Carla Guelfenbein: Gabriela Mistral como personaje

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Foto: larazondemexico

Tras Contigo en la distancia, Premio Alfaguara de Novela 2015 y basada en la vida de Clarice Lispector, la chilena Guelfenbein se asoma de nuevo al paisaje interno de las escritoras. En La estación de las mujeres da voz a Gabriela Mistral a través de cartas reales que envió a Doris Dana, su amante y albacea. Su relación es  uno de los hilos narrativos fundamentales en la novela.

Ningún latinoamericano antes de Gabriela Mistral recibió el Nobel de Literatura: en 1945 ella estrenó el podio para nuestra región del mundo. Casi 75 años después es la única latina en haberse llevado el reconocimiento. Ahora deviene un personaje en La estación de las mujeres (Alfaguara, 2019), donde Carla Guelfenbein baraja un coro de voces femeninas y temperaturas emocionales que indagan en temas como la identidad, el desamor, el andar vital en compañía de otras mujeres y, sobre todo, la espera como condición de género durante siglos. Pero se acabó, afirma la autora chilena de origen ucraniano: ya no esperamos, tiramos la puerta que nos impide el paso.

Así, Guelfenbein. No pidió permiso para retratar a Mistral inseguramente enamorada de Doris Dana, aristócrata y 31 años menor. Ni para explorar la huida de Anne, otra personaja de la novela, como una posibilidad de búsque-da de sentido. Tampoco averiguó cómo era aconsejable indagar en la historia de una mujer en situación de calle o en la de una chica de familia decente que se atreve a dinamitar certezas para firmar con su propio nombre.

Segura, como Antonio Machado, de que la verdad también se inventa, Guelfenbein parte del oficio literario para hilvanar un collage de ecos femeninos que celebran, se duelen, inquietan y se inquietan. Que respiran. En la reciente FIL Guadalajara presentó La estación de las mujeres, su octavo libro.

ORFANDAD Y ANOREXIA

Me parece que he tenido muchas vidas. A los 17 años vivía en Chile y tomaron presa a mi madre. Estuvo desaparecida; al volver ella a casa salimos de inmediato del país. Mis abuelos huyeron de Ucrania por la persecución a los judíos, así que eso implica un desarraigo atávico en mi línea familiar. Es parte de mi relación con la escritura. Llegué a Londres y me sentí en el centro del mundo. Se me abrió una nueva perspectiva sobre mí, como chilena y mujer. Más tarde murió mi madre y sufrí una dura soledad: estaba en un país extraño, cuyo idioma me era difícil, era huérfana. Se me vino abajo el mundo, tuve problemas de anorexia. Me costó acomodar todo de nuevo. Al volver a Chile, diez años después, ni yo ni el país éramos los mismos.

HACER QUE TODO ESTALLE

Cuando escribo me interesa reproducir cómo somos. Margarita, protagonista de La estación de las mujeres, es uno de los personajes más reales que he creado en ese sentido. La anécdota inicia cuando ella está aguardando, sentada en una banca frente a la universidad donde su esposo es maestro. Tiene la sospecha de que la engaña y espera verlo salir llevando del brazo a una chica joven. Le dolería, claro, pero al mismo tiempo quiere hacer estallar todo, destruir su mundo para armarlo de otra forma. Es un momento contradictorio y, por lo mismo, humano.

GABRIELA MISTRAL

Fue un desafío convertirla en personaje. Como yo no estaba segura de que la novela fuera publicable, me di libertad de hacer lo que se me antojó. Por ejemplo, cito algunas de las muchas cartas de Gabriela a Doris Dana, donde Mistral se refiere a sí misma en masculino, como si fuera un hombre. Nunca pasó por mi mente qué ocurriría con los derechos. Sin embargo, sí me puse una restricción de tipo ético: yo no hablaría jamás en voz de la poeta. Cuando terminé de escribir llevé el texto a mi editora en Alfaguara y dije tengo esto, no sé si pueda publicarse. Lo leyó, se fascinó y lo mandó a España, donde también murieron de gusto. La editorial apostó por el libro y resolvió los asuntos legales.

NUEVA YORK Y LAS MUJERES

Hay un elemento de azar en el hecho de que la novela suceda en Nueva York. Viví un mes allá, comisionada por la Universidad de Columbia para escribir otro trabajo de ficción. Ahí surgió La estación de las mujeres y pensé: ya veré qué hago con el texto pendiente. Sentía la urgencia de escribir sobre mujeres, quizá motivada por movimientos feministas y grupos en los que he participado.

LA PROVOCACIÓN HOLZER

Como Doris y Gabriela se conocieron en el Barnard College de Columbia, fui allá y me senté en una banca de piedra, que estaba cubierta de textos feministas, muy provocadores, firmados por Jenny Holzer. Me puse a leer su trabajo, fascinante, y comencé a entretejer frases suyas en el libro a la manera de otra voz en diálogo. De nuevo, no sabía si podría publicarse de ese modo, pero disfruté transgredir códigos propios de la novela. Al final obtuvimos la autorización de Jenny para incluir sus frases.

NO TOCAR LA PUERTA

“Esperar es desaparecer” es una frase que en el libro tiene muchas connotaciones relativas a la historia de las mujeres. Durante generaciones vivimos en los márgenes del mundo, esperando que nos invitaran a participar en la toma de decisiones. En los últimos años ya no tocamos la puerta: entramos. Eso está presente en la novela.

REFERENTES LITERARIOS

Clarice Lispector es para mí un norte en cuanto a aspiraciones literarias. Mi Contigo en la distancia, ganador del Premio Alfaguara, está inspirado en ella. No aspiro a escribir como Clarice, sería irreal, pero sí hay elementos determinantes para mí en su escritura, como la abstracción y las metáforas, tan disímiles. Siempre estoy leyéndola, converso con su prosa. Por otro lado, he leído mucho a los japoneses. Yasunari Kawabata, Junichiro Tanizaki y Kenzaburo Oé han sido centrales para mí en cuanto a la transparencia y concisión del lenguaje, la levedad del texto.

PROTESTAS EN CHILE

Lo que ocurre en Chile era necesario. Nos consideraban el oasis de América Latina, pero todo se construyó sobre premisas falsas. Están privatizadas las pensiones, la educación,  la salud, los bancos, todo. El 18 de octubre, un millón trescientas mil personas nos reconocimos en la calle como pares. Dejamos de mirarnos con recelo para decir: todos estamos siendo abusados. Fue bello, lloramos. Aunque soy antiviolencia, creo que la violencia desatada al inicio fue la que obligó a los miembros del Congreso a salir de sus casas para encontrar salidas: propusieron abolir la Constitución de 1980, establecida por la dictadura. Hoy, sin embargo, creo que la violencia proviene sobre todo de narcos, la porra de Garra Blanca y grupos marginales que no representan a la ciudadanía, y debe parar ahora mismo si no queremos terminar mal. Tenemos un camino difícil por delante, los gestos de los políticos son ambiguos y Piñera es un timorato.

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