Puto capitalismo, es una aguafiestas.
El futuro que nos prometió nomás no arriba.
Ha cancelado todo, y no por derribo, como dice la canción de Sabina, sino por pandemia.
Pinche Covid, no podía esperarse una semana, una mísera semana más, no, ya le andaba por venir a aguar la fiesta. Se hubiera retrasado tantito, a que ocurriera Pal Norte. Y entonces ya hubiera hecho su entrada triunfal. No, no es un asunto menor un festival de rock. Para el fan de la música es como el tabaco para el fumador. Como el jaibol para el borracho. Pero es que además han cancelado todo. Los torneos de futbol, las ferias del libro, las clases, los juegos olímpicos... y lo que más me duele, el béisbol.
Me queda el consuelo de haber comido en El Rey del Cabrito antes de que bajaran la persiana.
Qué pésimo momento para que se presente una pandemia, carajo. Maldita Historia. Por qué no unos dos-tres añitos atrás. Antes de que comenzara esa otra plaga de mierda: el reguetón. Muestra de que el sistema no es perfecto. En ocasiones le falla el timing.
Soy escritor, he pasado casi todo el tiempo de mi vida en el encierro. Sin embargo, el aislamiento está operando un fenómeno peculiar en mí. En lugar de engancharme más a las reses sociales, me estoy desintoxicando. El nivel de oligofrenia es tanto, que he desistido de participar en ese festín de estupidez.
Abstenerme de las redes no me convierte en un santo. “Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, guardé ese tuit, creo que era de Fredric Jameson. El capitalismo de la información sigue trabajando. Los nuevos campos de concentración, nuestra propia casa, funcionan a la par que Amazon.
"Qué pésimo momento para que se presente una pandemia, carajo. Maldita Historia".
No visitar las redes es ponerse a salvo del capitalismo de la información. Y la basura que produce. De repente no resisto poner un post en Twitter, insisto, no soy la Madre Teresa, y abro la aplicación. Me topo con la opinión de un español que mienta madres y responsabiliza a su gobierno porque han muerto ocho mil contagiados. No minimizo el problema. Ni menosprecio ninguno de esos decesos. Pero por Dios. Qué acomodaticio es el primer mundo. Por qué la humanidad no puso el grito en el cielo por los 25 mil cadáveres que ha producido la guerra contra el narco. Por qué la ONU nunca intervino. Por qué la OMS no abogó por nosotros.
Con todo respeto, no creo que el Covid produzca más muertos que el negocio de la droga. El virus más letal en este país sigue siendo el plomo. Basta revisar la nota roja de cada periódico vespertino de la provincia. Tampoco estoy diciendo que ignoremos las recomendaciones sanitarias. Pero no perdamos la perspectiva. En ciudades como Torreón, durante la guerra contra el narco se veían cadáveres apilados en las esquinas. Cabezas en bolsas de basura. Y el mundo no entró en pánico. Ni México. Ni Coyoacán. Ni Polanco. Ni Las Lomas.
El capitalismo nos está matando. Pero de aburrimiento. Dónde está la bendita guerra contra las máquinas que nos prometió James Cameron. Quisiera tenerlo enfrente para gritarle embustero, farsante. Y como leí por ahí, los países pobres siempre ponen los muertos. Y México no está cumpliendo. Según la lógica poscapitalista, aquí ya deberían haberse extinguido 200 mil. Pero para que eso ocurra se necesitarían otros seis años de Calderón y otros seis años de Peña.
No voy a mentir, desde que comenzó el aislamiento no he dejado de pensar en Hong Kong. Y en todos los téibols del país. Y en todos los dílers. Quién pagará la escuela de sus hijos. El capitalismo nos va a matar de hambre. "Killing Me Softly", cantaba Roberta Flack. Se produce la sensación de que todo se está acelerando pero es sólo eso, una sensación, el nuevo producto del mercado. El único cambio es que dependemos más de la tecnología. Pero existe un mundo fuera de las redes. En los libros. Y quienes más sufren en estos momentos de tedio son aquellos que no poseen el hábito de la lectura. Y los que no sufren son los que ya nacieron con el gadget en la mano.
En estos momentos el capitalismo actúa como un cártel. Mata a sus consumidores. No lo entiendo. Es una contradicción. Se supone que eso atenta contra el negocio. ¿Será para crear nuevos y mejores consumidores? El capitalismo ha dejado de ser excitante. Es tan soso, tan predecible.
Ay, San Mark Fisher, cómo te extraño.