Mujercitas, de Greta Gerwig

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larazondemexico

Mujercitas es la obra emblemática de lo que podríamos llamar la furia femenina decimonónica reprimida. Es un manifiesto de lo que significa para las mujeres tratar de vivir fuera de los moldes en un mundo de hombres. Aquí se establece la diferencia entre la palabra mujercitas cuando se aplica a adolescentes que salen de la infancia y mujercitas como el término peyorativo que se usa para infantilizar a la mujer y arrebatarle su autodeterminación. En eso radica la singularidad, universalidad y poder de supervivencia de la novela de Louisa May Alcott, cuya primera mitad fue publicada en 1868.

Éste es un recorrido sentimental por las desventuras de las fronteras de clase y género, una mirada a un mundo íntimo, claustrofóbico y amable al que se filtran ecos de un exterior desgarrado por la guerra y la amenaza de la pobreza. Es el retrato de una familia unida y amorosa en la que los temperamentos y la curiosidad de las protagonistas deben contender con la incertidumbre y las carencias sociales en un tiempo turbulento. No es raro entonces que esta obra resulte oportuna y vigente en la era del #metoo, de las guerras sin fin y los inagotables embates conservadores para hacer retroceder las conquistas femeninas y el derecho de la mujer sobre su cuerpo.

Mujercitas ha sido adaptada al cine en siete ocasiones (la primera, en 1917), en miniseries, teatro, ópera, radio, musicales y hasta en un anime japonés. Tal abundancia de versiones no intimidó a Greta Gerwig, quien declaró que el libro era casi una autobiografía para ella, como el panorama de su vida interior. Así, luego de su debut con Lady Bird (2017), otra cinta parcialmente autobiográfica, Gerwig decidió adaptar el libro de Alcott, el cual a su vez es también autobiográfico y continúa su reflexión sobre lo que significa la transición de la adolescencia a la madurez y las tribulaciones de una joven con ambiciones creativas, que comparten Jo y Lady Bird.

Marmee March (Laura Dern) es la angelical madre de Meg (Emma Watson), Jo (Saoirse Ronan), Beth (Eliza Scanlen) y Amy (Florence Pugh). Su esposo (Bob Odenkirk) ha partido a la guerra como capellán voluntario del ejército de la Unión. La familia se encuentra en una situación económica difícil, ya que el padre dilapidó su fortuna y quedaron al borde de la miseria. Gerwig incluye en su reparto a Timothée Chalamet, quien se ha convertido en el epítome del galán masculino, guapo y heredero del privilegio de esta generación, en el papel de Laurie, el interés amoroso de Jo.

"Hasta cierto punto, Gerwig le ha bajado la intensidad a la mojigatería e incluso inserta en las hermanas atisbos de rebeldía y disidencia con ecos contemporáneos”.

La obra se caracteriza por las interminables lecciones moralizantes de Marmee y su esposo, y por los intentos, fracasos y éxitos de las hijas de estar a la altura de esas expectativas. Asimismo, describe con destreza las ilusiones, ambiciones artísticas y deseos de pertenecer de las hermanas. Meg, la mayor, se casa por amor con un hombre sin fortuna, se embaraza pronto y cumple con un sueño de domesticidad, con lo que abandona cualquier esperanza de independencia y creatividad. En cambio, Jo quiere romper las reglas y volverse una gran escritora, Beth es frágil, tímida y talentosa, y Amy tiene deseos de ser una artista, aunque es la más frívola, egoísta y negligente de las hermanas. La escena donde Amy quema un manuscrito de Jo en revancha por una pelea irrelevante es un momento auténticamente perturbador.

Hasta cierto punto, Gerwig le ha bajado la intensidad a la mojigatería e incluso inserta en las hermanas atisbos de rebeldía y disidencia con ecos contemporáneos, así como al enfatizar la confesión de Marmee: “He estado enojada casi todos los días de mi vida, pero he aprendido a no mostrarlo”. La insufrible tía March (Meryl Streep) se convierte aquí en una voz de la cordura social, del sacrificio al menor de los males (casarse con un hombre rico) y no tanto una fuerza represora más. Mujercitas ofrece una visión feminista primitiva que consiste en una tibia oposición a las convenciones, para conquistar un mínimo de espacio en una sociedad que no permite a la mujer tener propiedades y la obliga a depender de un buen matrimonio para escapar a las penurias.

En esta versión de la historia destaca la calidad metacinematográfica que imprime Gerwig al tratar de ser más fiel a la vida y los anhelos de la novelista que a la obra misma. El filme es una exploración de dos mundos paralelos. Esto lo hace visible en su manejo del flujo del tiempo con flashbacks y flashforwards, sin indicación alguna del orden pero con paletas de color contrastantes entre el pasado y el presente (la señal cronológica más precisa es el pelo de Jo), y por la forma en que modela el final para revelar la ilusión literaria. Alcott no creía en las obras moralizantes; sin embargo, sabía que si deseaba publicar no tenía alternativa. Así las concesiones y estrategias de Jo para tener acceso al mundo misógino y elitista de la literatura reflejan las de Alcott y de la propia directora. En un giro espléndido, el libro es comprado por el editor, con todo y los cambios negociados; de esa forma Jo se transforma en Alcott.

La cinta goza o padece de un preciosismo exagerado por la fotografía de Yorick Le Saux. También de un énfasis casi malsano por mantener un sentido del ritmo crispado, a pesar de que la edición de Nick Houy imponga rigores extraordinarios a la narrativa por la obstinación de hacer que las transiciones sean casi imperceptibles. El problema con esta estrategia es que vemos deslizar escenas con honda importancia emocional a gran velocidad, sin poder apenas registrar su gravedad. Asimismo, ese esplendor de vestuarios, mesas cubiertas de comida y paisajes fastuosos aniquila la noción de que el país está hundido en una cruel guerra.

Se trata en gran medida de un filme impaciente y atropellado, lo cual no es realmente un defecto, ya que intenta reflejar la vitalidad de Jo. La directora trata de hacerle justicia a cada una de las hermanas al entretejer sus historias a la de Jo, con lo que añade diferentes facetas de la historia desde los puntos de vista de las otras. Esto da una versatilidad notable al relato, en gran medida gracias a la tensión amor-odio, entre Jo y Amy. El padre de Alcott, Bronson, pertenecía al movimiento filosófico Trascendentalista, fue amigo de Henry David Thoreau y de Ralph Waldo Emerson, y decidió invertir su dinero en crear una comuna utópica, lo cual llevó a la quiebra a la familia. Aquí Gerwig reclama ese sueño no sólo al dar un final feliz a las hermanas March, sino al hacerlas crear una utópica escuela para mujeres en la que todas participan con su dones y, sobre todo, donde se demuestra que una mujer no tiene por qué escoger entre pasión creativa y supervivencia.