Un cineasta, Malcolm (John David Washington), y su compañera, Marie (Zendaya), regresan a casa a la una de la mañana tras la exitosa premier de su película. Malcolm está eufórico y celebra bailando Down and Out in New York City, de James Brown, literalmente con las paredes y ventanas. Marie se nota frustrada y molesta. Esa noche pelearán y pasarán en ciclos de la pasión a la furia hasta el amanecer. La filmación de la segunda temporada de la serie Euphoria, creada por Sam Levinson y estelarizada por Zendaya, se suspendió a causa del Covid-19. Con fondos de Netflix y tiempo de sobra, director y estrella decidieron filmar en dos semanas Malcolm & Marie, como el prototipo de una producción pandémica, con personal mínimo y sólo dos actores, en una casa aislada en Carmel, California.
Como la cinta está estructurada en torno a un diálogo tormentoso (o más bien un duelo de largos monólogos), Levinson evitó filmar una obra teatral al explorar el uso del espacio y la semántica de la arquitectura de la casa Caterpillar de Jonathan Feldman, una elección afortunada debido a la complejidad de la estructura, que cuenta tanto con espacios amplios como corredores claustrofóbicos, además de que el interior y el exterior tienen una relación orgánica, ya que es una caja de cristal en medio del campo. La geometría de las habitaciones, las texturas de las paredes, los rincones, transparencias, obstáculos, muebles y decoraciones se revelan escena por escena y contrapuntean la historia de la pareja. Gran parte del atractivo de la cinta radica en el trabajo dinámico del cinematógrafo Marcell Rév (quien también participa en Euphoria), en sus imágenes en blanco y negro y alto contraste que crean un aura de glamur entre revista de modas y película de Michelangelo Antonioni, que impone la idea de un look clásico.
A su llegada a la casa la cámara los recibe en un pasillo estrecho, poco después nos sitúa al exterior para ver a la pareja en espacios distintos: dos universos ajenos compartiendo el mismo techo, diferentes burbujas orbitándose, entrando en colisión y alejándose, una y otra vez. El encuadre va planteando desde ahí la separación emocional, el distanciamiento y la soledad en la compañía. La meticulosa acotación de los movimientos da lugar a una coreografía de recriminaciones, agresión, condescendencia y crueldad.
Marie es la crítica más devastadora de Malcolm y es un misterio si esta relación tóxica merece salvarse
El elemento que detona la discusión es que al dar las gracias a su equipo, colaboradores, amigos, familiares y su maestra de tercer año, Malcolm olvida o deliberadamente omite mencionar a Marie. Lo cual, aparte de ser un error lamentable, es grave ya que la película, por lo menos parte, se inspira en Marie, quien además lo asesoró con el guion. Ese detonador lleva a muchas otras vetas del rencor en la pareja y abre las puertas a una competencia de reclamos, a la espiral descendiente de la indignación y las frustraciones acumuladas. Al inicio, Marie parece una mujer ruin y envidiosa, pero poco a poco se revelan el narcisismo y la arrogancia de Malcolm. Marie es insegura, introspectiva, no puede ocultar su odio contra sí misma, y aunque no sabe tanto de cine como él (no conoce a William Wyler) tiene un instinto agudo y un afinado detector de hipocresía.
Malcolm celebra su triunfo con el público, pero en especial con la crítica —de piel blanca— de Los Angeles Times, a quien guarda particular desprecio por escribirle antes un comentario negativo. Independientemente de su aprobación, Malcolm detesta la petulancia de los críticos que se obstinan en buscar significados más allá de la calidad estética y de las evocaciones de otros grandes cineastas. Nada lo enfurece más que ser encasillado en la categoría de cineasta negro y ser únicamente comparado con Spike Lee, Barry Jenkins o John Singleton, como si tan sólo pudiera aspirar a un panteón étnico de cine.
Los reproches de su pareja y las críticas a su película y su visión comienzan a fusionarse entonces. Malcolm ridiculiza a los críticos por querer ver lo político en todo (simplemente porque él es negro y su próxima película es una biopic de Angela Davis), por no entender que ha hecho “un filme comercial sobre una chica adicta a las drogas que trata de arreglar su vida”, y pide: “Déjenos a los artistas divertirnos un poco con esta mierda”, ya que “no es una película sobre raza sino sobre vergüenza y culpa”.
No es demasiado atrevido sospechar que Levinson trata de curarse en salud al burlarse preventivamente de los críticos y descalificar sus motivos. Limitar la función de la crítica a lo visualmente evidente, a la técnica y la estética es absurdo y más si lo aplicamos a Levinson, que en Euphoria está haciéndose un nombre con el regodeo de las políticas de identidad, raza, clase y género. Así como Malcolm trata de manipular a Marie al decir que ella tiene problemas mentales, hace lo mismo al imaginar un cine posideológico y posracial que es pura diversión.
La acusación de Marie va más allá de enfatizar la importancia de la gratitud entre personas que se quieren para volverse un alegato contra la apropiación y el uso de la experiencia ajena. Curiosamente, una de las descalificaciones más comunes de que ha sido objeto Malcolm & Marie es que es una película de un hombre blanco que cuenta una historia de una pareja negra, algo que en este tiempo y momento resulta controvertido.
Desde el inicio de la promoción, a principios de febrero, Levinson (quien es hijo del director Barry Levinson) dijo no creer que el hecho de que él sea blanco y escriba esta película sobre una pareja negra sea un problema, ya que confía en el proceso de colaboración que tuvo con los actores. Zendaya, quien es coproductora, ha insistido en que la película le pertenece tanto al director como a ella y a John David Washington. Tal como Marie reclama que ella es coautora —sin crédito ni gratitud— de la película de Malcolm, Zendaya dice ser coguionista de la de Levinson, pero no aparece en los créditos como tal. Así tenemos una reflexión metacinematográfica sobre la responsabilidad del autor hacia la musa.
La vida es arte y el arte es vida, Marie es la crítica más devastadora de Malcolm y realmente es un misterio si esta relación tóxica de codependencia merece salvarse. Es claro que sirven como espejo para las relaciones en tiempo de confinamiento y es inevitable ver en sus agresiones reflejos de nuestros propios impulsos, de ahí que nos produzca ansiedad y rechazo. Pero los alegatos de ambos, especialmente de él, parecen ejercicios académicos (o escolares), sus estudiadas inflexiones llegan a sonar postizas y su moralismo es raquítico. Marie anuncia desde el principio: “Te aseguro que nada productivo será dicho esta noche”, Levinson trata de contradecirla/se y demostrar que no es el caso; lamentablemente, al llegar al agotador final es imposible no darle la razón.