Estamos en contacto

“Hoy son las manos la memoria. / El alma no se acuerda, está dolida / de tanto recordar. Pero en las manos / queda el recuerdo de lo que han tenido”, escribió el poeta español Pedro Salinas. La imagen es precisa: en gran medida, el tacto y las emociones vinculadas a la piel son depositarias de nuestros recuerdos, son eje inamovible de la interacción social, la supervivencia, el vínculo con otros. Este ensayo reflexiona sobre el hambre de piel que estamos padeciendo ante el impedimento de tocarnos y abrazarnos.

Piel
Piel Foto: Fuente: ar.pinterest.com

El sueño más aterrador que recuerdo lo tuve desde muy pequeña. En

cuanto cerraba los ojos me veía desde el techo a mí misma sobre la cama, encima de una colcha de cuadros pequeñitos, que la abuela habría tejido. La colcha crecía cada vez más. De pronto yo ya no estaba en el techo, sino en el centro de la colcha que se movía como si tuviera vida propia y me tragaba. Despertaba con frecuencia sintiendo que ya no existía. Durante mi adolescencia el sueño me visitó con menos frecuencia, pero era mayor su intensidad. La colcha se convertía en un cráter profundo, oscuro y tenebroso. Hace tiempo que el sueño no se repite, aunque la sensación de inexistencia todavía me visita de vez en cuando.

EL PRIMER SENTIDO

Uno de los miedos que me ha asaltado últimamente es la eliminación del contacto físico. Vivimos bajo la perpetua influencia de lo sensible y el tacto es el sentido más elemental. Ya Aristóteles afirma en Acerca del alma que es la actividad sensorial más primitiva en todos los seres vivos.

A lo largo de los años, varios científicos han confirmado que tiene un gran valor biológico y que es una guía natural para el comportamiento adaptativo. Los autores del libro Vibraciones (Cuadernos CBS 65, Biología de los sistemas sensoriales: el tacto, Marisa Cabeza, Ángel Lozada, et al, UAM, México, 2018) sostienen que el sentido del tacto debió ser el primero en desarrollarse evolutivamente, ya que para casi todos los organismos es de vital importancia lo que hay en el entorno, detectar el contacto entre ellos y otros objetos, evitar obstáculos, capturar y manipular alimento, coordinar el acceso y la ocupación de un refugio. Esta necesidad adaptativa ha estimulado la evolución sensorial para interactuar con el entorno de maneras cada vez más eficientes.

Su estudio resulta complicado porque todos los demás sentidos tienen un órgano clave, pero en el caso del tacto, ése es la piel que abarca el cuerpo y tiene tanto diferentes texturas como niveles de sensibilidad. La piel funciona como barrera de protección con el exterior y es el receptáculo de presión, temperatura, aspereza, suavidad, dureza, ternura. Ashley Montagu (El tacto. La importancia de la piel en las relaciones humanas, Paidós, Barcelona, 2004), asegura que como sistema sensorial, la piel es el sistema orgánico más importante: un ser humano puede vivir a pesar de ser ciego, sordo y carecer de los sentidos del gusto y el olfato, pero le es imposible sobrevivir sin las funciones que desempeña la piel.

El primer contacto que tiene un bebé con el mundo es a través de su madre. La estimulación cutánea, en distintas formas, resulta esencial para el sano desarrollo físico y conductual. Por otro lado el dolor, mediado desde la piel hasta el cerebro, proporciona un sistema de alarma esencial. Casi siempre un médico necesita palpar al paciente para conocer sus dolencias y aventurar un diagnóstico. También es fundamental para la interacción social: saludarnos de mano, darnos un beso, abrazarnos, tocarnos en busca de atención. José Ortega y Gasset (El hombre y la gente, Alianza, Madrid, 2001) dice que nuestro entorno está habitado de presencias, cosas y cuerpos en contacto con nosotros.

Además, artes como la música a menudo plasman lo que no puede expresarse con palabras. Emoción, sensación, afecto y tacto son prácticamente inseparables.

Por si fuera poco, en ninguna otra relación se encuentra la piel tan involucrada como durante el sexo. Se le ha denominado la forma más elevada del tacto.

AFECTO TÁCTIL

El fenómeno denominado hambre de piel cobra relevancia en esta época y se refiere a la necesidad de contacto físico y las consecuencias de la privación del mismo. Se ha comprobado que comunicarnos a través del tacto es benéfico para el tratamiento de muchos pacientes. Los niños prematuros ganan peso; en los adultos se potencia la concentración, se alivian los síntomas depresivos, se reduce el dolor y el estrés hormonal, además de mejorar el sistema inmune. Kory Floyd, profesor de Comunicación de la Universidad de Arizona, especializado en los vínculos entre el afecto táctil y el estrés, asegura que la ausencia del tacto afectivo puede causar daños psicológicos e incluso físicos.

Flora Davis (La comunicación no verbal, Alianza Editorial, Madrid, 2010) sostiene que el acto de palpar es capaz de comunicar más amor en cinco segundos que las palabras en cinco minutos.

CASCADA DE AGUA TIBIA

La frase estamos en contacto es ambigua, juguetona y caprichosa. Con frecuencia la usamos a la ligera. Empleada de manera correcta implicaría preocuparnos, cuidar, mimar, interesarnos, atender, procurar a alguien. Resulta significativo que esta expresión, que contiene tantas acciones afectivas, involucre primordialmente el sentido del tacto.

En estos días pienso mucho en el abrazo y el beso de rigor para saludar a los amigos queridos. El apapacho cuando alguien necesita consuelo. El apretón de manos. La caricia de ternura que llena todo el interior como una cascada de agua tibia. El beso amoroso en el que la lengua y los dientes se involucran, los labios succionan. La transmisión de laxitud de la piel que recibe un masaje profundo. La crispación de los vellos ante un susurro. La garra implacable y acusadora que se te clava en la corva, la espalda o la nalga para corregir la postura en una clase de danza. La mano, áspera y fuerte, que sostiene la mía mientras observa las líneas en la palma, sus uñas largas que recorren los surcos para decirme mi pasado y quizá mi futuro.

Soy de las afortunadas que viven en pareja, pero aún así el contacto con el exterior se ha reducido drásticamente y no sabemos si en algún momento se podrá reanudar como antes. Últimamente he soñado que estamos en reuniones masivas y vuelve la misma sensación del vacío que me engulle, sólo que ahora no opongo resistencia y en el sueño, a pesar del horror, me convenzo de que es mejor el vacío que el contacto.