John Lennon: cuarenta / ochenta

Como si un tema pudiera agotarse por completo, parece que se ha impuesto la costumbre de presentar la compilación definitiva de un grupo o un músico, que incluye sus grabaciones cimeras. Este 2020apareció la que presume ser la última antología de John Lennon (el próximo 8 de diciembre, por cierto, se cumplen cuarenta años de su asesinato en Nueva York). En un análisis puntual, José Homero explica por qué Gimme Some Truth. The Ultimate Mixes podría merecer (o no) enlistarse en esa categoría.

John Lennon Fuente: udiscovermusic.com

En 2020 las efemérides de John Lennon —una el 9 de octubre, la otra el 8 de diciembre— que circunscriben su periplo vital resultan rotundas: celebramos ochenta años de su nacimiento y rememoramos cuarenta de su asesinato. Y una peculiaridad: la segunda, además de ser la mitad de la primera —cuarenta respecto de ochenta—, coincide con la edad que Lennon tenía al morir. Así, este 8 de diciembre conmemoraremos que John, insólito Peter Pan maduro, permanecerá para siempre con cuarenta años, por más que nos esforcemos por recrearlo como un anciano benevolente, emisario del amor y la paz. Y aunque el edificio del Empire State refulgiera desde la víspera del 9 de octubre para festejar el natalicio del neoyorquino más icónico nacido en Inglaterra —como lo remarca la camiseta sin mangas con la leyenda New York City que porta en la fotografía de Bob Gruen, la efigie elegida para el velatorio colectivo en su ciudad adoptiva—, al recordar el nacimiento es insoslayable no evocar su muerte, como lo comprueba gran parte de los tuits emitidos en ese día.

Un cumpleaños tan redondo exigía actos relevantes. Por ello, oficialmente se publicó Gimme Some Truth, una caja recopilatoria en varios formatos tanto físicos como digitales, y a través de BBC Radio 2 se emitió una entrevista en la que Sean Lennon conversa sobre su padre con su hermano mayor, Julian, y con Paul McCartney.

GIMME SOME TRUTH (Capitol, 2020) se presenta como la antología definitiva de John Lennon. Al paso del tiempo sus compilaciones se han prodigado —la primera, Shaved Fish (1975), la efectuó él mismo ante el temor de que las cintas de sus grabaciones se perdieran por negligencia de las discográficas. Sin embargo, ninguna había ido más allá de incluir éxitos o sencillos. En los años recientes se exhumaron tomas alternativas de las piezas señeras. La apuesta de antologar sin atender el éxito o impacto de las canciones, además de trazar un compendio de la trayectoria solista, plantea una revisión y evaluación del legado del compositor. La segunda peculiaridad que vuelve inmarcersible esta caja está en el sonido. Cada pista se ha grabado nuevamente a partir de transfers obtenidos de los originales y la mezcla se realizó mediante un procedimiento análogo en los estudios de grabación Henson de Los Ángeles y otra en los míticos estudios Abbey Road de Londres. Como si se corrigieran las erratas petrificadas de un título clásico, el resultado es una edición crítica, canónica y pulida que aclara y fija el sentido de las líneas.

Estas cualidades bastarían para que Gimme Some Truth redundara en un éxito de ventas y un hito que conmoviera a la crítica musical. Pero desconcierta, por principio, la homonimia con la caja de 2010. Considerada referente, incluía casi todas las grabaciones de John, aunque sin llegar a la prolijidad de John Lennon Signature Box (2010). Y si bien oscurece a la nueva Gimme Some Truth —a la que extendieron el título The Ultimate Mixes, para salvar la confusión, de todos modos inevitable—, es importante señalar que sus intenciones difieren. La primera refunde casi todas las piezas de los álbumes —faltan siete composiciones de los discos solistas y seis de las escritas con Yoko—, orientadas por una suerte de rosa de los vientos temática, mientras que la presente es una antología que no sólo espiga entre los álbumes publicados en vida y póstumamente, sino que revisa los sencillos y la discografía digamos secundaria.

Así, además de recuperar dos temas excluidos del acopio de 2010, “I Know (I Know)” y “Angela”, añade “Come Together” —interpretada en vivo en Live in New York City. Cabe reparar que si bien se suman melodías poco estimadas, por ejemplo “Steel and Glass” y “Angela”, no se incluye “Mother”, una de las ausencias más inexplicables. Otra canción señera asombrosamente excluida es “Yer Blues”, de la que se registra una apoteósica interpretación en el filme The Rolling Stones Rock and Roll Circus (Michael Lindsay-Hogg, 1968). Incluso, por el poderío de la frase y las reflexiones que ha suscitado sobre el feminismo de Lennon, debió incorporarse “Woman is the Nigger of the World”.

Enfrentando tales reparos, Sean Lennon ha explicado a través de su cuenta de Twitter que la elección de temas se debió al gusto pero también a las limitaciones del formato. Huelga decir que como otras decisiones de los Ono Lennon, las coordenadas se adivinan trazadas por números: 36 piezas, la mitad de las 72 incluidas en el Gimme Some Truth de 2010. Más que un recelo ante la similitud entre los títulos de ambas cajas, la tibia respuesta de público y crítica probablemente se deba a que el truco se ha repetido: son varias ya las compilaciones definitivas (Working Class Hero. The Definitive Lennon, 2005; Power to the People. The Hits y Gimme Some Truth, 2010, como ejemplos). Y si bien ninguna había ofrecido tal cantidad de extras —dos discos compactos más un disco Blu-Ray; un libro de 124 páginas, un póster y un par de postales—, ni una gama tan amplia de formatos —prácticamente una para cada bolsillo y para cada nivel de devoción—, por lo visto los incentivos no propiciaron el impacto calculado. Y quizá sea injusto.

No sólo se remoza un legado que por consabido se olvida: igualmente se confiere un sonido nuevo a piezas tan oídas
que habíamos dejado de escucharlas. (¿Desde cuándo?)

EL MÉRITO de Gimme Somme Truth. The Ultimate Mixes está en el sonido, más que en la selección. Y esto debería ser suficiente, tanto para que los devotos del santo laico John Lennon aporten un nuevo diezmo a la Iglesia Ono, como para que los neófitos o recién conversos oigan el evangelio de ésta y no otra fuente. Aprecio la voluntad crítica que la rige distinguiéndola de otras colecciones y celebro la resolución de remasterizar las canciones para conferirles una dimensión sonora inédita. El productor Paul Hicks, responsable de la edición de Imagine. The Ultimate Collection, colaborador de George Martin en la preservación del catálogo Beatle y compañero musical de Dhani Harrison, cuenta que Yoko pidió que la manufactura satisficiera tres elementos:

—Ser totalmente fiel y respetuosa con los originales.

—Asegurarse de que el sonido en general fuera más nítido.

—Incrementar la claridad de las vocalizaciones de John.

Como corolario, en el libro incluido en la versión de lujo, figura la sentencia: “Tenía razón. La voz [de John] le brinda un mayor impacto emocional a las canciones”.

Al respecto, en una entrevista con AP, Sean, a quien deberíamos reconocer como el verdadero autor de la revisión, además de insistir en que Yoko instruyó “que la voz fuera clara”, recuerda cómo refería que durante la grabación de Imagine —el álbum—, Lennon disminuía el volumen a su voz, ya que no le gustaba. La monumental biografía de Philip Norman, John Lennon, incluye una declaración semejante de George Martin, en la cual señala que debido a que John se avergonzaba de su voz pedía reverberación. Y asimismo reflexiones de Sean, quien no duda en considerar a su padre como un hombre que aprovechó su inseguridad para superarse:

Él era por encima de todo un compositor de canciones. [Alguien] que se sentía inseguro con todo: la gramática y la escritura, sus dificultades para leer o escribir música, para todos los modos establecidos de las cosas. Y eso fue un inconveniente que convirtió en una ventaja. Inventó un modo de escribir canciones desde la inseguridad.

Si, de acuerdo con Sean, otro propósito era presentar a Lennon a las nuevas generaciones, porque se da por hecho que su música se conoce pero en realidad circula poco, la afirmación adquiere doble significado. No sólo se remoza un legado que por consabido se olvida: igualmente se confiere un sonido nuevo a piezas tan oídas que habíamos dejado de escucharlas. (¿Desde cuándo?, sería la pregunta pertinente). Citaré unos ejemplos.

EL PRIMERO es “Imagine”, cuyo original nunca me ha convencido. Una audición atenta delata titubeos en la ejecución; por el enmascaramiento de la voz, el acompañamiento resalta, siendo por momentos torpe —en los acordes que siguen al final de cada verso, especialmente en el primer párrafo—, como si al pianista se le hubiera olvidado el tempo correcto y ejecutara las notas rutinariamente. Todo eso cambia con la nueva mezcla. La voz de Lennon se enuncia con claridad, la instrumentación pasa a un segundo plano y la interpretación fluye; hasta la batería parece con mejor compás.

Otro hito es “Instant Karma”, no casualmente elegida como el primer sencillo del álbum pues su brillantez sonora es la mejor carta de presentación de lo que nos aguarda. Siendo el primer trabajo producido por Phil Spector —cuya asociación definiría la trayectoria de Lennon como solista—, indica que éste pretendía un sonido directo y rocanrolero, contrario a la dirección tomada por The Beatles, que al abigarramiento de influencias musicales sumaban curiosidad por técnicas de estudio que al enrarecer la atmósfera sónica distorsionaban la voz.

Lennon ya había experimentado suficiente, al grado que dejó una gran canción protosicodélica, “Tomorrow Never Knows”, y ahora buscaba sus raíces, como lo atestiguan los conciertos con la Plastic Ono Band, donde recupera un sonido elemental e instintivo, coqueteando incluso con la gestualidad de Chuck Berry.

Con todo, “Instant Karma” devendría una canción emblemática, no sólo por ser el primer sencillo de un Beatle solista sino por la filosofía implícita —sus líneas se relacionan con las de “Imagine” o “Mind Games”: debemos tomar conciencia de nuestros actos, asumir que el destino se construye con base en decisiones, que el cambio es inherente a nuestra voluntad. Además la potencia sonora distintiva de Spector se agazapa, debido precisamente a la pacatez vocal de John. Bajo la nueva poética de raspar el palimpsesto, la voz emerge vigorosa, con un fraseo roquero que soterra la música sin menoscabo de ésta. Al punto que se antoja una toma distinta, en un tempo diferente, irradiando una nueva luminosidad acústica, lo que no sólo redunda en beneficio del vocalista, sino también, aunque suene a paradoja, de los músicos. Los redobles de Alan White, que sonaban un poco facilones en la versión original, ahora retumban contundentemente. Lo mismo ocurre con las líneas de George Harrison aplicadas con el dedo de acero en “How Do You Sleep”, melodía que como una crisálida deja atrás su envoltura de tonos mortecinos, ocres, para mutar en una alada pieza de rock, de rítmico y pegajoso riff.

“Steel and Glass” es otro caso. Si bien para la reedición de Walls and Bridges en 2010 se había remasterizado, lo cierto es que la producción de Simon Hilton es mejor y se disciernen más claramente los matices de esta sátira, relacionada con las pullas contra Macca, ahora de Lennon contra sí mismo. Podríamos continuar analizando los registros, pero estos ejemplos bastan para augurar que esta grabación, regida por el principio de devolverle a Lennon la relevancia que merece como intérprete, pero igualmente por la hermenéutica musical de Sean, quedará como una obra necesaria y un monumento de crítica estilística en el rock.

John Lennon

ELEGIR UN TÍTULO previamente usado —no sólo por la caja de 2010, sino también por el libro que difunde la documentación desclasificada del FBI: Gimme Some Truth. The John Lennon FBI Files, de Jon Wiener— resalta la dimensión política del compositor y plantea sus ideas frente al mundo de la posverdad: dame algo verdadero.

Aun cuando se explique que las canciones se ordenan cronológicamente, esto es engañoso ya que basta corroborar las fechas de lanzamiento de “Instant Karma”, “Cold Turkey” o “Working Class Hero” para comprender que zarpar de la filosófica Karma y no del nervioso relato de la adicción, y llegar a buen puerto con “Happy Xmas (War Is Over)” y “Give Peace a Chance”, ambos de 1971, conlleva un sentido: da inicio con la exigencia de la verdad y denuncia la mentira como característica de líderes y políticos —de la vida pública— y concluye con la celebración del fin de la guerra y la demanda de paz. Son tiempos distintos y las composiciones señaladas registran el clima de finales de los años sesenta y principios de los setenta pero metonímicamente exhiben la similitud: entonces se vivía bajo el ocultamiento de la verdad y quien presidía Estados Unidos de Norteamérica mentía de modo sistemático. Una lección que ejerce otro republicano infame. Como clave adicional para comprender este viaje, recordemos que escribió la canción para protestar por la guerra de Vietnam; los himnos con los que concluye la antología son celebraciones de paz; ahí está el vínculo.

Contribución al diálogo y a la defensa de valores como la paz, la honestidad, el amor y la libertad en una época que busca imponer la disuasión, la mentira y que en vez de la liberación personal propone la fusión con la masa, Gimme Some Truth. The Ultimate Mixes, además de mostrar la grandeza de John Lennon como cantante de rock —sus méritos musicales son incuestionables— le devuelve su importancia como político y pensador más allá de los prejuicios.

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