Este 2020, El vampiro de la colonia Roma cumplió 41 años. Y este año también murió Luis Zapata. Parece una broma capicúa. El autor no se fue de este mundo cuando su libro más famoso cumplió cuatro décadas. O los 43. Partió justo en el año con el número emblemático. Más gay, imposible.
El vampiro de la colonia Roma es un hito y un mito de la literatura mexicana. Como le ocurre a gran parte de la literatura marginal, fue recibido con ambigüedad por el público. Por un lado estaban aquellos que entendieron de manera cabal que se trataba de una pequeña obra maestra, por otro la adhesión al mercado editorial. Esta novela tuvo una acogida comercial inmediata, no fue tratada con desdén como una obra underground, como ocurrió por ejemplo con los libros de Fernando Nachón, pero a pesar de lo anterior, no era una lectura de fácil digestión para los consumidores, llámense lector de a pie, escritor de prestigio y académicos.
Cuando se publicó la novela, en 1979, por supuesto que México ya había experimentado de manera exhaustiva las mieles de la revolución sexual. Sin embargo, nadie se atrevía a contar con pelos y señales una parte soterrada de dicha revolución: la prostitución masculina. La obra de Luis Zapata desenmascaró la falsa moral que imperaba en el medio cultural de su tiempo. Y quizá ése sea uno de los mayores triunfos de El vampiro de la colonia Roma. Masificar la putería.
Pero no importa cuánto apoyo tengas por parte del mercado editorial o de alguno que otro bien intencionado, existen obras que siempre van a estar signadas por la incomprensión. Es el caso del debut de Luis Zapata. Y sin embargo su novela ha producido fenómenos inexplicables. Es un libro que ha sido leído de manera incansable por varias generaciones. Su reconocimiento se presentó, como ocurre en estos casos, de manera tardía. Es decir: hasta que cumplió 40 años se revaloró la figura de su autor. Y sin embargo, una buena parte de su obra sigue fuera de circulación.
La maniobra radica en que combina lo aprendido en Joyce y hace un mix con la tradición picaresca
A pesar de todo, hay algo de engañoso en cómo se percibe a Zapata y la novela. En el 2000, Conaculta y Planeta lanzaron una colección llamada Narrativa Actual Mexicana. El vampiro de la colonia Roma estaba incluida. Es decir: la aceptación por parte del canon estaba dada. Por otro lado, a principios del nuevo milenio la homosexualidad no era la cosa aspiracional y rosa en que se ha convertido el día de hoy. Era una condición que siempre despertaba la desconfianza y en ocasiones era tolerada, pero desde la altura moral de la condescendencia. Cómo era posible que la novela de un puto que escribe sobre un puto que se prostituye formara parte de mi educación sentimental.
Analizar El vampiro de la colonia Roma desde lo puramente literario, dejando fuera lo sociológico, es enfrentarnos a un triunfo de la lengua. Zapata es, junto a Parménides García Saldaña, el más joyceano de nuestros escritores. La técnica con que emprendió la escritura de la novela remite a muchas fuentes, pero es imposible no pensar en Visiones de Cody, de Jack Kerouac. La novela es una abierta exploración lingüística, tal como lo propone Joyce en algunos pasajes del Ulises. Toda proporción guardada, de dónde sacaría Zapata sus recursos si no de ahí. La maniobra de Luis radica en que combina lo aprendido en Joyce y lo remezcla, hace un mix, con lo mejor de la tradición picaresca. Lo que da como resultado su retrato del prostituto postadolescente.
No cabe duda de que Zapata leyó con fruición Memorias de una pulga, de autor anónimo, una cumbre de la picaresca. El porno de Zapata y de los que nacimos todavía en la década de los setenta estaba modelado por la literatura, no por el video o la revista para caballeros. Zapata imagina, idea, reconstruye, a partir de lo pícaro, un territorio sexual imaginario que le ayuda a narrar el territorio sexual real de su época.
En la actualidad es imposible leer El vampiro de la colonia Roma y tratarlo como en el pasado: reconocer que era una novela pasable aunque no se trataba en sí de literatura. Pero es literatura. Y de la más alta calidad. Ya no es tan sencillo soslayarla por su temática. A pesar de eso, Luis y su libro no dejarán de ser unos forever delayed. Porque somos el país de la doble moral. Porque metemos una novela como ésta en nuestro canon pero nos sigue escandalizando que dos putos se besen en el transporte público en hora pico.