La sufragista porfiriana

Al margen

Hilda Dallas, cartel para el movimiento sufragista, 1909.
Hilda Dallas, cartel para el movimiento sufragista, 1909. Foto: Fuente: Universidad de Cambridge

"Una mujer tiene el derecho a registrarse como votante parlamentaria para un distrito electoral [...] si a) tiene más de treinta años; y b) no es sujeto de ninguna incapacidad legal; y c) tiene derecho a ser registrada como votante de un gobierno local en relación a la ocupación de propiedades en ese distrito electoral [...]”. Con estas palabras, publicadas en la Ley de Representación del Pueblo de 1918, se otorgaba el voto a las mujeres británicas (siempre y cuando fueran tanto mayores de treinta, como dueñas de una propiedad). El color morado que usamos hoy para conmemorar el Día de la Mujer tiene su origen en la bandera creada para el movimiento sufragista del Reino Unido, que a través de la protesta logró este histórico hito.

Entre ellas, hubo una mujer que podríamos llamar porfiriana y que vincula el feminismo mexicano con

el sufragismo británico. En este mes que conmemoramos las luchas de las mujeres vale la pena repasar el legado de la sufragista Annie Cass, nacida en Yorkshire, que pasaría a la posteridad como Annie Pearson, vizcondesa de Cowdray.

En 1889 desembarcó en Veracruz el empresario británico Weetman Pearson, quien muy pronto se convertiría en el mayor magnate petrolero de México. Venía por invitación de Porfirio Díaz para construir el canal de desagüe de la Ciudad de México. A lo largo de los años, se encargaría también de hacer una de las mayores obras de infraestructura del régimen, el Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, así como la reconstrucción de los puertos de Veracruz y Salina Cruz. Pearson había adquirido fama del otro lado del mar por el trabajo de su compañía en la construcción del ferrocarril de Lancashire a Yorkshire y de un desagüe en Londres. Entre la fundación de S. Pearson & Son por parte de su abuelo y su llegada a México, la empresa familiar había pasado de ser una pequeña constructora y ladrillera de Yorkshire a un emporio mundial con sede en Londres y eso se debía al talento empresarial de Weetman. Esa misma cualidad saldría a relucir cuando sus trabajadores encontraron petróleo en Tehuantepec y decidió que era momento de emprender sus propios negocios, estableciendo la famosa compañía El Águila, para lo cual fueron muy útiles sus buenas relaciones con el gobierno del general Díaz. Pero ése no sería el único legado de los trabajadores de S. Pearson & Son en México: el primer partido de futbol que se jugó aquí fue entre los Pearson Wanderers y los San Cristóbal Swifts, equipos formados por los empleados ingleses de Weetman que trabajaban en el Gran Canal.

Cuando se hace el recuento de las aportaciones de Pearson a México, a esta lista usualmente se añade el Hospital ABC, cuyas siglas significan American British Cowdray; gracias a sus fructíferos negocios y buenas relaciones políticas entre la nobleza británica, recibió el título de Vizconde Cowdray. Si bien es cierto que su fortuna fue la base del hospital, cuando se evoca su memoria en la historia de la beneficencia mexicana a menudo se omite a la verdadera promotora de la obra: su esposa Annie quien, al igual que la mayoría de las mujeres, ha quedado como nota al pie.

Hija de un comerciante, tras casarse con Pearson decidió dedicarse a la filantropía. Su labor caritativa resuena, sobre todo, a un año de la pandemia de Covid-19, pues además de donar cien mil libras para la creación del hospital mexicano, fue una de las fundadoras del Royal College of Nursing (Colegio Real de Enfermería), establecido en 1916. Su apoyo a las enfermeras se daba en un contexto fundamental para aquel oficio médico, cuando los cruentos combates de la Primera Guerra Mundial arrasaban con toda una generación de jóvenes británicos.

En este mes que conmemoramos las luchas
de las mujeres vale la pena repasar el
legado de Annie Pearson, nacida en Yorkshire

Para entonces, otra causa que estaba cobrando fuerza era la del sufragio femenino y Lady Cowdray se sumó con entusiasmo. En gran medida, las dos luchas que apoyaba iban de la mano: la enfermería era de las pocas oportunidades laborales para las mujeres y, por el otro, su presencia en el frente como enfermeras, así como en las fábricas, estaba transformando la forma como se veía el rol de la mujer en la sociedad británica.

Annie, que se decía feminista, se unió a las filas de la Women’s Liberal Federation (Federación Liberal de Mujeres), que desde 1886 reunió a varias organizaciones femeninas. Además, fue tesorera de la Liberal Women’s Suffrage Union (Unión Liberal por el Voto de la Mujer), pero fue quizá en la Federación donde tuvo más influencia, pues era una organización que apoyaba al partido liberal, mismo en el que militaba Weetman Pearson. Muchas afiliadas a la organización estaban emparentadas con miembros del Parlamento y, en un momento en el que las mujeres dependían del permiso de sus padres o esposos para cualquier asunto de vida pública, eso fue un poderoso recurso para convencer al partido de secundar su causa. Fue tal su presión, que en 1914 el partido aprobó la Resolución de Cambridge, la cual establecía que no se apoyaría a ningún candidato que estuviera en contra del sufragio femenino.

Si bien el voto se les otorgó en 1918, no fue sino hasta 1928 cuando se extendió a todas las mujeres; en esa década, muchas de entre quienes impulsaron el primer ímpetu sufragista fueron perdiendo interés en la causa pues, desde su privilegio, poco les importaba que las mujeres sin propiedades carecieran de los mismos derechos. Pero Annie Pearson no desistió: fue presidenta de la Federación Liberal de Mujeres entre 1921 y 1923, años decisivos para lograr el voto universal. En esos años creó un club para mujeres profesionales, entre ellas las enfermeras; bautizado como Cowdray Club, lo fundó en 1922 en una casa que le había comprado al ex-Primer Ministro H. H. Asquith y a su esposa Margot, ambos fervientes opositores de las sufragistas. Me gusta pensar que Annie tenía un gran sentido del humor y esto no fue una coincidencia, sino un finísimo golpe con guante blanco.

El pasado 8 de marzo salimos a tomar las calles con pañuelos morados evocando a las sufragistas que lucharon por nuestros derechos hace cien años. No olvidemos que por aquí pasó una de ellas.

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