Poética del abismo

El sino del escorpión

La bohemia de la muerte Foto: Cortesía del autor

Al fondo de su grieta en el muro, el alacrán ha escrito sobre diversos poetas extremados: el reencontrado y fallecido Darío Galicia (1953-2019), el vanguardista José Vicente Anaya (1947-2020), el misteriosamente desaparecido Samuel Noyola (1964) o el infrarrealista Mario Santiago (1953-1998), con el afán de comprender su radicalismo vital y la transmutación de su impulso estético en una ética personal determinante de la existencia toda.

La indagación condujo al alacrán al libro La bohemia de la muerte, de Julio Sesto (El Libro Español, 1929, reediciones de El Colegio de San Luis, 2014, hoy asequible en la red), donde el autor da noticia de un centenar de escritores, poetas, bohemios, periodistas o simples outsiders mexicanos, muertos en abandono, dipsomanía y miseria entre finales del siglo XIX y principios del XX.

Entre estos poetas destacan Atenor Lazcano, Bernardo Couto Castillo o el colimense Rafael Martínez Rubio, pertenecientes a la tercera etapa del modernismo poético latinoamericano: la primera e inaugural sería la parnasiana de 1875, con los poemas de Manuel José Othón y Salvador Díaz Mirón; el intermedio de la segunda etapa se inicia en 1900, con la poesía simbolista de recogimiento y meditación moral de Enrique González Martínez; y la tercera etapa y final sería la simbolista-decadentista, a la cual pertenecen también Efrén Rebolledo y José Juan Tablada.

[Son] artistas fracasados o incomprendidos (baudelaireanas flores del mal)

Un grupo de estetas consumados, percibe el venenoso, artistas fracasados o incomprendidos (baudelaireanas flores del mal), asediados por un medio hostil y enfrentados a la rigidez “aristocrática” de la afrancesada sociedad porfiriana. El mismo José Juan Tablada (1871-1945), en sus memorias La feria de la vida (Botas, 1937; Lecturas Mexicanas, 1985) ensaya una indagación sobre ese parnasianismo, simbolista y decadente, que cobró las vidas de muchos artistas latinoamericanos emigrados hacia 1900 a la fiesta permanente de París.

Esta arqueología del inframundo también fue recuperada con fortuna en el volumen Los bajos fondos (Cal y Arena, 1988), por el extrañado Sergio González Rodríguez (1950-2017), quien, rememora el arácnido, este 26 de enero hubiera cumplido 71 años. En esa investigación, Sergio llega hasta las fronteras de la radicalidad poética y los abismos de la autodestrucción, para distinguir la descarga emotiva, la liberación emocional y el ensanchamiento de espacios vitales y artísticos logrados por estos poetas extremados.

Ya en su nido, el venenoso lamenta la actualidad del subtítulo del libro de Julio Sesto: Biografías y anecdotario pintoresco de cien mexicanos célebres en el arte, muertos en la pobreza y el abandono, y estudio crítico de sus obras.

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