Ya suéltanos, siglo XX

El sino del escorpión

Ya suéltanos, siglo XX
Ya suéltanos, siglo XX Foto: Fuente: masterclass.com

Iniciamos la tercera década del siglo XXI estancados aún en concepciones artísticas y culturales del siglo XX, colige el alacrán al revisar cómo los postulados estéticos y críticos más recientes incomodan en su académica silla a nuestros apoltronados intelectuales. Baste observar sus rostros fúricos cuando se destaca su eurocéntrico academicismo, se les exige descolonizar sus parámetros normativos heteropatriarcales (misóginos y discriminadores) o cuando se critica la dominación académica (teórico-política) de figuras de raza blanca, meritocráticas y de clase privilegiada.

En materia de arte contemporáneo, persisten los críticos con una visión estético-ético-pedagógica ejemplarizante y su propuesta de lo bello. Otros reivindican de nueva cuenta el arte popular (oficial y estatizado) como expresión cargada de simbologías patrioteras. Y aun varios más, antes hipercríticos del Estado, reposicionan hoy la defensa de la excepción cultural y su derecho a continuar encabezando proyectos estatales faraónicos o a recibir financiamientos oficiales, becas, apoyos. A estos se suman hoy quienes por enésima ocasión invocan a Vasconcelos en el centenario de su “hazaña educativa” estatal posrevolucionaria.

Si revisamos además la crítica literaria concebida como “la conciencia que la literatura tiene de sí misma” (José Joaquín Blanco), escasean los análisis documentados para nutrir dicha conciencia sobre el estado de la literatura mexicana actual. Los instrumentos interpretativos de la crítica, sus metáforas, escribió Evodio Escalante, parecen recurrir aún hoy a conceptos prestados de otras disciplinas; en tanto, los críticos sobrevivientes se inscriben en las caracterizaciones establecidas por el propio Escalante: el crítico autoritario (superior a la obra), el democrático (en igualdad con la obra) y el contingente (inferior a la obra).

El arácnido propondría: si no publica ni va a la FIL,
aún es escritor 

Nuestro retraso teórico y estético —el estancamiento en lo posmoderno e incluso en el postestructuralismo—, y el atraso académico —debido a la normatividad burocrática—, traen a la memoria del venenoso un paralogismo leído hace años: si no está dentro del cuadro, no es arte; si no está dentro del libro, no es literatura; si no está dentro de la sala de concierto, no es música; si no está dentro del museo, no es cultura. En esa ilógica, el arácnido propondría lo inverso: si no lo invitaron al coloquio universitario, aún es intelectual; si no expone en galerías, aún es artista plástico; si no publica ni va a la FIL, aún es escritor.

En el arte, como en política, el fondo es forma, el escorpión lo sabe. De ahí el temor a las redefiniciones conceptuales y a las expresiones estéticas y artísticas surgidas de la calle, del underground, de la gente sin opciones.

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