 1962), reciente Pre-

mio Nobel de Literatura junto al austriaco Peter Handke, es sin duda una de las mejores autoras de nuestros días. Una autora de una personalidad, de una fuerza poética y una fe

en la literatura realmente magnética y visionaria. Una autora que vuelve a reconciliar

a los miles de lectores de todo el mundo con los años más gloriosos del Premio Nobel de Literatura. Con lo mejor de su historia.

Narradora, poeta y ensayista, es una de las autoras polacas actuales que más ha logrado conciliar en su país, obra tras obra, una entusiasta acogida crítica junto a un enorme y espectacular éxito de ventas. Tokarczuk forma parte de los autores de su generación más aclamados dentro de casa y más difundidos también fuera de sus fronteras, siendo ella la más traducida a otras lenguas. Una brillantísima generación compuesta por narradores como Andrzej Stasiuk (De camino a Babadag y Taksim, Acantilado) y Pawel Huelle (Castorp, Alianza Editorial y Mercedes Benz (según cartas a Bohumil Hrabal), El Aleph); Marek Bienczyk (Tworki y Melancolía. De los que la dicha perdieron y no la hallarán más, Acantilado), y Magdalena Tulli (El defecto y Zapatos de tacón italiano, Rayo Verde), o bien reporteros y escritores —herederos de la gran escuela polaca, de fama internacional, inaugurada por Kapuscinski— como el excelente Mariusz Szczygiel (Gottland, Acantilado) y los no menos interesantes Jacek Hugo-Bader (El delirio blanco, Dioptrías y Diarios de Kolimá, La Caja Books) y Witold Szablowski (Los osos que bailan. Historias reales de gente que añora vivir bajo la tiranía, Capitán Swing).

Se podría decir que si la gran poesía polaca (los premios Nobel Wislawa Szymborska y Czeslaw Milosz, el magnífico Zbigniew Herbert o la gran figura actual que es Adam Zagajewski) ha reinado de forma estelar y muy dominante en la segunda mitad del siglo XX, desde comienzos del presente siglo, en toda la Europa Central, una brillante nueva generación de narradores, llegados tras grandes figuras totémicas como Kundera y Bohumil Hrabal, ha venido a tomar el relevo. Además de los polacos citados, otros nuevos autores han irrumpido con gran fuerza en el panorama europeo —y ocasionalmente, como es el caso de Krasznahorkai, en Estados Unidos—, siendo traducidos a un buen número de idiomas: el rumano Mircea Cartarescu, editado en España por Impedimenta; el mencionado gran escritor húngaro László Krasznahorkai, publicado íntegramente por Acantilado; la croata Dubravka Ugresic, en Anagrama y Alfaguara; el serbio Goran Petrovic, de imaginación portentosa, editado en Sexto Piso; la checa Radka Denemarková (El dinero de Hitler, Galaxia Gutenberg) o el bosnio Velibor Colic (Manual de exilio), hoy residente en Francia y editado por Periférica.

Comprometida políticamente con la izquierda, ecologista y vegetariana, Tokarczuk, militante del partido de Los Verdes, ha sido siempre muy crítica con las posiciones de ciego ultranacionalismo que abundan actualmente no solo en su país, sino en otros muchos europeos. En una ocasión diría:

Es duro ser polaco, ¡en algunos momentos apesta, es un mal karma! Debido a Auschwitz, por supuesto, aunque no solo por ello. Es una historia larga, dolorosa, un combate continuo contra sus complejos de inferioridad. Y a veces de superioridad.

Licenciada en Psicología por la Universidad de Varsovia, psicoterapeuta de profesión, Tokarczuk trabajó de forma voluntaria durante una época con jóvenes afectados por desórdenes mentales. A partir de 1997 se dedicaría por entero a la literatura. Una literatura exigente, poco pegada a lo real y de un soberbio y deslumbrante trabajo con el lenguaje. Una percepción del mundo y de la realidad que en su obra se veía continuamente atravesada por otros muchos estímulos e inspiraciones. El cuento filosófico convivía con total naturalidad con una intriga policiaca de corte metafísico o bien lo fantástico y los cuentos populares se mezclaban sin cesar con acontecimientos auténticamente sucedidos de la Historia, como ocurría con su primera obra traducida al español, Un lugar llamado Antaño, de 1995. Así lo explicaría esta autora:

En Europa Central no estamos acostumbrados a una narración lineal clásica (...) Polonia fue una potente nación desaparecida de los mapas durante más de cien años. Por esa razón no nos fiamos de lo que nos dicen que tenemos que creer.

"¿Cómo narrar en clave fantástica, como si se tratara de una leyenda, la historia de un país a lo largo de un siglo? Es lo que hizo Tokarczuk con Un lugar llamado Antaño".

Un dolor fantasma por las partes que sucesivamente le fueron amputadas a su patria a lo largo de la Historia, que Tokarczuk haría reencarnar a través de uno de los muchos personajes que protagonizan el apasionante cruce de caminos, seres humanos e historias que son Los errantes: el cirujano flamenco Philip Verheyen (1648-1710), primer teórico del miembro fantasma, el que se sigue sintiendo a pesar de una amputación.

Premiada en dos ocasiones con el Premio Nike, el más importante de Polonia, equivalente al Premio Goncourt en Francia o al Booker en Gran Bretaña, su novela Sobre los huesos de los muertos fue llevada al cine en 2017 por la directora Agnieszka Holland. Otras de sus principales obras son: El viaje de los hombres del Libro (1993); Casa diurna, casa nocturna (1998); Historias últimas (2004, donde narra una historia de Polonia y Ucrania, a través de las experiencias de tres mujeres de la misma familia: abuela, madre e hija); Los errantes (Bieguni), 2007, Premio Nike 2008 y Premio Man Booker Internacional 2018; los ensayos La muñeca y la perla (2000) y El momento del oso (2012), y su monumental novela histórica Los libros de Jacob (Premio Nike 2015). Una novela que se convirtió en un auténtico bestseller en su país, llegando a vender 80 mil ejemplares.

Es sumamente ecléctica, con una gran variedad y multiplicidad de temas y universos elegidos a lo largo de su carrera, temas trabajados de forma exhaustiva, con una obsesiva y detallista, casi mística minuciosidad, así como con numerosos desplazamientos efectuados para lograr la más exacta documentación. Así sucedía con Los hijos de Jacob pero también con ese homenaje al viaje, al nomadismo y a la movilidad, al perpetuo movimiento que no solo caracteriza al ser humano sino a las especies animales, presente en Los errantes. La biografía de esta escritora singular y perfeccionista tendría mucho que ver con las razones que la Academia sueca esgrimió para hacerla merecedora del galardón: “Tokarczuk posee una imaginación narrativa que, con una pasión enciclopédica, representa el cruzar fronteras sin cesar”.

Una viajera nata que no siempre estuvo embarcada en aviones o trenes. Al comienzo, como otros muchos escritores, sus viajes fueron a través de los libros. Algo que pudo hacer desde muy joven gracias a la biblioteca de la cual su padre era director. Allí nacería también, muy precozmente, su pasión por el enciclopedismo. Sus padres, profesores, trabajaban en una Universidad Popular, la Klenica Uniwersitet Ludowy, instalada en un viejo castillo, en pleno campo polaco. Una isla aparte de todo. Allí pasó Olga su infancia, en una especie de falansterio o apartado kibutz del comunismo. Una escuela libre y libertaria, inspirada en las ideas de un pedagogo danés, Nikolai Grudtvig, del siglo XIX, cuyo modelo, al menos durante un tiempo, fue financiado por el Estado comunista. Una docena de maestros y un centenar de niños vivían juntos, llamando a los adultos tíos y tías. A los diez años, Olga —lo que ella más tarde recordaría como “una expulsión del paraíso”— tuvo que volver a una vida normal con sus padres, cuando aquellos establecimientos pedagógicos fueron cerrados.

¿Cómo narrar en clave fantástica, como si se tratara de una leyenda, una fábula o un poema épico, la historia de un país a lo largo de todo un siglo? Es lo que hizo Tokarczuk con su espléndida novela Un lugar llamado Antaño (Lumen) al componer una seductora y terrible metáfora de Polonia, dentro del reducto cerrado y mínimo de un pueblo imaginario de donde las gentes parten a lugares tan reales como Cracovia, Vladivostok, Italia o Brasil. Lugares que convivirán con lo que es presentado como “centro del universo”, Antaño, un país de cuentos donde se producen “cosas inexplicables e insólitas” que, sin embargo, guardan un inquietante y siniestro parecido con la historia puntual y oficial que se narra a los niños en las escuelas. Una historia sufrida por sus padres y abuelos, como sucedió en el caso de las largas dictaduras comunistas del centro y del este de Europa.

"Apasionada por la obra de Blake y por la astrología, la protagonista de Sobre los huesos de los muertos establece misteriosas conexiones e incluso hipótesis que plantean una posible venganza de los animales".

Otra de sus más celebradas y traducidas obras sería Sobre los huesos de los muertos (Océano, 2015 y Siruela, 2016), novela que con la apariencia de una intriga criminal y metafísica de trasfondo rural, significaría el fuerte compromiso de la autora con el ecologismo. O, si se prefiere, con la lucha por preservar una naturaleza y un mundo animal libre, de enorme riqueza, cada vez más amenazado y en peligro. En ella, una ingeniera retirada, Janina, que enseña inglés en una pequeña escuela, se enfrenta junto a la policía local a un extraño caso de muertes violentas que se suceden en la tranquila localidad de los Sudetes, junto a la frontera checa. Apasionada por la obra de Blake y por la astrología, Janina establece misteriosas conexiones e incluso hipótesis —más o menos descabelladas para los lugareños— que plantean una posible venganza por parte de los animales hacia los cazadores que les acechan día y noche.

Por su lado, la monumental novela Los hijos de Jacob, de más de mil páginas, significaría un enorme desafío en la carrera de esta autora. Un desafío en el que invertiría varios años y un sinfín de apasionantes investigaciones. La historia gira en torno a una secta de disidentes del judaísmo del siglo XVIII, guiados por un falso Mesías llamado Jakob Frank. En una época, el Siglo de las Luces, en que místicos, alquimistas, magos y herejes se alternaban con fieros defensores de la Razón, y en la que sin cesar se debatían nuevas visiones de la sociedad, el sistema de creencias que defendía Frank, muy próximo a la Revolución Francesa, venía a encar-nar una especie de acto de emancipación. Emancipación dentro de un universo feudal petrificado, dominado por los prejuicios religiosos y por el inmovilismo.

Por último, Los errantes, de 2007 (Anagrama), galardonada con el Premio Man Booker Internacional 2018, sería otra de sus más ambiciosas y deslumbrantes obras. En ella, conformando una especie de mosaico, se reúnen narraciones que tienen como origen el viaje, relatos que rozan lo fantástico alrededor de sucesos históricos singulares, reflexiones sobre el cuerpo, la muerte, la soledad o las migraciones modernas, pero sobre todo, un universo que no deja nunca de desplazarse. Una novela o puzle que avanza a base de fragmentos en los que se reúnen y se dan la mano peregrinos (en algunos países, como Francia, apareció traducida como Los peregrinos) al encuentro de otros peregrinos, atravesando las más diversas épocas, desde 1600 a 2005. También una larga serie de lugares: Polonia, San Petersburgo, Amsterdam, Leipzig, la isla de Vis (Croacia), Nueva York o Nueva Zelanda. Viajes de turistas se entremezclan con aventuras científicas o espirituales de los siglos XVIII y XIX. Los lugares de encuentro son igualmente tan variados (bares, hoteles, estaciones, aeropuertos, museos, redes) como los medios de transporte que utilizan: barcos, autobuses, metro, trenes, aviones, internet o bien caminatas a pie. Unos viajes, a la búsqueda de sí mismo, que no solo encarnan los seres humanos, sino también los animales, el mundo vegetal o incluso las bacterias. Y un mundo que sin cesar confronta a los que pasean por él a desconfiar de las más “veraces” y fidedignas certidumbres unívocas, como se dice en esta magnífica obra:

El mundo es algo vivo y vibrante. No existe ningún punto cero susceptible de ser memorizado y comprendido en su totalidad (...) No existe mayor ilusión que un paisaje, ya que lo fijo e inmutable no existe.

Sobre dogmas y herejías según la Nobel

“Escribo para abrir la mente de los lectores y presentarles nuevas perspectivas. Busco que la gente se dé cuenta de que lo que parece obvio no es tan obvio, que uno puede observar una situación cotidiana desde un ángulo distinto y encontrarle otros sentidos y niveles de lectura. Para eso es la literatura, para expandir la conciencia y la habilidad de interpretar nuestras vidas”.1

“En nuestro mundo postcreyente sigue habiendo herejes, ahora están fuera de la Iglesia. Son los economistas y sociólogos que exponen nuevas ideas, los que hacen ecoterrorismo y también las feministas, por supuesto, las radicales y las moderadas. En Polonia incluso las cuestiones de género son consideradas heréticas. Los católicos polacos consideran inaceptable el mero concepto de género. Volviendo a la religión: lo que ocurre hoy es muy diferente de lo que pasaba en la era de Cristo o del emperador Nerón, pero la palabra hereje no ha cambiado. El papel de la herejía es confrontar los dogmas incuestionables, revisarlos y deshacerse de ellos. Por eso es tremendamente benéfica”.2

“Entre las mujeres borradas por la historia está la poeta Elżbieta Drużbacka, autora de poesía barroca e íntima que todavía se siente muy moderna. Solo polacos muy eruditos han oído hablar de Drużbacka. El mecanismo de interpretación de la historia es cruel: borró de forma irresponsable a las mujeres de novelas y libros de texto. Es el mismo mecanismo que las eliminó de los documentos sobre el movimiento Solidaridad. Muchas estuvieron involucradas, pero nadie las menciona”.3

“En general, la respuesta patriarcal a la emancipación de la mujer es ponerle el estigma de la histeria. No debe sorprender que esa palabra naciera con Freud justo cuando comenzaban los movimientos a favor de las mujeres. Histeria es una palabra mágica. Cuando quieres frenar a tu oponente, o borrarla, la llamas histérica. Janina, la heroína de Sobre los huesos de los muertos, no puede permanecer indiferente al cruel asesinato de los animales... y los hombres la llaman histérica”.4

“La carne producida en laboratorios o en incubadoras domésticas podría llevar a la humanidad a una dimensión totalmente nueva. Vivimos en medio de un matadero y de alguna manera logramos ignorar ese hecho. La carne pura podría terminar con esa masacre. Nuestros bisnietos van a contar historias de escándalo sobre la brutalidad con la que sus ancestros asesinaban animales. Cada hogar tendrá una pequeña incubadora: pondrás ahí un pequeño pedazo de tejido y en uno o dos días se desarrollará una pierna de pollo”.5

Notas

1 Michal Gostkiewicz, “Olga Tokarczuk: ‘Literature is meant to provoke thought”, DW, 11 de octubre, 2019, consultado en línea: dw.com. Traducción: Julia Santibáñez.

2 Klara Kubícková, “Creating a World Where Women Have Power”, Krytyka Polityczna & European Alternatives, 25 de mayo, 2017, consultado en línea: politicalcritique.org Traducción: Julia Santibáñez.

3 Idem.

4 Idem.

5 Idem.

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Portada del libro "Overol, apuntes sobre narrativa mexicana reciente".