Literatura y desliteratura

El sino del escorpión

Literatura y desliteratura
Literatura y desliteratura Foto: eternacadencia.com.ar

Al fondo de su grieta en el muro, el alacrán lamenta otra vez la muerte de la crítica literaria: ¡Canta, oh musa, la pena de la crítica ausente! No obstante, reconoce su exageración, pues la crítica subsiste en los intersticios de la academia. Lo lamentable entonces es ver el juicio literario (y la literatura) en manos de escribidores, promotores editoriales, agencias de relaciones públicas, booktuberos, publicistas, performers, militantes, activistas culturales, blogueros y opinadores.

Para problematizar el asunto, el venenoso acude al texto del escritor Heriberto Yépez sobre el libro de la autora argentina Josefina Ludmer (1939-2016), Aquí América latina. Una especulación (Eterna Cadencia, 2020), cuya primera edición hace diez años representó “una jugada teórica que cambió el tablero profesional”, según el propio Yépez (colaboratoriodecrítica.com).

El arácnido fatigó hace unos años las discusiones sobre la radical propuesta de Ludmer sobre el fin de la literatura autónoma y la llegada de las literaturas postautónomas. La literatura autónoma “sería aquella que se mantiene y renueva de acuerdo a principios estéticos internos y cuya forma es una auto(trans)formación de ciertos géneros, técnicas y tradiciones. Una literatura literaria”. En cambio, la literatura postautónoma sería una postliteratura, atenida a factores externos —económicos, promocionales, corporativos, normativos—, ajenos a la literatura misma. “Lo postautónomo era para Ludmer un tipo nuevo de escritura. Una desliteratura”, escribe Yépez. En su ensayo, entonces, la argentina dice adiós a la literatura autónoma, digamos literaria, para dar la glamurosa bienvenida a la literatura postautónoma, mediática, visual, virtual.

Lo lamentable es ver el juicio literario en manos de escribidores, promotores, booktuberos

Esta “desliteratura” centra su mirada en el marketing de algunas propuestas actuales, en las “zonas de convergencia entre su forma posmodernista y el marketing”, y significa la preeminencia académico-comercial de estas literaturas postautónomas, es decir “la promoción de literaturas menos literario-textual-bibliográficas y más mediático-visual-virtuales”. Por ello, la apuesta de Ludmer por esas literaturas postautónomas, multigénero, más transparentes y casi sin autor, significa para Yépez invisibilizar un fenómeno en proceso: la neoliberalización de la literatura. Al conceptualizarla como literatura postautónoma, “Ludmer maquilló la maquiladora escritural neoliberal”.

Yépez aclara: “escribo neoliberalización por tratarse de un proceso en marcha (no una condición ya contraída)”, y advierte cómo el proceso de neoliberalización de las literaturas avanza con rapidez en algunos sectores, mientras otros resisten. Con el simplificador esbozo de esta discusión, el escorpión invita a su lectura y urge por más crítica.

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