Fern (Francis McDormand) es una mujer estoica, individualista, reservada y elocuente; tiene una mirada penetrante y ligeramente sarcástica, podría ser la puesta al día del clásico héroe del western. Su saga comienza tras la pérdida de su marido, su empleo y su hogar. La desolación de su nueva vida la empuja a recorrer las carreteras a bordo de su camioneta modestamente acondicionada en busca de trabajo itinerante, con dignidad y arrojo, pero también con miedo y tristeza. “No estoy sin hogar, simplemente estoy sin casa”, responde defensiva pero orgullosamente a quien pregunta por su situación.
La multipremiada película Nomadland, escrita, dirigida y editada por Chloé Zhao parte del libro del mismo nombre de la periodista Jessica Bruder, de 2017, quien abandonó la comodidad de su vida sedentaria para vivir en su coche siguiendo a los trabajadores nómadas, quienes forman lo que podríamos llamar la clase traviajadora que, especialmente desde la gran depresión de 2008, subsiste desplazándose en sus vans, autos y casas rodantes, siguiendo los trabajos de temporada disponibles en el país. Zhao decidió llevar a la pantalla esa visión del colapso de las instituciones, en una especie de road movie que presenta la supervivencia de una población mayor de edad, en gran parte retirados, que han quedado al margen del mercado de trabajo, han sido desfalcados de sus ahorros y de las protecciones de una red social que cada día está más rasgada y pauperizada.
En sus películas anteriores, Songs My Brothers Taught Me (Canciones que mis hermanos me enseñaron, 2015) y The Rider (El jinete, 2018), Zhao se había situado en la reservación Pine Ridge de Dakota del Sur para explorar un universo límite (geográfico, cultural, social) a través de ficciones documentales. Aquí continúa con esa apuesta al conservar el tono realista y sórdido del ensayo periodístico pero añadiendo un nivel de ficción encarnado en Fern y su propio viaje que es a la vez un descubrimiento. De esta manera su tercer filme es un híbrido entre documental y ficción, un riesgoso compromiso entre realidad y poética. Para esto establece un contrapunto entre la fractura económica y la fastuosa belleza y serenidad de los paisajes, fotografiados deslumbrantemente por Joshua James Richards y musicalizados con intensidad melancólica escalofriante por Ludovico Einaudi. Esto podía llevar a un panfletismo hiperestético y manipulador, sin embargo Zhao mantiene un tono ecuánime y pragmático con el que expone la humanidad y fraternidad entre los nómadas, así como la consolación y los placeres compartidos por una comunidad que se define no por su origen, etnicidad ni condición social, sino por ser víctimas del modelo depredador del capitalismo tardío. Lo que distingue particularmente a esta cinta es que los personajes son la historia, mientras la narrativa no pretende más que seguirles el andar, como si la trama tan sólo se fuera revelando de momento en momento en una especie de flujo terencemalickiano.
La historia de Fern deriva del caso real de la empresa de tablarroca Gypsum Corporation, cuyo cierre en 2011 tuvo un impacto tan catastrófico que dejó a Empire, Nevada, convertido en un pueblo fantasma que perdió hasta el código postal. La catástrofe económica que desató el neoliberalismo al eliminar protecciones laborales, proteger el flujo de capitales y fomentar la irresponsabilidad corporativa engendró esta oleada de exiliados del orden cívico y refugiados a la intemperie. Fern comienza a recorrer el laberinto de la inestabilidad laboral que la lleva de las bodegas de Amazon a servir mesas, a cosechar betabeles y a otros trabajos aún más extenuantes. Zhao trabaja a menudo con amateurs y aquí emplea atinadamente a los propios nómadas canosos, achacosos y entusiastas, para interpretarse a sí mismos. En el peregrinar conoce a Linda May y a Swankie, miembros célebres de este movimiento en movimiento y personajes reales del libro, quienes la guían en el mundo de los traviajadores y la invitan a los RTR (Rubber Tramp Rendezvous), inspirados por Bob Wells, su líder espiritual. Fern acepta a regañadientes la ayuda, compañía y solidaridad, ya que no parece decidida a aceptar esa forma de vida y menos los avances románticos de Dave (David Strathairn). La posición que le da ese desapego la convierte en una especie de espía que, como Bruder, siente empatía y padece con ellos pero no termina por integrarse al clan.
Zhao mantiene un tono ecuánime y pragmático con el que expone la fraternidad entre los nómadas
En cierta medida esta tribu posmoderna es un eco de las naciones que vivían en este país antes de la llegada y conquista europea, así como de otros grupos orillados a la migración cuando sus formas de vida sedentaria se volvieron obsoletas e insostenibles debido a los cambios económicos, tecnológicos, políticos y sociales que han transformado a ese país. Por momentos esta banda podría parecer una caravana desesentones fanáticos de Grateful Dead que viajan desenfadadamente, disfrutando su libertad y falta de ataduras geográficas. Pero su rechazo a las normas sociales se debe en gran medida a que las instituciones los han abandonado, traicionado y humillado. El camino se presenta idealizado pero las amenazas están ahí y su manifestación más evidente es lo que llaman the knock, o el golpeo con los nudillos a la puerta o carrocería de sus vehículos: un inquietante llamado nocturno, usualmente de la policía que les ordena irse a otra parte, amenaza con multarlos o despojarlos de su transporte —lo peor que puede sucederle a un nómada moderno que depende de la peregrinación a través de largas distancias y de un techo móvil sobre su cabeza para protegerse de la precariedad del clima y la hostilidad de los sedentarios. El miedo a ser atacado o robado está también siempre ahí, espantando el sueño, junto con el temor a las descomposturas del transporte. Una reparación obliga a Fern a confrontar lo que más rechaza, que es su familia. Aún en los parajes desolados y fantasmagóricos puede sentirse la tensión e insinuación de la presión civil y policiaca. El colmo del desprecio a los trabajadores consiste en que algunas de las empresas más poderosas del mundo los explotan al no ofrecer ninguna seguridad, pero en cambio ofrecen estacionamiento temporal para sus vehículos-casa.
No es ésta una cinta de protesta ni una denuncia, sino un elaborado fresco vital de la resignación humana y la complicidad de los propios trabajadores con las corporaciones y el Estado en este orden cruel. No hay atisbo alguno de urgencia de justicia social ni del restablecimiento de sistemas que protejan a la gente en su vejez. Fern se deshace de sus bienes y regresa a Empire, congelado en el tiempo. En una de las secuencias más conmovedoras del cine contemporáneo, la protagonista visita las ruinas de su hogar y su trabajo. El polvoso abandono evoca a Tarkovsky, a Chernóbil y a las oficinas postpandemia, mostrando contundentemente el desasosiego en la naturaleza transitoria de la vida.