Lo contaré de memoria. Un hombre llamado Félix espera el momento de salir de su oficina: se encuentra aburrido y un poco decepcionado por el giro gris de su existencia. Tras el divorcio, sus hijas viven con la exesposa en otra ciudad. Él sale de su casa los fines de semana para visitarlas. En esta ocasión, la lluvia lo retrasa a la salida de la oficina y llega a su hogar más tarde que de costumbre. Inmerso en sus pensamientos, cruza la puerta de la cocina y encuentra a un extraño. “¡Félix! ¿Qué haces aquí?”, exclama el desconocido. Félix no sabe qué contestar ante eso; detecta el vapor y el delicioso aroma de un guisado y se desconcierta aun más cuando el extraño se presenta. “Me llamo Gabriel... ¿gustas un vaso de agua?” Nuestro protagonista no quiere un vaso de agua: quisiera saber quién es el cocinero que ha invadido su territorio privado. Por un momento siente que ha interrumpido sin querer una escena íntima que pertenece a un mundo paralelo.
La escena pertenece en realidad a un territorio literario. Es el fragmento de un relato, “Tiempo compartido”, incluido en un libro de cuentos: Hematoma (Editorial Elefanta, 2019). La autora, Yael Weiss (Ciudad de México, 1977) nos plantea el conflicto de un personaje que advierte de manera sorpresiva que convive con un intruso amistoso, y muy buen cocinero, dentro de su propio hogar. No se trata de un fantasma. “Soy un casi vecino —empezó a contar Gabriel—, y me albergo aquí los fines de semana porque no tengo adónde ir”. Los cuentos de Weiss realizan el despliegue imaginativo propio de la literatura fantástica o la mejor ciencia ficción, pero son aventuras realistas, especulaciones sociales y exploraciones delicadas del mundo privado ajeno. A lo largo del libro la autora pone en juego un planteamiento artístico mediante el cual soy capaz, en la posición de lector, de atestiguar en forma directa los conflictos emocionales de sus protagonistas. Los conflictos surgen en ocasiones de esa fascinación que nos produce la tensión entre el extrañamiento y la familiaridad.
LA SORPRESA ES INEVITABLE durante el recorrido por las páginas de Hematoma. ¿Pero cómo se da el efecto? A diferencia del efecto sorpresa que derrota por knock out al lector al final del cuento, según la tesis de Cortázar, estos textos nos meten en el estado de sorpresa desde la primera o la segunda página, y pretenden (con éxito) mantenernos en equilibrio en medio de ficciones que parecen ser, según el sentir de los personajes, escenas íntimas de universos paralelos. En el relato “Sábado en familia” podemos acercarnos al mundo subjetivo de una adolescente que lleva a su límite una conducta de alimentación restrictiva. Para ella, la intercomprensión surge acaso de un pacto entre aquellos capaces de entender la convicción anoréxica. La autora gestiona los sentimientos del lector para moverlo desde la ternura hacia el miedo a la crueldad, y de regreso a la ternura. El ideal de una inocencia perversa es explorado en las páginas horrorizantes de “Escombro”, una ficción breve sobre el mundo subterráneo infantil que se oculta en las ruinas de un terremoto. “Teatro doméstico”, un relato sociológico sobre la pasión erótica, provoca en el lector estados de ternura melancólica iluminados, otra vez, por un astro perverso. La inocencia es el resultado allí de la nula introspección de los amantes, pero también surge de una vitalidad detectada en su estado primario. En este y en otros textos la cotidianidad es observada con precisión microscópica, y el efecto es nuevamente la extrañeza: ¿en verdad somos tan extravagantes cuando nos miramos con atención suficiente, cuando narramos nuestra sucesión diaria de costumbres y detalles, nuestra espontaneidad en medio de la rutina?
"Hematoma, de Yael Weiss, nos lleva de la dulzura a la crueldad, de la familiaridad al asombro; obsequia momentos de reposo placentero".
La autora nos propone escenarios dibujados con una tinta realista y una paleta de color cálida, y los somete de manera gradual o abrupta a procedimientos de torsión: la trama sufre flexiones y arqueamientos progresivos que la separan cada vez más de nuestras expectativas cotidianas. Y se mantiene siempre en el límite de lo verosímil. El lector se convierte en un equilibrista que deambula por un hilo que comienza en la certeza de los sentimientos familiares, y que se introduce en una bruma literaria capaz de provocar vértigo, horror, hilaridad. Estos textos de Hematoma me han hecho reír en tiempos difíciles.
HACE UNOS DÍAS conversaba con Fernanda Pérez Gay acerca de la validez de los experimentos mentales en el marco de la ciencia. ¿Tiene valor científico un experimento que no se realiza mediante la manipulación de la realidad, sino que surge tan sólo de un juego imaginativo estructurado mediante el rigor lógico? Si alguien no está familiarizado con los experimentos mentales, diré que han sido un recurso imaginativo y lógico de la filosofía desde la antigüedad, y un recurso de la tradición científica desde los tiempos de Galileo. Quizá el experimento mental más famoso en el terreno científico es el gato de Schrödinger, que ha llegado a la cultura popular como una ventana para asomarnos al desconcierto de la física cuántica y al estilo exquisito de la ciencia física durante la demolición del sentido común. Mientras conversaba con Fernanda, pensé que la tradición del relato literario procede como una fuente de experimentos mentales, mediante la creación de ejercicios breves de ficción cuyo objetivo puede ser el colocarnos en la intimidad de un mundo paralelo. A veces se trata de un paraje cotidiano que se vuelve excepcional en virtud de una mirada atenta al flujo interminable de los detalles sociales, naturales, psicológicos. A veces se trata de un mundo sostenido en los límites de la ficción realista mediante exploraciones de la imaginación social. Hematoma, de Yael Weis, investiga ambas posibilidades y nos lleva de la dulzura a la crueldad, de la familiaridad al asombro y el extrañamiento; nos obsequia momentos de reposo placentero en territorios excepcionales y nos revela estados de tensión ocultos en la cotidianidad. La imaginación literaria es como una banda de Moebius que nos lleva por escenarios ficticios para amplificar nuestra percepción de lo real, mediante la excavación de nuevas rutas neurales que conectan al intelecto con el amplio paisaje de las emociones. La conexión renovada entre la cognición y los sentimientos genera experiencias más plenas en el universo cotidiano y puede darnos fortaleza ante las situaciones inéditas. Quizá por eso los relatos de Hematoma provocan una sorpresa terapéutica. Me han hecho sonreír, alarmado, y lo agradezco.