Sergio Freidberg: filosofía, física y urbanismo

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Foto: larazondemexico

A unos pasos del bullicioso centro de Coyoacán me sumergí en un patio de silencio monástico para encontrarme con Sergio Freidberg, promotor del uso de la bicicleta, quien el 14 de octubre pasado viajó a Bilbao, España, para recibir el premio Architecture MasterPrize 2019 por la creación de Baumracks. De clara influencia minimalista, los Baumracks son rectángulos de acero que permiten amarrar dos bicicletas a un espacio seguro, asegurando las dos ruedas de cada una. Están basados en la proporción áurea; detrás de su sencillez esconden un complejo entramado de reflexiones en torno al hombre y su convivencia con la ciudad. Su diseño es un guiño a una trayectoria dedicada al pensamiento y, por supuesto, a las implicaciones de ese sistema de transporte en las ciudades contemporáneas. Entre los elevados muros de la casa del diseñador mexicano, que evocan los patios conventuales del siglo XVI o quizá la blanca arquitectura de Tetuán, al norte de Marruecos, y mientras la lluvia salpicaba en el espejo de agua, celebramos el premio con una breve charla sobre su trayectoria e influencias.

Tú eres filósofo de formación, ¿cómo llegaste de la filosofía a la arquitectura?

Originalmente soy físico. De niño decía que quería ser inventor y creo que por eso me metí a estudiar física como primera carrera. Creo que la arquitectura es para mí una combinación de la física y la filosofía, pero no creo que por haber estudiado ambas me haya vuelto un creador. La verdad es que cuando la gente me pregunta qué hago yo digo que soy un vago profesional; treinta años de experiencia me respaldan.

Pero la física antes era considerada filosofía natural, así que van de la mano.

Debería ser así. Hace siglos la física debió haber sido bastante filosófica, hoy en día más bien la academia la ha vuelto una aplicación de descripciones matemáticas a una realidad. Pero la formación como físico me permitió entender los materiales. Soy muy instintivo en cuanto a qué puede funcionar y qué no, qué esfuerzos se exponencian en un ángulo o en una situación de palanca, por ejemplo. Se me ha dado así: desde la intuición conozco cómo funcionan los materiales.

En el diseño del rack premiado se ve ese interés por la materialidad, aunque también es muy minimalista. ¿Ahí aparece la filosofía?

Claro, ahí está. Hay gente que diseña casas de acuerdo con una serie de necesidades o un canon, pero para mí se trata más bien de diseñar una forma de ser, una forma de vivir. La casa es el ethos, la manera de ser del hombre. Yo siento el rack más cercano a la filosofía, aunque no puede funcionar sin la mecánica de la física. Existe una coherencia con el material, es acero y si le pones ángulos rectos estás traicionando al material, pero el cruce más importante de este diseño y la filosofía viene del interés de responder por qué ha llegado el ser humano a donde está ahora. Ése es el fondo del asunto. Esto lo abordó ya el pensador austriaco Iván Illich: el individuo medio dedica más de la mitad de sus horas de vida consciente al automóvil, ya sea para transportarse en él o para pagarlo. Eso es grave. El ser humano está siendo un esclavo de la máquina.

"Lo importante es que cuando tú vayas a algún lugar puedas amarrar tu bici a un espacio seguro. De ahí surgió el Baumrack  ”.

Tú has viajado por el mundo en bicicleta, ¿cómo ha informado esa experiencia personal el trabajo que has desarrollado?

Este diseño es el resultado, pero lo que hay detrás es toda una existencia. La bicicleta no es sólo un regalo de Día de Reyes, ha sido mi vida. Ofrece, por supuesto, un medio de transporte, pero además beneficia la ciudad. Diseñé este objeto porque soy muy creyente de que el espacio público no puede seguir ocupado por el quince por ciento de la población que tiene automóvil; en el área que ocupa un automóvil caben entre siete y diez ciclistas. El asunto de la contaminación es uno, sí, pero el grave problema del automóvil es también el espacio que ocupa. Entonces el uso de la bicicleta implica una reapropiación del espacio público y también es libertad; cuando eres un niño o un adolescente y te regalan una bici, te están regalando la posibilidad de ser libre. Encima es liberador porque ya no dependes de un corporativo que te provea el vehículo ni las refacciones y no te ata a pagar mensualidades. Finalmente, la bicicleta también es un igualador social, en la misma ciclovía andan el hijo del hombre más rico con la gente más sencilla. En ese sentido no es que la bicicleta vaya a acabar con la desigualdad, pero hay mucho más contacto social y nos pone a todos en el mismo nivel.

Parece que hemos dado una vuelta de regreso a Iván Illich. Eres un gran lector de su trabajo, lo conociste personalmente, ¿cómo ha influido su pensamiento en lo que diseñas?

En el libro La convivencialidad él habla sobre cómo se fueron extendiendo las ciudades y cómo hemos llegado a que el individuo medio viva para su coche, circunstancia que a Illich le parece trágica. Y bueno, tú conoces la orientación que tuvo: humanista, anarquista, fue un judío vuelto jesuita y luego abandonó la orden. Su perspectiva es obviamente crítica al sistema, sobre todo al sistema financiero, economicista, y en su pensamiento el dinero no es un criterio. Entonces cuando dice que el hombre dedica su tiempo de vida al automóvil eso es significativo; el dinero es conceptual, en cambio, si le estás dedicando la mitad de tu tiempo, ahí hay un elemento que sí es valioso, ¡se trata de tu vida! Cuando él habla de soluciones convivenciales, lo que plantea es que no lleguemos a ese callejón sin salida en el que lo que parece ser una ventaja y una solución, termina siendo un grillete. Él toma la convivencialidad como una cualidad de las soluciones propuestas, pero sin duda tiene que ver con una manera de hacer más humanas y sociales las ciudades.

¿Crees que el objeto que diseñaste puede tener un impacto en esto?

Bueno, ésa es la idea. Yo fui promotor de ciclovías en los años noventa y luego me di cuenta que no eran tan necesarias, porque puede haber convivencia entre vehículos y bicicletas. Lo más importante es que cuando tú vayas a algún lugar puedas amarrar tu bici a un espacio seguro. De ahí surgió el Baumrack, por eso es una sola pieza de acero con un anclaje mecánico y químico, y con una forma que permite asegurar ambas ruedas. Además, buscaba una solución que fuera económica y de un diseño muy neutro, de modo que pueda dialogar igual con un patio colonial que con un edificio contemporáneo. Un rack seguro y eficiente es lo que realmente incentiva el uso de la bicicleta.

[caption id="attachment_1056261" align="alignnone" width="696"] Foto: Cortesía del artista[/caption]

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