Guerra contra las mujeres

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Foto: larazondemexico

Desde el fondo de su grieta en el muro, el alacrán percibe cómo los hombres no sabemos callar, no queremos callarnos ni un momento. Imponemos la narrativa sobre todo tema crucial, incluso sobre aquellos lejanos a nuestro entendimiento, como los privilegios del heteropatriarcado y su normatividad. Nos pensamos capaces de dar lecciones sobre maternidad, aborto, sexualidad, feminismo y derechos de las mujeres. Y en casos extremos, hasta de hablar como expertos sobre los feminicidios en México. No sabemos callar. No sabemos escuchar a las mujeres, cederles la voz, la iniciativa, la guía...

En busca de entendimiento, el alacrán acude a la activista francesa Jules Falquet, quien escribe acerca de temas como  “las violencias masculinas contra las mujeres en las relaciones sociales capitalistas, colonial-racistas y heteropatriarcales del neoliberalismo”.

En su estudio De los asesinatos de Ciudad Juárez al fenómeno de los feminicidios: ¿nuevas formas de violencia contra las mujeres?, Falquet revela cómo esta violencia feminicida va más allá de la vieja misoginia y sigue una lógica de guerra sólo relativamente nueva: una guerra de baja intensidad contra las mujeres. ¿Comprender la lógica de la barbarie neoliberal podría ser el inicio de otros mundos posibles?

"los hombres no sabemos callar. Imponemos la narrativa sobre todo tema crucial".

En 1996, la antropóloga mexicana Marcela Lagarde acudió a Ciudad Juárez a investigar los asesinatos de mujeres trabajadoras. Basada en el libro Femicide: The Politics of Woman Killing (1992), de Jill Radford y Diana Russel —dedicado al asesinato de mujeres en razón de su sexo—, propuso una definición y un marco de análisis feminista para comprender aquel fenómeno.

Lagarde pensó traducir del inglés femicide, pero como el término femicidio puede sugerir simetría con el homicidio, opta por el término feminicidio, un concepto que se caracteriza por ser un crimen de género, misógino, de odio hacia las mujeres, con gran tolerancia social y, por gozar de impunidad, y en el que el Estado desempeña un papel determinante.

Falquet distingue tres rasgos del discurso político-mediático sobre el feminicidio: 1) Las mujeres deberían ponerse bajo protección masculina-familiar, restringir su movilidad y sus comportamientos como objetos del deseo masculino y también en materia profesional; 2) Al centrarse en la dimensión sexual de la violencia y la moralidad de las víctimas, el discurso desvía la atención de los componentes sociales de clase y raza; 3) El discurso y las prácticas de terror e impunidad alientan la desensibilización y afectan a la población. Después del umbral de coraje, el horror anestesia las conciencias y quita a las personas las ganas de rebelarse e incluso de organizarse...

Debemos callarnos y escucharlas, insiste el escorpión.

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