Al fondo de su grieta en el muro el alacrán se ha convertido en lo que el teórico Carlos Scolari define como un translector: un lector multimodal con dominio de diferentes lenguajes y sistemas semióticos, desde el escrito hasta el interactivo, pasando por el audiovisual. Si la lectura “normal” (la lectura silenciosa de un libro) es un fenómeno relativamente reciente en términos evolutivos, emergido a partir de la imprenta y apenas consolidado durante el siglo XIX, los veloces procesos transmedia del siglo XXI empujan a nuevas formas de lectura e interpretación.
En el último año, el escorpión (como tantos) leyó más textos en PDF que en libro físico, consultó blogs especializados e incluso creó uno. Vía YouTube atendió las novedades y asistió a conferencias y exposiciones plásticas. Observó también Netflix y otras plataformas, utilizó el multifuncional WhatsApp, leyó historias en Facebook y ensayos y notas periodísticas vía Twitter, recibió llamadas y participó en seminarios y juntas vía Hangouts, presenció conciertos por Zoom o Facebook Live y estuvo atento a noticias en radio y televisión. Por último, releyó media docena de novelitas del narco (para una tarea, jeje).
En Lectores, espectadores e internautas (2007), Néstor García Canclini dio cuenta de esta transformación al desbordar las categorías tradicionales de “lector” y “espectador” para definir al internauta como un actor multimodal que lee, ve, escucha y combina materiales diversos, procedentes de la lectura y de los espectáculos: un translector multialfabetizado.
En el último año, el escorpión (como tantos) leyó más textos en PDF que en libro físico
Actualmente “disminuyen los lectores extensivos o intensivos y aumentan los lectores débiles o precarios”, dice García Canclini sin implicar un juicio de valor. Para Scolari: “lo que sorprende y hace que las mutaciones contemporáneas sean tan disruptivas, es la velocidad del cambio. El pasaje de la lectura grupal y declamada a la lectura individual y silenciosa tardó siglos; la transformación de los lectores en espectadores, y de estos en internautas, se dio en décadas”.
El antes pasivo lector puede ahora modificar, intervenir, alterar lo que lee u observa (como la imagen de Hitler en la cinta La caída, mediante el uso de memes o plataformas donde los lectores reescriben sus novelas favoritas). Hoy se lee modificando, al cortar, desplazar, cambiar el orden o introducir la propia escritura. Estamos ante novedosas lecturas que, no obstante, son vistas como aberrantes o desviadas desde el pedestal de la cultura letrada tradicional.
Todo esto lleva al venenoso a preguntarse si no estamos haciendo aún periodismo del siglo XIX; por ello, dedicará su próxima entrega al periodismo transmedia.