López Velarde

Devoción por el espectáculo

Desde un ángulo que sitúa al poeta al ras de la vida cotidiana, con altibajos laborales y prosperidad ocasional,este recorrido sigue sus pasos y la atracción que llevó a Ramón López Velarde a conocer la incipiente farándula del siglo XX, con bailarinas importadas que sedujeron al público, no sólo en la capital del país. La prensa no pudo ignorar los encantos y la popularidad de algunas figuras que se presentaron en los principales teatros, una impresión que tuvo la fuerza necesaria para expresarse en los versos del también periodista y editor, como estas páginas recuerdan.

Tórtola Valencia (1882-1955) representa la Danza de la Serpiente, 1915.
Tórtola Valencia (1882-1955) representa la Danza de la Serpiente, 1915. Foto: Fuente: Adolf Mas _ cdmae.cat

La presencia de bailarinas internacionales en los foros de la Ciudad de México, entre mediados de 1917 y 1921, exaltó hasta el delirio a cronistas teatrales, periodistas, caricaturistas, pintores, empresarios, bohemios, tandófilos y una legión de poetas, entre ellos Ramón López Velarde (1888-1921), cuyo centenario fúnebre se aproxima.

En ese lapso, el arribo de la hispana Antonia Mercé, apodada La Argentina, Consuelo Mayendía, la sevillana (y catalana por adopción) Tórtola Valencia, la suiza-francesa Norka Rouskaya y la rusa Anna Pavlova subieron la temperatura a los asistentes a los teatros Arbeu (actual Biblioteca Lerdo), Colón, Lírico y Principal de la Ciudad de México y los foros de las ciudades de provincia donde se presentaron.

EN MARZO DE 1917, El Universal anuncia que el jueves 15 saldría a la venta Pegaso, la revista semanal que Ramón López Velarde dirige al lado de Enrique González Martínez y Efrén Rebolledo. Durante un semestre, Pegaso —cuyo logotipo es diseñado por Saturnino Herrán— publica poemas, ensayos literarios y la sección dedicada a “Teatros y Cines”. En mayo, la bonanza económica llega a López Velarde cuando el presidente Venustiano Carranza designa a Manuel Aguirre Berlanga como titular de la Secretaría de Gobernación.

Su amigo Aguirre Berlanga lo nombra asesor jurídico. El nuevo nivel de sus ingresos le permite a López Velarde disfrutar de opíparas comidas en el restaurante Phalerno (que refiere José Juan Tablada) y asistir a los teatros Colón, Arbeu y Principal.

A los 29 años vivía con su madre y su hermano Jesús en la vivienda 29, de la calle de Jalisco número 71 (hoy Avenida Álvaro Obregón, colonia Roma). Del ex-Palacio de Covián a su domicilio caminaba diez cuadras hacia el sur, si no abordaba el tranvía Correo-Roma, y pudo hacer escalas en prostíbulos de la colonia Roma Norte y la Doctores, vi-sitas que nutrirían sus versos.

El viernes 8 de junio de 1917, el teatro Colón presentó a la española Antonia Mercé (1890-1936), apodada La Argentina por haber nacido accidentalmente en ese país sudamericano. Las páginas literarias de Pegaso dan la bienvenida a esa “mezcla de Salomé y una maja de Goya”. En el número 14, correspondiente al 14 de junio, la revista publica una fotografía de la “notable bailarina española” y abajo, en la sección anónima dedicada a “Teatros y Cine”, dedica todo el espacio a esa “verdadera maravilla que se hace llamar ‘La Argentina’”.

Tal vez López Velarde no asistió al debut de la bailarina y crotalista porque fecha su poema, “La estrofa que danza”, el 14 de junio, día jueves. Los versos dedicados “A Antonia Mercé” aparecen en el número 15 de Pegaso, del jueves 21 de junio, al lado de “Dejad que la alabe...” y “Tierra mojada...”, poemas que no fecha. El bardo y funcionario zacatecano queda hechizado por ella:

Ya te adula la orquesta con servil

dejo libidinoso de reptil,

y danzando lacónica, tu reojo

[me plagia

y pisas mi entusiasmo con

[una cruel magia

como estrofa danzante que

[pisa una hemorragia.

¿Hemorragia? ¿Provocada con alguna operación? ¿Por alguna enfermedad de transmisión sexual? La presencia de La Argentina pronto desata los efluvios poéticos de Rafael López, amigo de López Velarde, quien le dedica “La danza antigua”.

El cronista Florián (José L. del Castillo) da a conocer “Una maravillosa artista del ritmo: ‘La Argentina’”. Carlos Muñana la retrata para El Universal Ilustrado.

AQUELLA “REINA de los crótalos” permanece hasta agosto en el teatro Colón, y regresa a la Ciudad de México en 1920, de fines de abril a junio. En el mes de julio está en el teatro Degollado de Guadalajara, donde enloquece a los tandófilos tapatíos.

Su compatriota, Tórtola Valencia, volvió a deslumbrar a los capitalinos del jueves 3 de enero a febrero de 1918, desde el foro del Abreu (hoy Biblioteca Lerdo). En Revista de Revistas del domingo 6 de enero de 1918, Roberto El Diablo (Roberto Núñez y Domínguez), cronista teatral de ese semanario, da cuenta de “El debut de Tórtola”.

Ernesto García Cabral, de regreso en México después de una larga estancia en París y Buenos Aires, debuta el domingo el 27 de enero como portadista de esa misma publicación del periódico Excélsior, con un retrato estilizado que muestra a la estrella en azul y rojo. En plena portada se incluye también el poema inédito “La danza mística”, dedicado a ella y firmado por Xavier Sorondo.

Desde las páginas del semanario El Universal Ilustrado, el periodista que firma como Rudel la describe como “Una embriaguez de colores” y el infatigable Rafael López, tras los pasos de López Velarde, le tributa “La manzana amarga”. En la revista San-Ev-Ank del 11 de julio aparecen “dos comentarios líricos” de Carlos Pellicer: “La gitana” y “La bayadera”, que después incorpora a su primer poemario: Colores en el mar y otros poemas (Cvltvra, 1921).

La gran diva rusa Anna Pavlova se presentó en el teatro Abreu y luego en el Principal. López Velarde quedó arrobado
por las piernas de la bailarina

RAMÓN LÓPEZ VELARDE dedicó su “Fábula dística” a Tórtola Valencia, un poema que recopila en Zozobra (1919), donde menciona a su tutor poético, el argentino Leopoldo Lugones.

No merecías las loas

[vulgares

que te han escrito

[los peninsulares.

Acreedora de prosas cual doblones

y del patricio verso de Lugones. [...]

En la honda noche del enigma

[ingrato

se enciende, como un iris,

[tu boato. [...]

La pobre carne, frente a ti, se alza

como brincó de los dedos divinos:

religiosa, frenética y descalza.

Su gran peso y su disposición para vestirse como árbol de Navidad provocó comentarios en contra y burla. Florisel, desde el suplemento de El Demócrata, periódico carrancista, publicó una loa en son de chunga dedicada a Tórtola. La gran tiple cómica Guadalupe Rivas Cacho la parodia en el teatro. El extraordinario repórter Rafael Pérez Taylor, exconstituyente y aviador como inspector de cines de la capital, publica en El Universal Ilustrado que su vestuario parece compuesto de retazos de alfombras y cortinajes. Cuando Tórtola se topa con él, lo tunde de improperios y sombrillazos. El joven Siqueiros, que debuta en el papel de ilustrador como “Alfaro Siqueiros”, en Revista de Revistas, queda arrobado con su “danza del vientre”, aunque años después la recuerda como una gorda (“casi obesa”) que al danzar en el escenario destemplaba la duela, por lo que los carpinteros tenían que ajustar las maderas a diario.

Una versión señala que Tórtola Valencia posó para el óleo sobre tela “La criolla de la mantilla”, del pintor Saturnino Herrán en su taller-casa, situado en la calle de Mesones número 25. El óleo está fechado en 1917, pero ella se presentó en la Ciudad de México hasta 1918. Debió haber asistido a ese edificio a una reunión bohemia, a la que también debió asistir López Velarde, muy amigo del pintor, así como otros amigos de Herrán y del poeta. Si alguno intentó enamorarla, ella debió de poner su cerco de acero, pues como le declaró al también poeta Armando de Maria y Campos: “Soy una mujer extraordinaria que ha sabido luchar contra todos los asquerosos hombres del mundo”.

“LA YA CÉLEBRE VIOLINISTA de los pies de seda”, como llamó la prensa de la época a la suiza Norka Rouskaya, se presentó en los teatros Lírico y Colón, de abril a mayo de 1918. A su vez, de septiembre de 1918 a mediados de marzo de 1919 actuó exitosamente la española Consuelo Mayendía, en el teatro Esperanza Iris. Al parecer, ni Rouskaya ni Mayendía dejaron su impronta en los versos lópezvelardeanos. Si no las vio en el Lírico, Colón o Iris pudo verlas en películas mexicanas. A la joven suiza en Santa (1918) o en las tarjetas postales fotográficas comercializadas por la CIF (Compañía Industrial Fotográfica), empresa de Francisco Lavillete, un fotógrafo francés-mexicano que en marzo de 1919 filmó Dos corazones y Una novia caprichosa, donde participa la salerosa Consuelo.

La formidable diva rusa Anna Pavlova (1881-1931), al frente de su Compañía de Ballet Ruso, se presentó en enero y febrero de 1919, primero en el Abreu y luego en el Principal. López Velarde quedó arrobado por las vertiginosas piernas de la bailarina. En el poema titulado “Anna Pavlowa” (sic), incluido en El son del corazón, expresa:

Piernas

que llevan del muslo al talón

los recados del corazón.

Piernas

del reloj humano,

certeras como manecillas

dudosas como lo arcano,

sobresaltadas

con la coquetería de las hadas.

En enero de 1920, el “gran poeta Ramón López Velarde” publica en El Universal Ilustrado sus poemas “Humildemente”, “Te honro en el espanto”, “Todo” y “El retorno maléfico”, de su libro Zozobra (1919). A principios de marzo de 1920, el Consejo Superior de Salubridad, para contrarrestar la epidemia de la influenza española, ordena cerrar todos los teatros, cines, templos y lugares de reunión en la Ciudad de México. Para contrarrestar la tercera ola de contagios, la empresa alemana Bayer anuncia su aspirina para “resfriados, influenza, reumatismo, cólicos menstruales y la gota”. El confinamiento de aquel año sólo duró una semana porque disminuyeron las muertes diarias. Es un misterio cómo López Velarde sorteó esta pandemia que inició en 1918.

Anna Pavlova (1881-1931).
Anna Pavlova (1881-1931). ı Foto: Fuente: sbpculture.ru

ANTE LA SUBLEVACIÓN de los militares sonorenses Adolfo de la Huerta, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, el presidente Carranza traslada su gobierno a Veracruz. Aguirre Berlanga lo sigue en su penoso peregrinar. El Universal Ilustrado publica el 27 de mayo la imagen del cadáver del presidente Venustiano Carranza en Villa Juárez, Puebla. El asesinato del mandatario debió desmoralizar al poeta jerezano. Pronto salió de la nómina de la Secretaría de Gobernación. Desempleado, encontró un modestísimo empleo en la revista literaria La novela quincenal, publicada por Ediciones México Moderno.

Para 1921, las empresas teatrales de Prudencia Grifell, María Conesa, Lupe Rivas Cacho, Leopoldo Bersitáin, María Tubau y Julio Taboada se disputaban los teatros capitalinos. En marzo arribó al teatro Iris la elegante diva ítaloespañola Eugenia Zúffoli, una de las más hermosas tiples, a decir del fotógrafo Francisco Lavillete. Hacia mayo, una pertinaz lluvia afecta la salud de López Velarde. Primero sufre neumonía y finalmente pleuresía. El poeta zacatecano fallece a la una de la madrugada del domingo 19 de junio.

MUCHAS NOTAS SUCEDIERON a la muerte de Ramón López Velarde: evocaciones, homenajes y la aparición de su poemario tricolor "La suave Patria", que supuestamente trabajó en la cantina La Rambla, localizada en la esquina nororiente de las avenidas Bucareli y Chapultepec, próxima a la Secretaría de Gobernación, entonces ocupada por el general Plutarco Elías Calles.

El poeta debió conocer los planes del lanzamiento de una nueva publicación quincenal: la Revista Artística, que mezclaba notas de zarzuela, estrellas del cine mudo nacional, pintura (Montenegro), escultura (“Alfonso” Asúnsolo), obra de nuevos fotógrafos (María Santibáñez, Garduño, Ortiz y el vanguardista Smarth) y poetas (Pellicer).

De esta lujosa revista quincenal, cuyas oficinas estaban en Bucareli, fue redactor único Armando de Maria y Campos, quien coincidió con López Velarde en su admiración por las dos divas españolas y seguramente más de una vez en los teatros capitalinos. Para el número 3 de Revista Artística, del 8 de julio de 1921, De Maria exhumó el poema lópezvelardeano “Tórtola Valencia”. Lo adornó con una fotografía de Smart (sic), seudónimo del retratista jalisciense Librado García, entonces establecido en la Ciudad de México.

En “Cómo murió Ramón López Velarde” (Revista de Revistas, 21 de junio de 1936), Jesús B. González, con quien el poeta compartió aventuras editoriales al frente de Pegaso, recuerda que cierta vez se encontró con él en un bar de segunda categoría, donde le comentó que las zarzuelas españolas eran de muy poca calidad pero que le divertían. Es posible que Jesús le haya preguntado sobre su devoción por La Argentina y por Tórtola Valencia. En esa ocasión su charla teatral fue interrumpida por una gitana “estival” que, al escudriñar su palma derecha, le dijo al bardo:

—¡Amas mucho, mucho, a las mujeres, pero les temes! ¡Tienes miedo también de ser padre! ¡Esta línea me dice que morirás de asfixia!

Ramón palideció levemente...

Por desgracia, González no menciona el nombre del bar de segunda (¿La Rambla?), ni cuándo tuvo lugar ese encuentro profético.