En un mercado editorial que es tan voraz como el estadunidense, donde la demanda de contenidos genera autores capaces de producir novelas de seiscientas páginas cada año, una figura como la de Ted Chiang se distingue con gran contraste.
NORTEAMERICANO E HIJO de migrantes chinos, nacido en 1967, estudió ciencias computacionales en la Universidad Brown. Es egresado del legendario Taller Clarion, al que aspirantes a escritores acuden en una especie de retiro para ser tutoreados por autores notables; años después fue instructor del mismo. Ha traducido al inglés a varios autores chinos de ciencia ficción. Poco más se sabe de su vida personal, es reservado hasta la misantropía.
Acaso dedicado a su labor profesional de programador, el proverbial day job, su producción narrativa se reduce a dieciocho cuentos en casi treinta años. Es un ritmo enloquecedoramente lento para sus lectores lo que, sin embargo, no le ha impedido cosechar todos los premios importantes de ciencia ficción en inglés.
Una de sus más famosas narraciones, “La historia de tu vida”, fue adaptada por Denis Villeneuve al cine como Arrival (La llegada, 2016). Quizá sea una de las más inteligentes cintas de ciencia ficción recientes y, sin duda, un clásico instantáneo. Tuve el gozo de incluir ese cuento en la antología 25 minutos en el futuro. Nueva ciencia ficción norteamericana, que coedité con Pepe Rojo para Almadía en 2013 (gracias a Pepe conocí el trabajo de Chiang).
SU PRIMERA COMPILACIÓN, Stories of Your Life and Others, fue publicada en inglés en 2002. Casi veinte años después, en 2020, Sexto Piso tuvo el acierto de comprar los derechos y traducir Exhalación, su segundo volumen compilatorio. Ello da oportunidad a lectores hispanoparlantes de tener de golpe la mitad de su obra narrativa.
El libro contiene nueve historias que van desde la brevísima “Lo que se espera de nosotros” hasta la noveleta “La ansiedad es el vértigo de la libertad”. Es un microcosmos deslumbrante, derroche de imaginación maridada —cosa poco común en la ciencia ficción— con un nivel literario sorprendente. En las historias parecen mezclarse Jorge Luis Borges con Bruce Sterling, Philip K. Dick con Neil Gaiman, Ursula K. Le Guin con Margaret Atwood, sólo para ofrecer como resultado una elegante síntesis que abreva de lo mejor de estos mundos. Buen ejemplo de ello es el cuento que abre la antología, “El comerciante y la puerta del alquimista”, entrañable homenaje a Las mil y una noches pasado por la física de punta, donde el autor presenta una ¿máquina del tiempo? que funciona más como un recurso poético que tecnológico. Al final, Chiang entrega a sus lectores una deliciosa fábula.
Continúa con “Exhalación”, tan deudor de Borges como de Asimov, donde un científico robot que habita un mundo mecánico se aplica a sí mismo una vivisección que le permitirá descubrir que los días de su planeta están contados. “Lo que se espera de nosotros” cuestiona el libre albedrío a través de un juguete tecnológico, aparentemente inocuo, mientras “El ciclo de vida de los elementos de software” es una de esas narraciones al estilo del más reciente William Gibson, en la que Chiang presenta a los digientes, mascotas digitales con capacidad de aprendizaje que desarrollan con sus dueños complejas relaciones emotivas que habrán de persistir a lo largo de años, pese a los cambios de tecnología e, incluso, a la obsolescencia. El autor se pregunta si la conciencia de estos seres basta para calificarlos como criaturas vivas, con derechos y obligaciones.
Es uno de los mejores volúmenes de cuentos que he leído en este tiempo, dentro y fuera de la ciencia ficción
“La niñera automática, patentada por Dacey” es un divertimento dieselpunk, subgénero retrofuturista de la ciencia ficción que sitúa desarrollos tecnológicos complejos, propios de la computación y la robótica, entre el inicio de la Primera Guerra Mundial y el final de la Segunda. En este cuento, disfrazado de ensayo histórico, se revisa el fallido desarrollo de una niñera autómata por parte de un inventor que es contemporáneo a Edison. En “La verdad del hecho, la verdad del sentimiento”, la voz de un periodista tecnológico reseña un software que registra con precisión las experiencias humanas y se va contrapunteando con el testimonio de un aborigen africano que descubre la escritura —con su presunta objetividad— de mano de un misionero europeo, en dos narrativas entrelazadas.
“El gran silencio” responde con melancólico ingenio lo que sucedería si los humanos cohabitáramos el planeta con otra especie inteligente. En “Ónfalo”, una científica en una realidad paralela donde la religión domina el mundo se topa con la evidencia de que quizá la humanidad no fue colocada por dios en el centro del universo.
Finalmente, “La ansiedad es el vértigo de la libertad” plantea un mundo muy a la Philip K. Dick, donde es posible comunicarse con nuestras encarnaciones en universos paralelos. Ello permite ver las consecuencias de los caminos tomados y no tomados en otras realidades (¡Ah, Robert Frost!), lo que enloquece a la gente, al grado de desarrollar una auténtica adicción. ¿Seríamos más felices? ¿Cometeríamos los mismos errores? Chiang lo responde magistralmente.
SE TRATA de una compilación sólida, que se lee en un suspiro, pese a su respetable extensión y a que deja un regusto a brevedad, con la frustrante noción de que habremos de esperar otros veinte años para leer la siguiente antología del autor. Al mismo tiempo se trata de uno de los mejores volúmenes de cuentos que he leído en este tiempo, dentro y fuera de la ciencia ficción, como respaldan los comentarios de personalidades como Joyce Carol Oates, Barack Obama y Alan Moore.
Chiang es un narrador brillante, quizá el mejor cuentista norteamericano de ciencia ficción de su generación. Y uno de los mejores fuera de ella.