1.Cuántos libros puedes contar en tu biblioteca.
No estoy seguro. Entre cinco mil y seis mil. Es el máximo número de volúmenes que puedo controlar, a partir de esa cifra empiezo a no conocer mi propia biblioteca, a comprar libros que ya tengo, a buscar como loco en internet o en bibliotecas públicas o en tiendas libros que están ahí, frente a mis narices, y que soy incapaz de ver por culpa del exceso. La idea es no comprar más estanterías Billy, de Ikea, que las que compramos cuando nos mudamos a este apartamento, para que de algún modo ellas regulen la relación que tenemos con los libros, con nuestro archivo, con nuestra colección (hablo en plural porque incluyo a mi esposa, la traductora y profesora Marilena de Chiara). Las estanterías blancas llenas de libros recorren las paredes de nuestra casa como una segunda piel: estudio, pasillo y comedor. Esos anaqueles miden, regulan el número que podemos tener. Por supuesto hacemos trampas: hay libros en nuestras mesitas de noche, en el lavabo, y en ese número aproximado no he incluido los libros de los niños, que ya deben de ser más de trescientos. En uno de los ensayos de Contra Amazon cuento que en la casa de mis padres, cuando yo era pequeño, no había libros. Era importante para Marilena y para mí que el papel, la ilustración y la literatura formaran parte de la vida de nuestros hijos desde el primer momento. Si hasta tienen libros de baño...
2. ¿Cuál es el título del último libro que compraste?
Un cómic: Black Panther, con guión de Ta-Nehisi Coates. Me interesó mucho su ensayo Entre el mundo y yo, que publicó hace un par de años Seix Barral en traducción de Javier Calvo, una suerte de carta a su hijo para explicarle el racismo y para que entienda que su cuerpo negro siempre va a estar en tensión con los diferentes mecanismos de biocontrol del Estado. Es uno de los columnistas más leídos de Estados Unidos, un tipo serio, comprometido políticamente, de modo que me encantó descubrir que es guionista de cómics de superhéroes. Me interesa mucho ese tipo de escritor. Hace poco supe que también Gómez de la Serna hizo sus pinitos en el mundo del tebeo. Julio Cortázar escribió algún guión, no demasiado bueno, por cierto, pero lo que me importa es el gesto, la apertura. Para mí un escritor que sea meramente literario es mucho menos atractivo que un escritor que se abre a otros lenguajes artísticos. Por eso admiro tanto a los artistas que además son excelentes escritores, como Alberto García Alix, Verónica Gerber Bicecci o Joan Fontcuberta.
3. ¿Cuál es el último libro que leíste?
Siempre leo varios a la vez, de modo que a menudo también los acabo de forma casi simultánea. He estado leyendo El salto del ciervo, de Sharon Olds, un poemario excelente y muy duro sobre el divorcio, porque lo recomendó Leila Guerriero en su clase del Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra, que dirijo con José María Micó. Este año he leído otro libro sobre el mismo tema, extraordinario, La belleza del marido, de
Anne Carson. Al mismo tiempo, más o menos, he leído Chamanes y robots, de Roger Bartra, un ensayo muy inteligente sobre el efecto placebo y sobre cómo en nuestra época de inteligencias artificiales perviven gestos y supersticiones ancestrales, los talismanes de raíces y semillas son ahora de metal y plástico, pero siguen siendo talismanes.
4. Menciona cinco libros que significan mucho para ti.
No es fácil. Al menos hay cincuenta fundamentales en mi vida y en mi biblioteca. Déjame que opte por cinco publicados durante las últimas décadas. El primero podría ser Los anillos de Saturno, de W. G. Sebald, porque me enseñó un camino literario, una forma de mezclar el relato de viajes, el ensayo cultural y la narrativa. Tuve la suerte de poder hacer el mismo viaje por la costa de Inglaterra, años después, y entender sobre el terreno cómo Sebald había llevado a cabo sus procesos de alquimia, de transformación del plomo en oro. Otro libro que también vinculo en mi memoria con un viaje importante es Véase: amor, de David Grossman, una novela en forma de diccionario sobre el exterminio nazi y sus efectos en Israel, que contrapone el horror al amor. Lo leí en un viaje por Oriente Próximo y tiene mucho que ver, aunque no lo parezca, con mi novela Los muertos. No recuerdo si Verano, de J. M. Coetzee, lo leí antes o después de mi viaje a Sudáfrica (tampoco allí se ponen de acuerdo en cómo se pronuncia ese apellido), pero es un gran libro, una gran novela; demuestra que se puede reinventar el género y que no está agotada ni mucho menos la autoficción. Supongo que la mayoría de mis libros favoritos son artefactos complejos. Las dos novelas gráficas que más me han admirado son Watchmen, de Dave Gibbons y Alan Moore, una especie de Quijote de los cómics de superhéroes, porque hace lo mismo con ese género que hizo Cervantes con la novela de caballerías: liquidarlo. Y Fun Home, de Alison Bechdel, mi cómic preferido de no ficción, por su barroca y perfecta arquitectura narrativa y simbólica, una novela autobiográfica en la que Bechdel, al mismo tiempo que cuenta su vida familiar y sentimental (cómo asumió que era lesbiana), construye un personaje fascinante: su padre, homosexual reprimido, hombre obsesionado con decorar y reformar su casa (una gran metáfora de la máscara).
5. Nomina a cinco personas para responder este cuestionario.
Menciono a cinco artistas a quienes admiro: el dibujante español Javier Olivares, la escritora mexicana Cristina Rivera Garza, el cronista peruano Joseph Zárate, la escritora chilena Lina Meruane y la autora ecuatoriana Mónica Ojeda.