Lo reconozco: mi pestaña favorita en Netflix es la de ciencia ficción. Escroleo las filas de recuadros: invasiones, astronáufragos, hackers, guerras intergalácticas, Inteligencia Artificial, naves ultrasónicas... Quizá, en otro momento de la humanidad, la cartelera del cine real también me dé argumentos, pero las salas todavía son inaccesibles y el cine está en la palma de nuestra mano, literal. Sin embargo, para 2016, cuando Denis Villeneuve y Eric Heisserer filmaron Arrival (La llegada), la sci-fi ya estaba de moda y fui realmente al cine —con palomitas, asientos reclinables y personas—: ahí también conocí a Ted Chiang. En la película, Amy Adams estelariza a Louise Banks, una lingüista a quien Chiang le encarga, en el relato original que ese filme adapta (La historia de tu vida), la nada sencilla misión de comunicarse con extraterrestres.
Sí, es una premisa arquetípica de la ciencia ficción si se quiere, pero la distingue el complejo tejido argumentativo: su heroína lingüista no sólo se dedica a descubrir el lenguaje de Lo Otro, sino que ofrece toda una interpretación lingüística del tiempo, la identidad y las condiciones humanas. La sci-fi de Chiang tiene lugar en las ideas, en el gigantesco imperio del What if..., porque propone y argumenta la posibilidad, mucho antes de darla por hecho. Esto lo distingue del eterno ABC —Asimov, Bradbury, Clarke—: sus relatos bien podrían situarse en estantes más cercanos al Sidereus Nuncius de Galileo que a los de El hacedor de estrellas de Stapledon.
Ted Chiang ha publicado alrededor de dos decenas de relatos en treinta años y eso ha sido suficiente para ganar todos los premios importantes en la ciencia ficción, algunos de ellos varias veces. En 2002 Tor Books publicó Stories of Your Life and Others, traducido como La historia de tu vida por Alamut Ediciones (2015). En 2020 Sexto Piso publica Exhalación, traducida por Rubén Martínez Giráldez, publicada originalmente por la editorial Alfred A. Knopf como Exhalation: Stories (2019).
Ted Chiang tiene apenas un par de volúmenes compilatorios y ahora mismo es catalogado como el Philip K. Dick de esta generación. Nada nuevo: cada época obedece a sus símbolos particulares, y es precisamente aquí donde Chiang se deslinda de toda una tradición de esquemas de la ciencia ficción: sus escenarios son recientes, las tramas actuales, los personajes —androides, seres humanos, et al.— deconstruyen sus roles, discursos, hasta su apariencia. La apuesta es propositiva y crítica, pero al mismo tiempo la subyace una lógica que es arbitraria: paranoica y ansiosa, se obsesiona con el absurdo.
La apuesta es crítica, pero con una lógica arbitraria: paranoica y ansiosa, se obsesiona con el absurdo
Buena parte de los nueve relatos que integran el volumen proponen un dilema moral. “El comerciante y la puerta del alquimista”, en particular, es un relato en el que se ha observado gran influencia de Borges y Scheherazade, por los marcos diegéticos y el estilo delegado de la narración, pero su centro de gravedad es el mismo: ¿realmente existe el libre albedrío? Algo similar sucede con “El gran silencio”, que retoma el tema del contacto extraterrestre y lo revierte: ¿qué tal si el verdadero contacto está dentro de nuestro propio planeta? O peor aún: en nosotros mismos.
El gabinete de curiosidades de Ted Chiang incluye “La niñera automática, patentada por Dacey”, donde una nana robótica se encarga de educar a un niño, hasta que salen a relucir los alcances de la comunicación humana y sus evidentes diferencias con el sistema binario de las máquinas. Si bien Chiang reconoce en sus notas la enorme influencia de Dick sobre su narrativa, importa destacar que en relatos como éste la disyuntiva surge del papel de la tecnología en la vida humana. Así, en el cuento que da título al libro, un personaje desarma su cerebro y su identidad para entrometerse en los secretos del cosmos; mientras que en “El ciclo de vida de los elementos de software”, la relación amor-dependencia-odio entre los humanos y la tecnología queda al descubierto: ¿podríamos sentir algo por nuestros avatares de la vida digital en la vida real? ¿Existe realmente una diferencia?
Un eje fundamental de los relatos es que todos habitan el territorio de la memoria. “La verdad del hecho, la verdad del sentimiento” presenta una nueva herramienta para los humanos, el Remem, capaz de hacer olvidar, pero mejor aún: busca sustituir por completo la memoria humana. Es tan escalofriante como “Ónfalo”, cuya base es la ancestral memoria de la Tierra y, por consiguiente, la de sus habitantes, de modo que cada comunidad construye su particular cosmogonía, anclada en el sujeto individual y su experiencia planetaria. Mención aparte para “La ansiedad es el vértigo de la libertad”, que incluye todos los tópicos señalados: un texto actual que ofrece una posibilidad maravillosa a costa, una vez más, de la interacción tecnológica: la comunicación efectiva con tu para-yo en un universo paralelo al tuyo.
Nunca he sido partidario de los cintillos en los libros —la mayoría son malos, amarillistas, misóginos—, pero el que Sexto Piso incluye en Exhalación me pareció peculiar. Encima de adjetivos como “provocador”, “deslumbrante” y “puto genio”, se lee: “Y tú que creías que no te gustaba la ciencia ficción...”. Es interesante si el género está de moda, y no lo digo por la cantidad o calidad del streaming, sino porque ofrece justo lo que necesitamos en este momento: no escapatoria, como mordazmente sugieren algunos detractores del género, sino imaginación creativa, exploración, nuevas formas de experimentar el conocimiento y las capacidades humanas.
Jorge Martínez (Torreón, 1994) ha colaborado en revistas y suplementos culturales. En 2019 publicó, en coautoría con Fernando de la Vara, Ruta de Paso (El Astillero Libros), crónicas en torno al fenómeno de migrantes centroamericanos en tránsito por la región lagunera de Coahuila.