El cine de autor y La Liga de la Justicia de Zack Snyder

Filo luminoso

La liga de la Justicia
La liga de la Justicia Foto: Fuente: imgur.com

Hablar de cine de autor es referirse a una creación a contracorriente y a la expresión de obsesiones personales. Es un cine que desafía el consenso corporativo, las fórmulas, las reescrituras manipuladoras y las estrategias del marketing, elementos indisociables de los blockbusters de superhéroes. El cine de acción convertido en gigantesca paleta para la puesta en escena de cómics ha conquistado a las masas, aunque en gran medida teniendo en cuenta a un público fanático, una tribu que conoce los cánones y defiende las tradiciones de sus objetos de culto. En 2017 tocó al director, productor y guionista Zack Snyder dirigir La liga de la justicia, la tercera y más ambiciosa parte de la trilogía que él mismo comenzó con El hombre de acero (Man of Steel, 2013) y Batman vs. Superman: El origen de la justicia (Dawn of Justice, 2016). Esta sería la respuesta del Universo extendido de DC a Los Vengadores, de Marvel.

Una tragedia personal impidió que Snyder terminara la película. Durante el rodaje, su hija Autumn, de 20 años, se quitó la vida. Él y su esposa, Deborah, que también era productora de la cinta, renunciaron dejando el filme a cargo de Joss Whedon (director de Los Vengadores, 2012), quien siguiendo las instrucciones de Warner Brothers la recortó en términos de solemnidad y tiempo. Más que terminar una película que habían dejado bastante avanzada, la reescribió y refilmó casi por completo. Snyder asegura que el 75 por ciento de ese filme no es suyo. Se trata de una cinta convencional y mediocre, pero su principal afrenta es violar la dinámica de la mitología de los personajes. Esto dio lugar a un movimiento de fans en redes sociales que exigía la versión de Snyder: #ReleasetheSnyderCut.

La presión de los fans tuvo el inesperado éxito de lograr que WB diera setenta millones para La liga de la justicia de Zack Snyder. Este triunfo (¿populista?) de la fidelidad y el gusto de la masa es tan prometedor como preocupante. Es motivo de entusiasmo que se imponga la visión de un artista por encima del interés mercenario de una empresa, pero dejar en manos de la masa con Twitter el destino de las obras creativas puede ser aún peor que las decisiones corporativas. Ésta no es la edición del director, sino la reapropiación de una obra perdida. Y Snyder la hizo suya al tomar decisiones extravagantes; optó por usar la relación de aspecto 4:3 o 1.33 (el viejo formato televisivo que invoca el cine de arte), decoloró la fotografía de Fabian Wagner e incluyó una intensa pista sonora de Tom Holkenborg, con nostálgicos ecos corales y grandilocuentes resonancias operísticas. Y además extendió la historia por cuatro horas y dos minutos.

Snyder enfatiza las historias personales de sus héroes, la amargura de los padres ausentes, el abandono de las tradiciones

Snyder tiene el prestigio de una visión que mezcla violencia con nihilismo, apuntaladas en una filosofía individualista, basada en el objetivismo de Ayn Rand: la idea del hombre como un ser heroico que únicamente debe buscar la propia felicidad y tiene en la razón su único fin. Este egoísmo racional y rechazo del altruismo ético está presente en la visión sórdida de sus fracasos de taquilla y crítica en las películas que hizo para DC. Su fama de autor de culto comenzó desde su debut en 2004 con El amanecer de los muertos, la competente reformulación del clásico de George A. Romero, La noche de los muertos vivientes (1968). Pero fue a partir 300 (2007), intensamente problemática por su racismo y homofobia, que comenzó a configurar un estilo ominoso, épico y solemne, infectado de la estética del cómic, que resulta efectista e impactante. Los espartanos y su idealización de la guerra y la perfección física son los cimientos de su reinvención de Superman.

El hombre de hierro creado por Jerry Siegel y Joe Shuster es en buena medida el primer superhéroe que conquistó a las masas. Desde su aparición en el número uno de Action Comics, en abril de 1938, ha sufrido una variedad de transformaciones que han ido reflejando la Zeitgeist [espíritu del tiempo]. Comenzó como un ser casi divino caracterizado por su humildad, compasión y empatía. Un justiciero que protege a los oprimidos de los criminales y los poderosos. Esto cambió con el Superman (Henry Cavill) de Snyder, que pone en primer lugar sus propios intereses como le enseñó su estoico y pragmático padre adoptivo, Jonathan (Kevin Costner). No olvidemos aquella prueba de fuego del carácter en que Jonathan le impide salvarlo de una muerte inminente, ya que de hacerlo pondría en evidencia sus poderes a un mundo que no está listo.

La liga de la justicia comienza con la muerte de Superman y la inminencia de que ese vacío dará oportunidad a las fuerzas de Darkseid (Ray Porter) de conquistar la Tierra, que como la Galia de Asterix fue el único mundo que resistió a su inmenso poder en un pasado remoto. La unión de los dioses antiguos, los humanos, las amazonas, los guardianes de las estrellas y los atlántidos no duró, pero sirvió para repeler la invasión. Darkseid, convencido de que ha llegado la hora de intentarlo de nuevo, envía al cornudo de armadura viviente, Steppenwolf (Ciarán Hinds) y sus parademonios, a recuperar las tres cajas madre, que al ser unidas y sincronizadas otorgan a quien las tiene el poder de dominar el universo entero. Las cajas equivalen a las piedras del infinito del guante de Thanos, pero son menos y aparentemente más fáciles de coleccionar.

Snyder enfatiza las historias personales de sus héroes, la amargura de los padres ausentes (asesinados, encarcelados o demasiado ocupados), el abandono de las tradiciones y la pérdida del hogar de la madre de Superman ante la voracidad hipotecaria de los bancos. Así Bruce Wayne (Ben Affleck), quien dice que su único superpoder es ser rico, trata de reclutar a Aquaman (Jason Momoa), a la Mujer maravilla (Gal Gadot), a Flash (Ezra Miller) y a Cyborg (Ray Fisher) para formar un frente unido y detener la conquista. Sin embargo, es claro que sin Superman se encuentran en una tremenda desventaja. Batalla tras batalla se repiten los efectos especiales y las cámaras lentas: la fascinante destreza para detener balas de Diana Prince, la velocidad de Flash, los poderes tecnológicos de Cyborg y la ostentosa musculatura de fisicoculturista de Arthur, el mestizo humano atlántido. La trama es predecible. La apoteosis no tiene sorpresas.

Snyder intentó una obra maestra, una respuesta a Scorsese y sus señalamientos. Es cuestionable si lo logró; en cambio, sí retomó las riendas de una megafranquicia que describe la unión de individualidades y de egos en la lucha por un fin común. Esta experiencia agotadora culmina con un epílogo en tonos apocalípticos que anuncia lo que vendrá: un mundo en colapso en el que Batman se unirá también con sus enemigos para luchar contra quien fue su aliado. Aparte de inacabables peleas nos queda un ejercicio filosófico en torno al valor de la solidaridad, la vigencia del poder del egoísmo y las ideas de Ayn Rand en una insólita cinta de autor.

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