Arthur Schopenhauer (Danzig 1788-Frankfurt 1860) es uno de los personajes más cosmopolitas en la historia de la filosofía moderna. Llegó a practicar siete lenguas (latín, griego, francés, inglés, italiano, español y su nativo alemán), apoyado en estadías y giras por diversas ciudades europeas. En El crepúsculo de los ídolos, Friedrich Nietzsche describe a quien consideró su maestro como un “evento europeo”.
Schopenhauer tradujo a Baltasar Gracián (a quien consideraba su escritor favorito) y un gran lector de Calderón de la Barca, así como de los Upanishads y los Vedas. Sin embargo, la lengua y cultura francesa tuvieron un papel privilegiado en su formación. Era un gran lector de Voltaire, Chamfort, Helvétius, Diderot, La Rochefoucauld, Pascal, La Bruyère y Rousseau en su idioma original, así como de los textos científicos franceses de su época. El escritor y diplomático francés Foucher de Careil (1826-1891) detalla que en la biblioteca de Schopenhauer podían hallarse “pocos libros alemanes, muchos ingleses, algunos italianos y en su mayoría franceses”.
Para este filósofo decimonónico, el factor internacional estuvo presente desde antes de su nacimiento. Sus padres viajaron a Inglaterra durante el embarazo de Arthur, con la intención de que pudiera adoptar la nacionalidad inglesa. Pero semanas antes del parto se arrepintieron por razones poco claras y decidieron realizar un penoso viaje de regreso a su ciudad de origen, entre las complicaciones de un embarazo avanzado. Al fin, el primogénito Arthur Schopenhauer nació en la entonces ciudad libre de Danzig (en la actualidad, parte de Polonia), un puerto comercial germanófono.
Casi una década más tarde, el padre de Arthur, Heinrich Floris Schopenhauer, confió a su hijo de nueve años a la familia de Blésimaire, residente del puerto francés de Le Havre, con el propósito de que adoptara la lengua de Molière desde la infancia. En su opinión, ésta le serviría para lograr una sólida formación de comerciante internacional; él mismo había realizado una preparación comercial en el puerto francés de Bordeaux y viajaba con frecuencia a Inglaterra.
Refiere detalles de su vida íntima, como los hijos que procreó al margen del matrimonio y la mala relación que llevó con su madre
En la adolescencia de su hijo, Floris sospecha que el tímido Arthur se inclina más por el estudio de la literatura que por el del comercio. Su padre le propone elegir entre los estudios literarios (los cuales juzga un camino seguro a una vida menesterosa) o un largo viaje alrededor de Europa en compañía de sus padres. El joven acepta el viaje y se compromete a realizar estudios comerciales al término del mismo. Mientras viajan, Arthur lee “el libro del mundo” y tiene experiencias iniciáticas, entre ellas presenciar un ahorcamiento en Londres, las galeras de conscriptos en Toulon o vislumbrar a Napoleón en la Ópera de París. El recorrido tuvo como fruto un diario (1803-1804) que a pesar de algunas descripciones un tanto secas muestra ya una sensibilidad atenta a temas que serán capitales en su obra adulta: el sufrimiento, el tedio y la belleza, por ejemplo.
Poco tiempo después de concluido el largo viaje comienza su formación de comerciante mayorista. Antes de que ésta termine, su padre muere en circunstancias que podrían apuntar a un suicidio. Aunque en principio tiene la intención de mantener post mortem la promesa a su padre, la madre de Arthur, Johanna Schopenhauer, lo incita a liberarse de ella y seguir el camino que le plazca. Ella era una escritora reconocida en su tiempo (en vida, lo fue mucho más que el hijo) y en sus salones literarios se dejaba ver con regularidad el mismísimo Johann Wolfgang von Goethe (entre otros personajes ilustres de la época). El joven Arthur elige entonces el camino de las letras y también se inscribe en la facultad de Medicina. Dedica sus años a desarrollar una visión filosófica que plasma la inutilidad de la vida en El mundo como voluntad y representación, pero también la defiende —en Parerga y paralipómena— y muestra así las fuerzas irracionales que rigen tanto al mundo como a los hombres.
En esta ocasión presento una curiosidad muy afortunada de la obra de Schopenhauer. Se trata de sus páginas escritas directamente en lengua francesa: notas y aforismos que apuntó entre 1820 y 1833 bajo el nombre de Ego (yo, en griego), más dos cartas a su amigo de infancia, Anthime de Blésimaire, hijo de la familia que lo recibió en Le Havre. En ellas expone un resumen de su vida y ejerce una crítica de la atmósfera intelectual alemana de su tiempo. También encontramos elementos curiosos y poco conocidos de su vida, por ejemplo, el hecho de que el filósofo perdió una parte importante de su herencia paterna en bonos del gobierno mexicano, que se declaró insolvente tras la guerra con Estados Unidos por la independencia de Texas (1835-1836) y la Guerra de los pasteles (1838-1839). El mismo Alexander von Humboldt lo persuadió a invertir en lo que él veía como uno de los países con mayor futuro económico.
También refiere detalles de su vida íntima, como los hijos que procreó al margen del matrimonio y la mala relación que llevó con su madre. Son documentos que nos ayudan a entender la complejidad de este personaje refinado y colérico, misántropo y sibarita, elegante y desencantado.
Bibliografía
Arthur Schopenhauer, Petits écrits français, Payot & Rivages, París, 2010.
Arthur Schopenhauer, Journal de voyage, Mercure de France, París, 1989.
Le Point, Hors-Série, Grandes Biographies, Schopenhauer, número 21, París, 2016.
Rüdiger Safranski, Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía, Tusquets, México, 2013.