Hotel Zagajewski

Ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2017, la obra del poeta Adam Zagajewski, fallecido en el mes de marzo nos es familiar en Hispanoamérica, gracias a traducciones publicadas por las editoriales Acantilado y Pre-Textos. En el siguiente ensayo, Alejandro García Abreu evoca a partir de la lectura y la imaginación al escritor que defendía los adjetivos “porque Hemingway y sus seguidores los agredieron injustamente”, y además consideraba que “no hay poesía sin ironía, sin un ingrediente de sentimiento religioso”.

Adam Zagajewski (1945-2021). Fuente: wmagazin.com

A Mercedes Monmany

El poeta, ensayista, traductor y novelista polaco presentó la imagen literaria de un tordo que perdió una pluma gris y mencionó la luz tenue del amanecer que penetró su habitación en un establecimiento hotelero. Imagino a Adam Zagajewski (Lwów, actualmente Ucrania, 1945-Cracovia, 2021) indagando en torno al fuerte sentimiento de dolor del exilio, sentado a la mesa de su cuarto de hotel.

Zagajewski incluyó el siguiente fragmento en su antología Polish Writers on Writing [Escritores polacos. El oficio de escribir]: “En los cafés de Varsovia, al igual que en los cafés de todo el mundo, había una necesidad de ‘idea y fe’, cuyo resultado fue que los escritores comenzaron a creer”. El café —espacio evocado como recinto de intercambio intelectual, área de socialización indispensable— se contrapone a la soledad de la habitación del hotel.

En otra parte —un café irlandés—, los editores de The Dublin Review aseveraron sobre el ámbito del idioma inglés: “Se habla bastante sobre Adam Zagajewski, quien, junto con Czesław Miłosz y Wisława Szymborska, es uno de los más célebres de Polonia”.

Visito la Cracovia de Zagajewski, como sugiere Martín López-Vega: “tener ante sí una fotografía aérea del centro de Cracovia con leyendas en inglés, un mapa pensado para turistas. De pronto [Zagajewski] se ve como un turista en la ciudad de su juventud, en las calles que ya le recorren a él por dentro más de lo que él las recorre a ellas por fuera”.

Regreso al hotel imaginario. “La geografía de Adam Zagajewski es una sucesión de exilios. Al poco de nacer, su ciudad natal, la entonces polaca Lwów (hoy la ucraniana Lviv), capital de Galitzia, fue anexionada por la Unión Soviética. [...] Sólo a mediados de los sesenta descubriría el poeta su ciudad natal. Tras la contienda, como tantas otras, su familia había sido trasplantada a la fuerza a Gliwice, en la región de Silesia”, aseveró Juan Manuel Bonet.

“En 1963 se instaló en Cracovia, la capital cultural polaca, en cuya universidad, la Jagellónica, estudió filosofía y psicología. En 1970 se unió al grupo de disidentes polacos Teraz (Ahora) y comenzó a escribir poemas, adscribiéndose a la llamada Generación del 68 o de la Nueva Ola”, recuerda Andrés Seoane.

El silencio cae sobre las ausencias de Zagajewski:
las ciudades que conformaron su trayecto y los recuerdos de personas queridas

Sufrió la censura y escapó de ella. Durante la década de los ochenta vivió en París, luego de establecerse temporalmente en Berlín. En los noventa residió en Estados Unidos y volvió a Cracovia en 2002.

Gracias a los exquisitos editores Jaume Vallcorba (Tarragona, 1949-Barcelona, 2014) y Sandra Ollo (Pamplona, 1977) abundan las traducciones de su obra al castellano. El catálogo de Acantilado —editorial dirigida actualmente por Ollo— incluye Tierra del fuego, En defensa del fervor, Deseo, Dos ciudades, Antenas, Solidaridad y soledad, Mano invisible, Releer a Rilke, Asimetría y Una leve exageración. Pre-Textos publicó En la belleza ajena y Poemas escogidos. El crítico Joachim T. Baer, en World Literature Today, resumió los temas de Zagajewski: “la noche, los sueños, la historia y el tiempo, el infinito y la eternidad, el silencio y la muerte”.

El silencio cae sobre las ausencias de Zagajewski: las ciudades que conformaron parte de su trayecto y los recuerdos de personas queridas. El escritor despliega retratos conmovedores.

Testigo de tiempos oscuros, su obra revela pérdidas, una en particular: se despidió de su padre constantemente. En “Cazadora verde”, incluido en Mano invisible y traducido por Xavier Farré, se lee: “Cuando mi padre iba por París, / a menudo con su cazadora verde / que se había hecho coser a medida / (uno de los pocos lujos / en su más bien modesta vida), / cuando pasaba largas horas en el Louvre, / estudiando las obras de Corot y de otros / pequeños maestros de siglos pasados, / no sabía aún, no podía saber, / cuánta destrucción se ocultaba / en los años que tenían que llegar, / como si aquella cazadora verde / le trajera mala suerte, / pero ahora lo entiendo, / sospecho que la catástrofe / estaba cosida en toda su ropa, / independientemente del color y de la forma, / e incluso los más grandes maestros de la pintura / aquí no podían ayudar en nada”.

Antenas, también traducido por Xavier Farré, contiene “En un piso pequeño”. Lleva el epígrafe: “Le pregunto a mi padre: / ¿qué haces todo el día? Recordar”. El poema concluye con la evocación del siglo pasado: “Tu memoria trabaja en este piso callado: trabajas, / metódico, en silencio, para resucitar por un instante / el doloroso siglo XX”.

Pienso en el exilio y en la pérdida. El hotel resulta entonces el recinto por antonomasia del exiliado. Lo demuestra “Nuevo hotel”, per-teneciente a Mano invisible, en versión de Farré. El poema evoca el pasado de su familia y condensa en una habitación las quimeras de Adam Zagajewski: “[Cracovia] // En febrero los álamos, helados, son aún / más delgados que en verano. Mi familia / está dispersada por toda la tierra, bajo tierra, / en varios países, en poemas, en cuadros. // Es mediodía, estoy en la plaza Na Groblach. / A veces venía por aquí para visitar (un poco / por obligación) a mis tíos. / Ellos no se quejaban ni siquiera del destino // o del sistema, sólo que sus caras recordaban / una librería de viejo vacía. / Ahora en esa casa viven otras personas, / desconocidas, el olor de una vida ajena. // Cerca de allí construyeron un nuevo hotel, / habitaciones claras, desayunos sin duda comme il faut, / zumo, café y tostadas, vidrio, cemento, / olvido, y, de repente, sin saber cómo, / un momento de una penetrante alegría”.

El poeta Stanisław Barańczak dijo de Adam Zagajewski: “El único país verdadero, la auténtica patria de un individualista, está confinada a la circunferencia de su cráneo”. El escritor polaco afirmó por su parte: “Perdí dos patrias, pero busqué una tercera: un espacio para la imaginación”. Es la piedra central y superior de la bóveda del Hotel Zagajewski.