Sándor Márai

A 120 años de su nacimiento

“Nunca somos del todo libres, pues lo que hemos creado también nos ata y nos condiciona un poco”, afirma un personaje de La mujer justa, novela de Sándor Márai, quizá el escritor húngaro más conocido en Hispanoamérica, cuyo suicidio en 1989 puso fin a un destino literario marcado por el autoexilio. A propósito de los 120 años de su nacimiento, tres conocedores de su obra —dos coterráneos suyos y un mexicano— conversan sobre las particularidades que la distinguen, así como su recepción, o su renacimiento, en Hungría y el resto del mundo.

Péter Gáspár, escultura de Sándor Márai en su pueblo natal. Fuente: kosiceregion.com

En fechas recientes hemos recordado el nacimiento de Sándor Márai, quien vino al mundo en Kassa, Hungría, el 11 de abril de 1900. Aprovechando esta efeméride conversé sobre el escritor con Dora Faix y András Gulyás. Faix es profesora del Departamento de Filología Hispánica de la Universidad Eotvos Loránd (ELTE), en Budapest, e investigadora de la recepción de la obra de Márai en el mundo hispánico, en tanto Gulyás es diplomático, hispanista y traductor.

LORENZO LEÓN: Quizá desde los cincuenta, cuando el escritor Lajos Zilahy llevó el nombre de su país por el mundo occidental, ningún otro escritor húngaro había suscitado tanto interés como Sándor Márai. Aunque Zilahy fue contemporáneo de Márai, están en extremos opuestos en cuanto a fortuna. El primero partió de la miseria absoluta y alcanzó todos los éxitos nacionales e internacionales que un escritor puede desear, mientras Márai sufrió exilio y la imposición de silencio sobre su obra. ¿Qué piensan de esto?

DORA FAIX: Es una pregunta compleja. Comenzaría a responderla por la idea del silencio. Cuando Sándor Márai empezó su exilio voluntario, en 1948, era un autor conocido y popular en Hungría. Su primera novela había sido publicada veinte años antes; la década de los treinta fue especialmente fecunda, aunque también trabajó mucho a inicios de los cuarenta. En ese periodo vieron la luz los dos volúmenes de sus famosas Confesiones de un burgués, los tres primeros tomos de su ciclo sobre la familia Garren (considerado por algunos su obra cumbre) y novelas tan emblemáticas como Divorcio en Buda, La herencia de Eszter y El último encuentro, para destacar los títulos más conocidos. Era un escritor muy valorado, lo invitaban a ferias del libro nacionales y también al extranjero, incluso fue miembro de la Academia de Ciencias Húngara. El silencio sobre su obra empezó al autoexiliarse y duró hasta los años ochenta, cuando comenzaron a buscarlo desde Hungría.

En cuanto a su recepción en el ámbito hispanoamericano, es interesante observar que las primeras traducciones vieron la luz en paralelo a su éxito en Hungría, en específico, a partir de 1931. En ese año se publicó su novela Los rebeldes (traducida por Luis Portela y editada por Zeus, en Madrid). Ya en los cuarenta, Oliver Brachfeld se encargó de traducir varias obras al español: Divorcio en Buda, Los celosos, Música en Florencia y, muy en especial, A la luz de los candelabros, novela que unos cincuenta años más tarde se convirtió en uno de los mayores éxitos de Márai bajo el título de El último encuentro.

Márai se opuso desde el principio a la llegada de los soviéticos a Hungría y abandonó Budapest. Pasó por países europeos y acabó en Estados Unidos

Resulta interesante aludir al paralelismo de Márai con Lajos Zilahy, cuya obra Primavera mortal también fue traducida al español por Brachfeld, antes que las de Márai. Ambos autores comparten datos biográficos. Los dos nacieron en una región que hoy ya no forma parte de Hungría: Zilahy en lo que hoy es Rumanía y Márai en la actual Eslovaquia. Ambos fueron populares en los años treinta; cada uno tenía su público propio, que esperaba con impaciencia sus libros. Además, los dos fueron miembros de la Academia de Ciencias Húngara. Las diferencias radican en que Zilahy estuvo entre los intelectuales que en 1945 cedieron a los partidos gobernantes, sobre todo a los comunistas, y participaron en la construcción de lo que esperaban que fuera una nueva Hungría democrática; él incluso asumió la presidencia de la Asociación Cultural Húngaro-Soviética. En cambio, Márai se opuso desde el principio a la llegada de los soviéticos a Hungría y abandonó Budapest. Pasó por algunos países europeos para terminar en Estados Unidos. A ese país también llegó Zilahy cuando quedó desilusionado por lo que estaba pasando en su país y se dio cuenta de que para no perder su libertad intelectual era indispensable exiliarse.

ANDRÁS GULYÁS: En 1931 se publicaron las primeras traducciones al español de Las cárceles del alma, de Lajos Zilahy. Fue traducida por Brachfeld, quien se instaló en Barcelona y además de traducir llevó a cabo un trabajo histórico-filológico sobre las relaciones entre los reinos medievales de Hungría y Aragón. Algo interesante es que la esposa de Brachfeld, la catalana María Bages González, estableció una agencia literaria, es decir que la tradición de escritores extranjeros representados por una agente en España nació mucho antes de Carmen Balcells, quien representó a García Márquez, Cortázar y otros autores del boom. Ya en los sesenta Zilahy volvió a ser publicado en Hungría. En 1972 se filmó una película sobre Primavera mortal, en coproducción yugoslavo-española.

En contraste, Márai no pudo aceptar el sistema totalitario del régimen comunista, eligió el exilio y no permitió la publicación de sus obras en Hungría. Su renacimiento vino mucho más tarde, casi diez años después de su suicidio, ocurrido en 1989 en San Diego, Estados Unidos. En 1998, El último encuentro fue publicado por Adelphi en Milán; esa novela ya va por la edición número cuarenta y tres. En Alemania, sus libros traducidos vendieron más de un millón de ejemplares. En el Museo Petőfi de Literatura Húngara hay un registro de más de trescientas ediciones de sus libros en lenguas extranjeras y su editora en España, Salamandra, ha publicado ya más de una quincena de tomos. La traductora, Judit Xantus, realizó un trabajo fantástico.

Sándor Márai

LL: En nuestro tiempo la migración es un tema global, que ocupa la atención pública. Los húngaros son una nación que conoce la dura realidad de las fronteras, no sólo como emigrados: muchos de ellos no cruzaron la frontera sino que la frontera los cruzó a ellos, por la dramática fragmentación del reino magyar originario. Márai se volvió emblemático de esta realidad de su pueblo: murió muy lejos de su patria, cerca de una frontera colosal, la de México-Estados Unidos. Podría encarnar una frase de otro escritor húngaro, Áron Tamási: “Hemos venido a este mundo para tener un hogar en él”. ¿Coinciden con esta apreciación?

DF: Al salir al exilio, Márai no pensó que jamás volvería a su país. Fue un exilio autoimpuesto; empezó con una estancia en Suiza y luego una mucho más larga en Italia, porque no quería alejarse de Hungría. Italia era el único lugar fuera de su patria donde podía imaginarse el futuro. Pasó algunos años en Nápoles, esperando un cambio político para volver a su país; al fin decidió mudarse a Estados Unidos con su mujer y su hijo (un niño que habían adoptado antes del exilio). Pasaron quince años en Nueva York; a finales de 1967 decidieron volver a Europa y se establecieron en Salerno, cerca de Nápoles.

Regresaron a Estados Unidos en 1980, en concreto a San Diego. Fue su última mudanza: allí Márai puso fin a su vida, en febrero de 1989. Arrojaron sus cenizas al Pacífico.

Con todo, su verdadera patria era el húngaro. A pesar de su conocimiento de otros idiomas (leía mucho en alemán, francés e inglés), a lo largo de su vida siguió escribiendo en su lengua natal, incluso en el exilio.

AG: La migración fue muy importante para Márai. Asumía que el escritor debe ser un creador artístico y también un guía espiritual de la gente; por eso no estaba ajeno a los choques ni a circunstancias como la paz de Trianon, que selló el desmembramiento del reino húngaro. Márai era oriundo de una ciudad que hoy pertenece a Eslovaquia y que fue Checoslovaquia durante la vida del autor por largo tiempo. Ese tema se expresa en la frase que citas: “Estamos en el mundo para tener un hogar en él”. El texto en húngaro es incluso más íntimo: “Estamos en el mundo para sentirnos en casa”. En ese sentido, Márai dijo que la lengua era su sola casa, su patria. Señaló también que siempre quiso ser un escritor húngaro, escribir en la lengua del pueblo al que pertenecía pero por resistir el sistema, aunque sólo en pensamiento, en la sociedad comunista pronto se volvería un hereje, pues le sería negado, incluso, su derecho a callar.

LL: La traductora, escritora y crítica literaria Éva Cserháti escribe: “Pienso que el éxito de Márai entre los lectores hispanos no se debe al valor literario de sus novelas; en Hungría sus obras, excepto las memorias, no se consideran de gran calidad, sino fruto de un trabajo de marketing afortunado”. ¿Qué piensan de ello?

DF: No estoy de acuerdo. Considero que las obras de Márai tienen alto nivel literario. Estoy convencida de que cada persona que lee a Márai encuentra algo en sus textos que le llama la atención y queda grabado en sus pensamientos. Creo que es necesario leer varias novelas suyas. Mi obra preferida no sería El último encuentro, quizá su título más conocido en el extranjero, sino La mujer justa, La herencia de Eszter o Divorcio en Buda.

En el caso de las traducciones al español, estoy convencida de que el indudable éxito de su obra está muy vinculado con la labor de Ediciones Salamandra, que comenzó a publicar sus libros en 1999, poco después de iniciado el fenómeno Márai en Hungría. Eso se radicalizó todavía más con la participación de Judith Xantus, quien tradujo al español seis de sus novelas. Un ejemplo interesante, según mi opinión, es El último encuentro. Publicado en 1999, es en realidad la nueva versión de A la luz de los candelabros, traducida por Ferenc Oliver Brachfeld décadas atrás. Cabe anotar que Brachfeld contribuyó a la divulgación de la cultura y la literatura húngaras en el ámbito hispánico e hizo una labor central como traductor.

Su verdadera patria era el húngaro. A pesar de su conocimiento de otros idiomas (leía mucho en alemán,
francés e inglés), siguió escribiendo en su lengua natal

Si comparamos las dos traducciones de la novela podemos ver cómo contribuyó Judith Xantus a hacer más asequible el texto para los lectores hispanohablantes. Por ejemplo, en un punto aparece la palabra tengerszem, usada a propósito de los ojos de Nini. Brachfeld traduce literalmente ojos del mar, pero en nota a pie de página aclara que así se llaman en húngaro los pequeños lagos de montaña y que se trata de una expresión poética cuyos orígenes se remontan a la antigua creencia de que esos cuerpos de agua comunicaban bajo tierra con el mar. Judith Xantus no explica, tan sólo dice, con gran fluidez, que los ojos de Nini eran azules, “del color de los lagos profundos de los montes”. El resultado es un texto que, siendo fiel al original, logra una fluidez extraordinaria y llega naturalmente a los lectores.

Me gustaría añadir que la propia Éva Cserháti tradujo, en colaboración con A. M. Fuentes Gaviño, Diarios 1984-1989, que es una selección de fragmentos de los diarios de Márai; fueron publicados por Salamandra en 2008. Son, en mi opinión, especialmente valiosos dentro de la obra del escritor.

AG: Mi opinión también difiere de lo señalado por Cserháti. Sin duda, el marketing del que gozaron las primeras reediciones de El último encuentro en Italia contribuyeron al renacimiento de Márai. Además se sumó la nostalgia que brilla en sus obras por el mundo perdido de Austrohungría y por la burguesía desaparecida. Es, en cierta forma, una visión de los valores de Europa que estaban renaciendo con la Unión Europea. Por decirlo así, la suma de nostalgia y modernidad permitieron su nuevo éxito.

Es indudable que los diarios de Márai suscitan un gran interés, pero también sus novelas y sus dramas son muy reconocidos y él se encuentra hoy, merecidamente, entre los grandes escritores del siglo pasado en Hungría. Fue simbólico que con los cambios democráticos en 1990, él recibiese a título póstumo el Premio Kossuth, el más importante concedido a escritores y artistas. Dos años después fue creado el Premio Sándor Márai, otorgado a grandes escritores de aquel entonces: Imre Kertész, Ádám Bodor y Lajos Grendel, entre otros.

LL: Veredicto en Canudos es la obra que Sándor Márai escribió en 1969, a partir de Los sertones (1902), la crónica de Euclides da Cunha de la llamada Guerra de Canudos, que tuvo lugar en 1897 al nordeste de Brasil. En 1981, Mario Vargas Llosa tejió su novela La guerra del fin del mundo en torno a este hecho. András: usted señaló en 2014 que en húngaro no existía el libro del brasileño y en español falta el libro de Márai. Dijo que trabajarían en ese tema. ¿En qué estado se encuentra esta labor?

AG: Los derechos en español de Márai de Veredicto en Canudos los tiene la editorial Salamandra, de Barcelona; ellos planifican muy pausadamente las nuevas ediciones de Márai. El Premio Nobel Mario Vargas Llosa, mi amigo (soy traductor de La ciudad y los perros y Conversación en la Catedral), me aseguró que le encantaría prologar esa obra. Esperamos que llegue pronto la hora de la publicación de ese libro para el mercado hispanoamericano.

LORENZO LEÓN DIEZ (Ciudad de México, 1953) es académico del Centro de EcoAlfabetización y Diálogo de Saberes de la Universidad Veracruzana. Cuentista, novelista y ensayista, su libro más reciente es El enigma Grinberg (2020).