Mujeres y terror

Parecería incuestionable afirmar que “las películas de cine de terror son iguales en toda época”. Pero no es así. Como plantea el ensayo de Iván Farías, la presencia de guionistas y directoras aporta un sesgo decisivo a las cintas de sus contrapartes masculinas: aquí las mujeres no son intercambiables ni decorativas, no responden a una idea preconcebida de género. En cambio, sus creadoras exploran de forma novedosa el terror femenino, que comprende la maternidad, la enfermedad mental y la impostura.

The Babadook (Jennifer Kent, 2014).
The Babadook (Jennifer Kent, 2014). Foto: Fuente: horrorhazard.com

La presión de la crítica y del público a los tópicos más manidos del terror ha causado que productoras y estudios, para no perder el negocio, se adapten rápidamente a los nuevos tiempos. Han cambiado a la Final Girl, que corría despavorida delante del asesino de turno, por la Bitch Final Girl, es decir, una víctima que ya no se asume como tal e incluso escupe un insulto al antagonista cuando lo vence.

Pero ese es un cambio cosmético, no de fondo. Desde hace unos años, debido a que comenzó a despuntar una camada de mujeres detrás de cámaras, la representación femenina tomó otros derroteros. Entre ellas están, por ejemplo Karyn Kusama y la francesa Julia Ducournau, directora de Voraz (2016).1 También podemos sumar a Karen Walton, de Feroz (2000). Todas son egresadas de escuelas de cine o cuando menos han trabajado desde hace tiempo como guionistas en la industria de la producción audiovisual.

Sería falso afirmar que no existieron roles femeninos interesantes en el cine de terror. Como prueba están Carrie (Brian de Palma, 1976), El bebé de Rosemary (Roman Polanski, 1968), Possession (Andrzej Zulawski, 1981) o El descenso (Neil Marshall, 2005). No podemos dejar de lado el llamado Nuevo Extremismo francés, con cintas como Al interior (Julien Maury y Alexandre Bustillo, 2007), Mártires (Pascal Laugier, 2008) o Alta tensión (Alexandre Aja, 2003).

Sin embargo, al mismo tiempo que el declive de la fiereza y el deseo de golpear al espectador del Extremismo francés, comenzaron a aparecer cintas de terror que no se enfocaban en torturar la carne, sino aludían a las antiquísimas historias de fantasmas, en una especie de péndulo que va de un lado a otro, del terror carnal al etéreo, como ha sido desde que el cine es cine.

DE BRUJAS Y FANTASMAS

Más allá de la nueva y simplona etiqueta del posthorror, útil para entradas de blogs o videos de YouTube, lo cierto es que desde algunos años existen títulos que tratan de contar historias de mujeres con sus propias particularidades. Las protagonistas no son personajes intercambiables, sino se adentran en lo que podríamos llamar terror femenino y subvierten las ideas preconcebidas de lo que debe ser una mujer. Se trata de obras que toman los más viejos arquetipos del terror, como la casa maldita, para aludir a sus propias preocupaciones, entre ellas, la maternidad y el síndrome del impostor. Todo esto ocurre sin restarle ni un ápice al deseo de hacer sentir mal al espectador y dejando finales, como es potestad del género, desoladores.

Queda aclarar una cosa: la siguiente no pretende ser una lista definitiva, pero sí representativa. Además, he excluido cintas que más que narrar una historia intentan probar un punto, como es el caso de The Invisible Man (Leigh Whannell, 2020).

Comenzará a darse cuenta de que ya no puede reconocer a su hijo. Este terror se acrecentará cuando una vecina, quien perdiera a su vástago, le confirme sus sospechas 

EL PADRE AUSENTE

Tenemos que iniciar con el deslumbrante debut de Jennifer Kent, The Babadook (2014). Cuenta la historia de una viuda y de lo difícil que es criar un niño en soledad, pero también es el relato de un monstruo (casi una sombra) que poco a poco va tomando para sí la casa y la vida de madre e hijo. Kent homenajea el cine de terror de la época silente de distintas formas, ya sea poniendo en una pantalla de televisión a Nosferatu, el Fantasma de la Ópera y al Drácula de Bela Lugosi, o basando su monstruo, el Babadook, en una suerte de versión caricaturizada del vampiro de London After Midnight, interpretado por Lon Chaney.

William Friedkin, quien dirigió El exorcista (1973), en cuanto vio la cinta de Kent se ofreció para echársela al hombro y lograr una mejor distribución. La cinta fue realizada luego de que su directora, australiana, decidiera aceptar un trabajo ínfimo al lado de Lars von Trier en Dogville. “Sólo quería ver a un gran director trabajando, para saber cómo lo hace. Lo más importante que aprendí de él fue tener coraje. Es obstinado y hace lo que quiere”, dijo a la revista neoyorquina The Cut sobre su experiencia con el director danés.2

La somnolienta madre, Amelia (Essie Davis), comienza poco a poco a perder la cordura cuando su hijo Samuel (un estupendo y odioso, a ratos, Noah Wiseman) asegura que un monstruo proveniente de un libro pop-up lo acosa por la noche. El Babadook se convierte así en un fantasmagórico padre que acosa a la pequeña familia. Uno debe confiar en lo que ellos observan y desentrañar si es cierto o no.

Kent se las arregla para crear atmósferas y situaciones que producen desazón, melancolía, miedo, pero también para narrar lo desafiante que es para una madre soltera lidiar con un niño problemático. Kent nos muestra que la maternidad no es un asunto donde una madre da todo por su descendencia. Desacraliza la relación familiar más idealizada de todas y convierte a madre e hijo en seres tan reales que a veces uno los odia. Tal vez es el sustrato que el espectador promedio no alcanza a percibir y por el cual el final lo deja sintiéndose insatisfecho.

Sin vender la trama podemos decir que el Babadook habita siempre en las partes oscuras de la casa o abiertamente en el sótano. Eso habla de su naturaleza subconsciente y por ende, de la imposibilidad de destruirlo.

Con toda seguridad esto es lo llamó la atención de William Friedkin. No olvidemos que El exorcista trata, a fin de cuentas, de lo difícil que es para una madre sobrellevar la entrada de su hija a la pubertad. Lo que causa terror en ambas cintas es cuestionar la maternidad y la crianza —el Diablo atosigando a Karras con la voz de su madre lo confirma. El mal proviene de nosotros mismos y no hay conjuro que pueda salvarnos. (Disponible en plataformas como iTunes o YouTube).

MUERA QUIEN MUERA

El embarazo resulta uno de los grandes temas en el terror. La llegada del Anticristo o de un ser maligno por momentos parece subrayar la doctrina provida, la cual asegura que toda mujer quiere ser madre. Así que en el género se juega con la idea de que algo malo se avecina y la madre, por más malo que sea, no lo va a abortar. En el caso de Shelley (2016), Ali Abbasi, iraní avecindado en Dinamarca, no es del todo cierto. En la cinta, la delgada y frágil húngara, Elena, obtiene trabajo como empleada doméstica en casa de Louise y Kasper, un matrimonio danés bien avenido. Viven en el bosque, a la orilla de un lago, sin electricidad y comen lo más sano posible. Para ciertas cosas se hacen curar por un viejo chamán que los visita de vez en cuando, pero para otras cosas van directamente al hospital que está a unos kilómetros en auto.

La lejanía, la incomunicación e incluso el bosque no serán los elementos terroríficos en esta cinta. Abbi y su guionista, Maren Louise Käehne, se concentran en un embarazo que a todas luces se presenta complicado para la débil chica que renta su cuerpo. Pronto se revelan dos cosas: Louise puede ser muy vegetariana y espiritual, pero no le importa nada la vida de Elen, sólo la de su futuro hijo; por otro lado, la crianza tampoco le importa mucho a Kasper, quien se mantiene fuera de todo este juego, hasta que es muy tarde, incluso para él. (Disponible en plataformas como iTunes o YouTube).

LOCURA Y SOLEDAD

Si bien muchos ven La bruja como una cinta de terror, algunos críticos la consideran más bien un drama de época. En todo caso, el alemán Lukas Feigelfeld tomó como modelo esa película norteamericana y entregó una opera prima mucho más oscura y abiertamente inscrita en el género: Hagazussa (2017). Es al mismo tiempo un cuento gótico, un relato sobre el descenso en la locura y una muestra de cómo la mujer siempre ha sido carne de cañón de la sociedad. Dividida en cuatro partes o pequeñas historias en sí mismas, las más perturbadoras son la del inicio y la del final.

Albrun es una niña pequeña que vive en las montañas acompañada de su madre, a quien el resto de la aldea considera una bruja. Por esta razón es frecuentemente amenazada de muerte. Años después, una vez que la madre muere, Albrun es considerada también bruja, con lo que hereda el repudio. A este destino cruel le sumamos que alguien la violó, dejándole una hija sin padre, que por supuesto heredará la maldición. En Hagazussa nos enfrentamos al exilio autoimpuesto de una mujer que palia sus deseos sexuales en la montaña, ayudada por una cabra, y que guarda el cráneo de su madre, por la imposibilidad de enterrarla en la iglesia de la comunidad. (Disponible en Netflix USA).

El bosque maldito (Lee Cronin, 2019).
El bosque maldito (Lee Cronin, 2019). ı Foto: Fuente: pinterest.com

NO RECONOZCO A MI HIJO

Tal vez uno de los más grandes terrores maternales es el de no reconocer un día a los propios hijos. A eso juega toda la película El bosque maldito (Lee Cronin, 2019). En ella, una mujer recientemente separada se muda a vivir a un lejano pueblo irlandés, en una casa cercana al bosque. Ahí deberá criar a su único hijo. No sabemos nada de su pasado, sólo que la relación con su antigua pareja no es agradable; más que una mudanza parece una huida.

Un día comenzará a darse cuenta de que ya no puede reconocer a su hijo. Este terror se acrecentará cuando una vecina, quien perdiera hace tiempo a su vástago, le confirme de cierta manera sus sospechas. Sin embargo, como es lo común en el llamado gaslighting, ella percibe que algo no está bien pero duda de sí misma porque todo mundo la tilda de loca. Esta duda, la posibilidad de ser una enferma mental, es lo que causa terror en la cinta. (Disponible en Amazon Prime).

MIS HIJOS, TUS HIJOS

Si bien resulta extenuante criar hijos propios, los ajenos resultan un desafío mayor, como en La cabaña siniestra (Veronika Franz y Severin Fiala, 2019), a medio camino entre la cinta de fantasmas, el hundimiento en la locura y el slasher.3 Aquí, una mujer decide suicidarse, luego de que su marido le pide el divorcio, con lo que deja bastante afectados a sus hijos. Sin embargo, el ahora viudo sigue adelante con su deseo de emparejarse con su novia, pasando de largo si su progenie está bien o no.

El padre, alegre y dicharachero, decide hacer terapia de choque para que novia e hijos (una niña pequeña y un preadolescente insoportable) convivan y se lleven bien, previo a su matrimonio. La fecha indicada es navidad; el lugar, una cabaña en el bosque. El detalle que hace falta saber es que la novia es la única sobreviviente de un suicidio masivo en el que el que el padre de la mujer fue ejecutor y víctima de una secta cristiana radical.

La relación, como no podría ser diferente, va mal, y más cuando el viudo tiene que dejar al trío en la nieve, con el fantasma omnipresente de la madre muerta. Como en The Babadook, el fantasma del padre ausente, del padre oscuro, se hace presente. Las cineastas juegan con la ambigüedad para crear un ambiente opresivo, desasosegante, en el que la madre sustituta intenta ser amable con los niños y ellos, por obvias razones, la rechazan, crispando los nervios del espectador. El final es cruel y desolador. (Disponible en plataformas como iTunes o YouTube).

EL DEMONIO DEL OLVIDO

Para terminar, mencionaré otra opera prima, la de Natalie Erika James, quien en Relic (2020) se embarca en una historia que emparenta la demencia senil con el terror. Esta cinta intensa y contenida utiliza un tiempo pausado para centrarse en las actuaciones, principalmente en la de Robyn Nevin, la abuela. Es una mujer mayor que vive sola en una casa a las afueras de la ciudad; un día desaparece y su hija y nieta dejan en pausa sus vidas para irla a buscar. La mujer regresa, a los pocos días, sin recordar nada. Retoma su existencia como si fuera normal. Sin embargo, algo ha cambiado en ella.

Utilizando la casa como símil de lo que pasa en la cabeza de la abuela, la directora y guionista muestra el descenso a los infiernos de la demencia, viaje que al mismo tiempo puede ser espantoso y melancólico. La escena final, desagradable y tierna, resume la pesada carga de un mal familiar. (Disponible en Amazon Prime).

CONCLUSIONES

Muchas de las cintas de esta nueva camada juegan a la ambigüedad, dejan que el espectador rellene los huecos. Están también sustentadas en las actuaciones y en la buena química de los actores. Todas apuestan por lo que podríamos llamar cine de arte, es decir, propuestas formales en la fotografía y en la ambientación. Sin embargo, quitando The Babadook, las demás tienen detalles que reflejan su estatus de primeras obras. A pesar de ello la constante es clara: los conflictos de la mujer van mucho más allá de correr delante de un psycho killer.

Notas

1 Consigno los nombres en español. Cuando no hay traducción, dejo el título original.

2 https://www.thecut.com/2014/12/meet-jennifer-kent-director-of-the-babadook.html. Consultado el 29 de julio, 2020.

3 Se refiere a un subgénero, en el que un psicópata asesina de manera cruel.