Tras las huellas del asesino

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Por iniciativa de Héctor de Mauléon, Mauricio Montiel Figueiras y Alejandro Borrego surgió un nueva editorial independiente, cuyo propósito es rescatar libros esenciales —novela, cuento y crónica— de autores fallecidos. Los libros del Caronte inició con la publicación de un volumen un tanto olvidado, pieza nodal para entender la evolución de la literatura policiaca: Maximilien Heller, de Henry Cauvain (París, Francia, 1847-Lausana, Suiza, 1899).

El vecino de Heller, Louis Guérin, es acusado de envenenar con arsénico a su patrón, Bréhat-Lenoir, un banquero millonario. Sólo lleva ocho días trabajando a su servicio, y pese a que no hay pruebas que lo incriminen, el comisario Bienassis le comunica a Heller que Guérin podría ser llevado a la guillotina. Heller es testigo de esta acusación, mientras lo acompaña un médico que le fue enviado por un amigo para ayudarlo a mejorar su salud. A sus treinta años, Maximilien Heller vive prácticamente encerrado, sin expectativas, con un gato negro. Cuando el comisario lo involucra en este caso, para que dé referencias sobre Guérin y diga si pudo haber asesinado a su empleador, una chispa se enciende en los ojos de Heller, deja atrás el desasosiego y se enfoca en una serie de acciones cuyo objetivo es demostrar la inocencia de Guérin. En ese momento, como si se tratara de un pacto por el honor, inicia la amistad y el trabajo en equipo entre el médico y Maximilien Heller; cabe mencionar que el médico participa de manera menos activa, casi como receptor de la información y resolución de pesquisas de Heller, quien aplica sus conocimientos de medicina forense, química, armas, jeroglíficos y, por si fuera poco, es un hábil maestro del disfraz.

Sin ser un detective, Heller encarna a uno de ellos. Su depresión desaparece cuando se da cuenta de que sus conocimientos pueden salvarle la vida a un hombre. La mente lúcida del protagonista, las pistas que resuelve, la manera en que Henry Cauvain logra que el lector no pierda de vista cada detalle de la historia y sea tratado de una manera igual de inteligente que los razonamientos de Heller, hacen que este libro sea memorable y fundamental en la literatura policiaca.

¿Por qué es importante Maximilien Heller? ¿Qué rasgos en común tiene su personaje con otros que han terminado por revelar notables habilidades detectivescas? ¿Qué hay antes y después de este libro de Cauvain?

"Sin ser un detective, Heller encarna a uno de ellos. Su depresión desaparece cuando

se da cuenta DE que sus conocimientos pueden salvarle la vida a un hombre".

La aparición de la figura del detective en la narrativa ocurrió de la siguiente manera. En 1841, Edgar Allan Poe publica Los crímenes de la calle Morgue, donde aparece Auguste Dupin, primer detective que estudia los casos bajo una perspectiva analítica. Dupin es un aristócrata empobrecido que reside a las afueras de París. Para combatir el aburrimiento utiliza su inteligencia. La melancolía es parte de su naturaleza y las normas sociales lo tienen sin cuidado. Es aficionado a solucionar enigmas, acertijos. Aunque no es propiamente un detective, sabe que un crimen puede resolverse si se observan los hechos desde la perspectiva del asesino. Como bien apunta el crítico literario español Rafael Narbona, “Poe creó el género policiaco. Inventó un tipo de ficción donde el ingenio desempeña un papel fundamental, tejiendo y destejiendo enigmas” (http://elcultural.com/edgar-allan-poe-el-genio-deductivo-de-auguste-dupin).

Después de Dupin, sigue Maximilien Heller, novela publicada en 1871, anterior al Estudio en escarlata, de Arthur Conan Doyle (1887), donde aparece por primera vez el personaje de Sherlock Holmes, detective que destaca por su inteligencia, hábil uso de la observación y del pensamiento deductivo. Es un hombre frío, calculador e irónico, fuma tabaco, le gustan las galletas, es un excelente pugilista, diestro en el uso de disfraces, toca el violín y se siente cómodo en la época victoriana. Holmes es adicto a la cocaína, en tanto que Heller lo es al opio.

El detective que nace en el siglo XX, tomando un poco de Dupin, Heller y Holmes, es Hércules Poirot, que aparece en relatos y novelas de Agatha Christie: 32 novelas y 50 cuentos, publicados entre 1920 y 1975. Poirot se diferencia de los anteriores en que es un devoto católico, engreído, egocéntrico, un jubilado con mal genio. Impresiona a los demás por el buen funcionamiento de sus “células grises” —así les dice a sus neuronas—, que contribuyen a que resuelva enigmas. En cierta ocasión, Agatha Christie comentó que si ella hubiera tratado al detective Poirot seguramente le habría caído mal.

Personajes como Auguste Dupin, Maximilien Heller, Sherlock Holmes y Hércules Poirot sentaron las bases de la literatura policiaca, un tipo de narrativa que entró a la escena del crimen de manera sólida y ganó popularidad con Sherlock Holmes, el personaje de Conan Doyle.

Si bien la figura del detective se forjó con rasgos comunes como el empleo del razonamiento deductivo, el uso de los disfraces, la habilidad para descifrar mensajes y símbolos, y cierto estado melancólico, en la segunda mitad del siglo XX los investigadores adquirieron atributos relacionados con sus vicios, torpezas y obsesiones.

De este modo resultan más cercanos a la noción de que es preferible reírse uno mismo de los propios defectos antes que los demás, acaso para que cuando los otros lo hagan se rían con menos intensidad.

Henry Cauvain, Maximilien Heller, prólogo de Élmer Mendoza, traducción de María Virginia Jaua, Editorial Los libros del Caronte, México, 2019.

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