Hasta el fondo de su grieta en el muro, llegan al escorpión voces dolidas: “Yo sabía que iba a crecer y morir en la pobreza y sólo le preguntaba a Dios: ¿Por qué yo?” (Wilson). “Cuando creces en un barrio pobre ya sabes que en algún punto te convertirás en drogadicto... te ves a ti mismo como nada, peor que basura, ¿a quién le va a importar la vida de un pobre drogadicto?” (Palomo).
Son los “desechables”, como se consideran a sí mismos, las voces de 33 exnarcos (sicarios, zetas, traficantes de personas, miembros de los cárteles de Juárez y del Golfo) entrevistados por la investigadora mexicana Karina García Reyes, profesora de la Universidad de Bristol, Gran Bretaña, donde desarrolló este estudio reproducido por el diario El País (https://bit.ly/30nh2gf).
La pobreza como destino es asumida por estos delincuentes. Para ellos no hay responsables de sus carencias: el mundo es así. Por lo tanto, aun si tienen trabajo y ganan algo de dinero, quieren más. “Mi meta era disfrutar cada día como si fuera el último. No escatimaba en nada. Me compraba las mejores trocas (camionetas), los mejores vinos y tenía las mejores mujeres” (Jaime).
El estudio destaca como uno de los problemas centrales la discriminación sistemática por parte de los gobiernos, al reproducir el discurso estadunidense que divide entre “ellos” y “nosotros”, entre “buenos” y “malos”. Son satanizados y ensalzados en un país donde la violencia es denominador común que alimenta gran parte del consumo informativo.
"Cuando creces en un barrio pobre ya sabes que en algún punto te convertirás en drogadicto".
Se piensan “agentes libres” de una industria ilegal y se definen como “desechables”, subraya García Reyes. La marginación y la pobreza, aunadas a su problema de adicciones, cancelan un propósito para su existencia y los hacen subestimar su vida. “Ellos”, los marginados de la sociedad, no se consideran “nosotros”, parte de la sociedad civil. Asumen que la gente pobre no tiene futuro y, por lo tanto, nada que perder, “Alguien tiene que ser pobre” (Lamberto).
Rondan las voces el nido del alacrán: “Cuando ves a tantos de tus compañeros morir en peleas, de una sobredosis, balaceados por la policía, tú piensas que ese también es tu futuro” (Tigre). “Siempre pensé que mi destino era morir, ya sea de una sobredosis o por
una bala” (Pancho).
Otro dato revelador: la constancia de la violencia doméstica, el machismo y la masculinidad tóxica los hace odiar al padre: “Cuando era niño no tenía ilusiones o planes para el futuro, mi único pensamiento era matar a mi padre... lo quería cortar en pedacitos” (Rorro).
La situación es en todo caso fatídica: “Las políticas no violentas no son una opción hasta ahora en nuestros países —concluye García Reyes—, porque el machismo y la violencia están institucionalizados”.