La crítica literaria, ¿enferma?

El sino del escorpión

Crítica literaria Foto: Fuente: successfulstudent.org

El alacrán cavila sobre la suerte de la crítica literaria en México: tanto de la crítica académica, analítica, descriptiva y basada en un aparato conceptual, como de la periodística, donde la evaluación de una obra adquiere protagonismo. El texto de la investigadora Patricia Espinosa Hernández, sobre la crítica literaria en el Chile neoliberal, impulsa al escorpión a tropicalizar sus observaciones.

Hubo el tiempo de los críticos conservadores, con la capacidad de sancionar un canon y delimitar tendencias según su agrado, tiempo del privilegio y la verticalidad autoritaria. Este ejercicio de la crítica provenía de camarillas, tribus, mafias culturales con alta presencia editorial y mediática, orientadas a posicionar la producción literaria de los miembros de la élite en una suerte de privatización del pensamiento crítico.

Fue luego la era de la promoción y el marketing editorial, de la lógica del mercado en la literatura. El crítico consumía entonces obras literarias por compulsión, con frenesí por las novedades, la acumulación de títulos, nombres de autores y marcas editoriales. Frecuentaba cocteles y se mantenía cercano a los editores del momento para promover futuros lanzamientos. El crítico literario fue un eslabón más de la cadena de difusión del libro, de la estrategia de propaganda.

Ya durante la plena desaparición de la crítica literaria, emergieron las redes sociales y los booktubers para apresurar su réquiem. Al inicio, el auge de los soportes virtuales hizo pensar en la ampliación del ejercicio de la crítica literaria: sumaba voces y puntos de vista invisibilizados, democratizaba el territorio crítico. Su comentario menor o microcrítica, acaso podría fragmentar el espacio crítico literario e impedir el restablecimiento de los viejos poderes conservadores.

La experiencia literaria en las redes se convirtió también en exhibicionismo 

No obstante, como ha ocurrido con internet en general, comprobamos la existencia de una falsa diversidad. La proliferación de microcríticas virtuales y de voces atentas a la literatura no significó diversificación. La experiencia literaria en redes se convirtió también en un sofisticado exhibicionismo, en renovada industria del entretenimiento.

El resultado es el adelgazamiento de la crítica al punto del eslogan: no hay análisis, no hay método, no hay coherencia, sólo el gusto, la moda, la pose y la complicidad para asegurarse la pertenencia al grupo privilegiado que se liga a las directrices del mercado. El lector promedio de la literatura vive hoy en el mall y renueva su stock para tomarse una selfie y promoverla en redes.

Así estábamos cuando llegó la pandemia y el zoom y las presentaciones virtuales... ¡Cof, cof!, el alacrán escucha a la crítica literaria toser enfebrecida.

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