Hace unas semanas, el mundo literario recibió la noticia de que la portuguesa Lídia Jorge ganaba el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2020, un galardón más que justo para ella, escritora sensible y multipremiada cuyos diversos textos pasan por la novela, el cuento, la crónica, el teatro y la literatura infantil. Su trabajo, como una marea amable y poderosa, se ha ido alzando para colocarse en el campo de la literatura que es indispensable, necesaria.
El compromiso político —desde las letras— y la mirada aguda de Lídia Jorge han creado una obra profundamente atenta a los procesos históricos, personales y cotidianos. Sus textos circundan el mundo portugués posterior a la década de los años setenta y no dejan de ser un espejo universal para quien los lee, sea el lector del origen que sea. La autora tiene un interés particular en la memoria, la historia y la Historia, pero no hace literatura histórica, sino literatura del tiempo personal. Como ella misma lo ha dicho, es cronista de su tiempo. Al narrar, como un gato sigiloso, sutilmente se acerca y rodea en secreto los acontecimientos de la Historia; lo hace desde una perspectiva única, desde la intimidad, desde el motor que hizo girar la rueda de lo simbólico. Y entonces despliega un pensamiento que mezcla lo poético con lo analítico.
EN LENGUA HISPANA existen pocos libros de ella, pero vienen otros. Hace unos veinte años Alfaguara le publicó un par de títulos —en España nada más—, pero después no insistió. Aunque Seix Barral también dio a conocer algunos libros suyos, no siguió adelante. Pero ahora Lídia vuelve a hacer su aparición en nuestra lengua, gracias a que algunas editoriales se ponen a la carga. Caballito de acero, hermosa editorial colombiana dedicada a libros deportivos, le publicó La instrumentalina, un pequeño relato sobre el ciclismo. Uniandes, también en Colombia, hizo lo propio; Libros del fuego, en Venezuela; La Umbría y la Solana, en España, y Elefanta Editorial, en México, la han publicado en español. Más allá de nuestra lengua es una autora constante desde hace tiempo en varios idiomas. En Francia, Métailié la edita desde hace años, en Italia lo mismo sucede con Urogallo, en Alemania la publica Suhrkamp y, en Israel, Hakibbutz. Y con diferente fuerza también se lee en otros países, como Taiwán, Bulgaria, Rumania, Eslovenia, Suecia, Croacia, Grecia y Estados Unidos, por mencionar algunos. Lídia Jorge ha trascendido idiomas y se ha forjado un público lector desde hace años, al grado de que su nombre suele barajarse constantemente como candidato a ganar el Premio Nobel de Literatura, aunque está más que visto, eso sí, que es casi karmático y cruzazulino ser nombrado en la baraja de candidatos y candidatas, para no ganarlo. Esperemos que sea la excepción, por el bien de ella, de las y los lectores y de las letras portuguesas, que paulatinamente dejan ver su fuerza especial.
Lídia Jorge ha trascendido idiomas y se ha forjado un público lector; su nombre suele barajarse como candidato al Nobel
EN MÉXICO SE ENCUENTRA ahora en librerías Los memorables, publicado por Elefanta Editorial en 2018 y traducido por María Auxilio Salado. Es un libro casi psicoanalítico sobre una generación. En él, Ana María, periodista, vuelve a Portugal para hacer un documental sobre la Revolución de los Claveles, treinta años después de ésta; para ello, decide tomar como punto de partida una fotografía en blanco y negro guardada en casa de su padre, y entrevistar a cada uno de los personajes que ahí aparecen, incluido el padre, con quien habrá de intentar reencontrarse. Y mientras ella misma, en su regreso, redescubre el Portugal que había guardado en sus recuerdos, va a su vez entendiendo cómo los demás, los entrevistados, han construido su memoria histórica y personal. Entonces se desbaratan las ideas preconcebidas. Sus recuerdos se trompican al enfrentarse a la realidad y a los recuerdos de los demás. A su vez, los entrevistados tienen una manera muy peculiar de entender el momento histórico, de evocarlo y, por supuesto, de colocarlo en la memoria. No hay ningún recuerdo unívoco. La Revolución de los Claveles, como acontecimiento histórico, se ha ido comportando extrañamente a lo largo del tiempo personal de cada entrevistado/a. Todos y todas, inevitablemente, toman una postura ante la Historia (con mayúsculas) y se asumen como sujetos políticos, por más apatía que puedan tener. La Revolución de los Claveles es un acontecimiento fundacional para Portugal: terminó la dictadura de Salazar y finalizó el imperio colonial. Es un contundente símbolo de identidad nacional a partir del cual Lídia Jorge, en cámara lenta, retrata el caleidoscopio emocional que representa para su país.
Como un paciente pájaro que arma un nido hasta concluir una obra maestra, la escritora es capaz de preparar estructuras donde el universo puede cambiar. Su literatura es así, y no quiere decir que sea inofensiva, como para algunos podría serlo un pájaro; al contrario, es precisa y sofisticada, como las aves. Ella se acerca a lo micro, y desde ahí se cuela al todo para transformarlo o para mostrárnoslo de otra manera, desde esa mirada cada vez más sabia.
LA COSTA de los murmullos, que Elefanta Editorial está a punto de publicar en México (y que fue adaptada al cine en 2004, por Margarida Cardoso), es otro libro que toca la memoria y la distancia. Se desarrolla en tiempos de guerra colonial con Mozambique, en la década de los setenta, pero no habla directamente de la guerra, o no del frente de batalla, sino de lo que sucede atrás, de las mujeres adaptadas a las misiones de sus maridos. El conflicto bélico es central en esta novela, sin embargo, nunca se le ve de frente: la guerra es distante, llega a través de relatos, fotografías e interpretaciones. El libro no es sobre los soldados, sino sobre las mujeres cautivas en la espera de la guerra. A partir de ellas, Jorge crea una polifonía de apreciaciones sobre los conflictos armados hasta fragmentar magistralmente la verdad y, una vez más, hace gala de su sensible mirada del tiempo colectivo. Además, en esta obra reverbera la experiencia de la escritora en Mozambique, donde ella misma vivió en los momentos de la independencia. “Lo más importante de mi vida lo entendí allí. Conocí la muerte, vi muchos heridos, vi la mentira histórica. Comprendí que un pequeño país puede dominar a muchísima gente. Fue una experiencia fundadora para todos mis libros, una especie de bautismo de la edad adulta”, diría Lídia.1
La costa de los murmullos no es el único libro que enfrenta el imaginario del antecedente colonialista portugués. En Misericordia, texto aún en proceso de escritura, Lídia Jorge intentará —lo ha declarado— explorar el lugar y la identidad de una hija de colonialistas, como ella misma lo fue. Y seguramente será formidable. La literatura de Lídia hace pensar en esos laboratorios de resonancia magnética, en los que un líquido se usa como contraste para que un radiólogo/a pueda observar claramente ciertas zonas, es decir, un tinte cambia el magnetismo de las moléculas. Si así se resaltan las imágenes en los laboratorios, eso es exactamente lo que sucede con la escritura de la portuguesa, cuyas palabras son casi químicas y se comportan como el medio de contraste que convierte en evidentes características fundamentales de la vida, pero ocultas a simple vista.
En Estuario, una de sus más recientes obras, también en preparación por Elefanta Editorial, un portugués mutilado regresa de África dispuesto a escribir un libro sobre la atrocidad que vivió en aquel continente, en un campo de concentración keniano. Sin embargo, antes de hacerlo tiene que aprender a escribir con la otra mano, la que no le fue mutilada, y para ello decide copiar la Oda marítima de Fernando Pessoa. Más allá del subtexto de este acto, su regreso implica volver a empezar en muchos sentidos, reconectar con una familia en decadencia y envuelta en un pleito contra el Estado portugués. El compromiso ético y las cuentas pendientes atraviesan su memoria y la de su familia, por lo que se trastoca la distancia con la que él había imaginado el futuro.
LA LITERATURA PORTUGUESA vive un momento de combustión y vale mucho la pena mirar lo que ahí sucede. Quizás Lídia Jorge sea la mayor exponente actual. El Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2020 sin duda pondrá su nombre en el mapa hispanoamericano, y de paso a la literatura portuguesa, que afortunadamente poco a poco se despliega para el público de lengua hispana.
Más allá de estos descubrimientos o apuestas literarias, es importante reconocer el contexto que, desde otro flanco, ayuda a que se propicien. En los últimos años, Portugal ha tenido una política cultural de promoción internacional de sus artes. Esta década ha apostado por su literatura y se ha propuesto llegar al idioma español que, huelga decir, representa un mercado interesante y de buen tamaño. Portugal logró ser invitado de honor en la FILBo de Colombia (2013), en la Feria de Madrid (2017), en la FIL de Guadalajara (2018) y en la de Sevilla (2019), mientras que en agosto de 2020 lo hubiera sido de la FIL Lima, de Perú, pero llegó el Covid-19. Los esfuerzos, por supuesto, también corresponden a quienes organizan esas ferias, cuya visión del libro es profunda y global.
El conflicto bélico es central en La costa de los murmullos, sin embargo, nunca se le ve de frente: no es sobre soldados, sino sobre mujeres en espera de la guerra
El gobierno portugués cuenta además con dos instituciones que se han involucrado en la producción de libros: el DGLAB, que pertenece al Ministerio de Cultura, y el Camões IP, que es parte del Ministerio de Negocios. Las dos instancias invierten anualmente apoyando a editoriales extranjeras, con lo cual, al promover autores fuera de Portugal, indirectamente impulsan la industria local, porque las editoriales pueden vender derechos al extranjero. Y no es menor que quienes apoyen sean dos ministerios distintos, porque esto significa que la visión cultural del libro coexiste con la visión económica del mismo, cuya industria muchas veces es relegada o desdeñada, a pesar de que los libros salven vidas. Los memorables, de Elefanta Editorial, recibió ese apoyo, pero no fue la única casa en gozar de él. En 2018, el año que Portugal fue invitado a México, los apoyos correspondieron a 47 obras de 26 editoriales de diferentes países: Argentina, Chile, Colombia, México, Uruguay y Venezuela. México recibió 25 apoyos, mientras Colombia tuvo 15. El total del gasto fue de 113 mil 869 euros, menos de tres millones de pesos, lo cual no es ninguna cantidad que comprometa la estabilidad nacional del país luso; de hecho, podría decirse que es poca y ha rendido frutos. Ese año, otras sesenta obras portuguesas fueron publicadas sin necesidad del apoyo, quizás porque la semillita estaba ya de alguna manera sembrada.
Portugal no está concentrado sólo en llegar al idioma español, también va constantemente a las ferias de Frankfurt y Bologna, y en 2021 será el país invitado en el evento correspondiente de Leipzig. Ambas instituciones hacen puentes con autores, agentes, editoriales, traductores. Y no todo implica gasto, sino a veces simple gestión, una visión social de la importancia del libro. Es una política cultural que da valor a la industria del libro en general, incluyendo lo económico. Esto estimula la bibliodiversidad local e internacional y, por consecuencia natural, enriquece y favorece a lectores/as. Esta promoción implica también una relación directa con la literatura africana escrita en portugués, con autores como Mia Couto (otro eterno barajado en las apuestas del Nobel), Ondjaki, Pepetela y un sinfín de voces poderosas, porque no cabe duda que la literatura portuguesa está ligada a la experiencia africana. Lo podemos ver en los textos de Lídia y en los de otros autores/as portugueses/as, y también es evidente en los de los mozambiqueños, angoleños y caboverdianos cuya literatura tiene a su vez un rapport con la portuguesa.
Para 2021, Elefanta Editorial también prepara un libro de Yara Monteiro, angoleña crecida en Portugal, que narra la historia de una mujer que desde la península vuelve a Luanda, Angola, a buscar a su madre, a quien nunca conoció y es excombatiente de la guerra de independencia. Desde la identidad lusoangoleña, ella enfrenta todo su imaginario, constituido por un arsenal de fantasmas. La novela de Monteiro también es un ejercicio de memoria. Como la misma Lídia Jorge señala: “La literatura lava con lágrimas amargas los ojos de la historia”.2
Notas
1 https://www.efe.com/efe/america/cultura/lidia-jorge-las-sociedades-quieren-olvidar-los-escritores-recordar/20000009-3595257
2 Ídem.
EMILIANO BECERRIL SILVA (Ciudad de México, 1982), escritor, traductor, editor y director fundador de Elefanta Editorial, ha sido productor radiofónico y es socio fundador de la librería-
bar Bucardón.