La santa secta (Imagine)

Su identidad y sus mensajes pueden ser muy diversos, pero los congrega un sentido de pertenencia, de comunión más o menos secreta que suele propiciar el fanatismo. Ese camino, a lo largo de la historia, está marcado por el abuso, la explotación, crímenes atroces. Las sectas han depredado con la necesidad espiritual de sus adeptos, al persuadirlos con el argumento de una salvación o trascendencia que los lleva incluso a entregar su vida —o la de otros— por la causa.

Un punketo y un emo.
Un punketo y un emo. Foto: Fuente: erizos.mx

En México —como decía Jorge Portilla—, “la actitud espiritual dominante parece ser una reflexión sobre el sentido de nuestra propia historia en el marco de la historia universal”. De esa manera elegante, el autor de la Fenomenología del relajo señalaba que nos allegamos demasiada importancia al tomarnos muy en serio, como fruto de nuestra herencia barroca y el estigma católico del pecado original. El valor es importante para el mexicano; no la valentía, sino el valor de su ley.

Para Antonio Peñaloza, “un mexicano puede tolerar cualquier descortesía —incluso una bofetada— menos que le nieguen el saludo”. En la película clásica Ánimas Trujano, el personaje interpretado por el icónico Toshiro Mifune cae en un abismo que va desde su exaltación egocéntrica hasta la insuficiencia absoluta.

Esa película, basada en La mayordomía, de Rogelio Barriga Rivas, narra el periplo de un hombre que con tal de hacerse mayordomo y alcanzar el reconocimiento de su comunidad es capaz de pactar con el diablo para costear la fiesta patronal. Cuando los exmayordomos se acercan para ofrecerle ayuda, Ánimas, altanero, contesta:

—¡Pelen ojo! No necesito favores de naiden. Y menos de los que me hacen chiquito.

Ánimas los acusa de hacerlo chiquito y odiarlo por sus logros. Al ser por fin mayordomo, se autoexilia y sectariza. Quizá el origen de la palabra secta tenga que ver con la voz latina sequi, que significa “seguir”; otra posibilidad es que aluda a una sección o parte que se desprende del todo, algo que se divide. Recordemos el concepto de la secante en geometría: es la recta que corta el círculo, viene de una voz que significa “cercenar, separar”.

Orígenes de Alejandría fue sectario, no por separarse de su hombría al autocastrarse, sino por alejarse de la iglesia y desobedecer al obispo Demetrio al ordenarse sacerdote. Y lo fue, más aún, por enseñar una teoría según la cual el mismo Satanás alcanzaría la salvación al fin de los tiempos.

El grupo escindido se presenta como guardián de la pureza
y no es raro que sus líderes hayan sido tocados por mensajes divinos

LAS SECTAS APARECEN por rencores, desengaños, desavenencias o deslealtad. El grupo que se desprende acusa a la matriz de no seguir las reglas y, a su vez, el apéndice es señalado como saboteador. Las posiciones se polarizan y en casos extremos la lucha deja de ser metafórica para volverse cruel; se infiltran, traicionan a los compañeros. Hasta el asesinato vale con tal de mermar capacidades al oponente.

Existen algunas que son light: recordemos en 2008 el enfrentamiento en la Glorieta de Insurgentes entre tribus de emos y punketos. Hubo insultos, patadas; si la sangre no llegó al río fue gracias a la intervención de un grupo de krishnas que aparecieron entre cantos. También las hay siniestras, truculentas y sanguinarias. Recordemos a los Zetas: en su origen, soldados antiterroristas y kaibiles entrenados en la Escuela de las Américas para combatir el narcotráfico; como desertores, fueron reclutados para el brazo armado del cártel del Golfo. Los sectarios inventan nombres, siglas, claves y códigos para bautizar a sus grupos e integrantes. Durante 2010, los Zetas (Z) se escindieron del Cartel del Golfo e iniciaron una lucha encarnizada que desembocaría en la captura o muerte de sus líderes y la escisión en nuevos grupos.

Algunas otras sectas han gozado de prestigio, como Skull & Bones, la sociedad secreta de estudiantes de Yale. Sus miembros son conocidos aunque no todos destacan por sus capacidades académicas; los Bones reclutan a capitanes de equipos de futbol americano, guapas porristas y juniors con poder. Corre el rumor de que el ingreso a los altos niveles de la CIA y el gobierno estadunidense está relacionado con ese grupo. Sea verdad o mentira, los presidentes William Taft, George Bush (padre e hijo) e incluso John Kerry, senador y secretario de Estado con Barack Obama, pertenecieron a la organización.

LA HEREJÍA DEL MONJE agustino Lutero implicó el surgimiento de sectas protestantes, el fin del celibato y de la obediencia ciega al Papa. Existen luchas ideológicas y rupturas, mas no es difícil plantear la hipótesis de que atrás de una secta está, llanamente, la lucha sorda por el poder y el dinero. Muchas sectas son llamadas también cultos: el grupo escindido se presenta como guardián de la pureza doctrinal y no es raro que sus líderes hayan sido tocados por mensajes divinos. Así sucedió con la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, fundada por Joseph Smith, quien en una visión recibió el mandato de convertirse en fundador de los mormones. Al ser candidato a la presidencia fue linchado por sus opositores, lo que dio pie al surgimiento de nuevos grupúsculos.

Formas comunitarias más complejas involucran aspectos de la globalidad, como la Teología de la Liberación, creada contra la penetración imperialista en América Latina e impulsada por ideólogos como el exsacerdote Leonardo Boff, el clérigo excomulgado Ernesto Cardenal y el filósofo argenmex Enrique Dussel. En un estilo más New Age y mediante la plataforma de la televisión, los cristianos evangelistas predican el progreso material y recaudan grandes cantidades de dinero.

Gracias a Dios existen grupos simpáticos, como la Iglesia Maradoniana. Con medio millón de fieles y extendida por varios países —Argentina, España, Italia, México— propone no tanto que Diego Maradona sea la Deidad, sino que sus goles son divinos y que, con todos sus defectos, encarna al Hijo del Hombre. La idea surgió luego del gol que anotó ante la selección inglesa en el Mundial de 1986: fingió empujar con la cabeza el balón que envió de un manotazo a las redes. “Fue la mano de Dios”, dijo en entrevista, y el mundo se llenó de graffitis: “D10S EXISTE”.

OTRAS NO SON SIMPÁTICAS ni paródicas, como la del frustrado músico Charles Manson. Con un extraño poder de seducción sobre sus adeptas, asiduo interno de reformatorios y correccionales desde los trece años, congregó a sus seguidores en ranchos cerca de Los Ángeles, antiguos sets cinematográficos donde creó una comuna hippie. Junto a su familia, Manson consumía licor, mota y LSD mientras se acostaba con adolescentes y descubría mensajes en melodías como “Helter Skelter”, de los Beatles, y en su propio nombre (Man=hombre; son=hijo: el Hijo del Hombre o Hijo de Dios). Carismático y ocurrente, intentó acercarse a la música y el cine; su fracaso marcó la ruta de asesinatos brutales.

Los líderes sectarios frecuentemente se adhieren a religiones; es el caso de Jim Jones. Cercano a los cristianos metodistas, estudió para pastor y fundó su culto, el Templo del Pueblo, con una retórica socializante y antirracista. El reverendo practicaba una dirección autárquica: castigaba con palizas a sus críticos al tiempo que brindaba ayuda a indigentes y drogadictos. Su congregación creció en fama y número. Una característica de los líderes es su megalomanía; Jones rechazó a cualquier otro grupo y a la Biblia misma: apocalíptico, decidió proclamarse una divinidad y mudó su sede a San Francisco. Gracias a sus “curaciones por la fe” vio crecer a los oponentes y huyó con sus seguidores a la Guyana, donde en 1977 fundó su ciudad: Jonestown. Leo Ryan acudió a Georgetown a recoger testimonios. Jones mandó tenderle una emboscada; tras matar al congresista a puñaladas instruyó a sus seguidores para que ingirieran cianuro. La tarde del 18 de noviembre de 1978 murieron 918 miembros.

Otra secta nada cool fue la de los davidianos asentados en Waco, Texas. La dirigía Vernon Wayne Howell —originalmente adscrito a la Iglesia Adventista del Séptimo Día—, quien mudó su nombre por David Koresh. Hábilmente, logrando que todos dependieran de él para no depender de nadie más, volvió vulnerables a sus seguidores. Declaró válida la poligamia y tomó a las chicas menores para sí; hizo acopio de armas para defenderse y logró llamar la atención de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos. Durante las tres semanas que duró el asedio federal al complejo davidiano murieron 86 personas; entre ellas, 17 menores de edad.

Keith Raniere, líder de NXIVM.
Keith Raniere, líder de NXIVM. ı Foto: Fuente: semana.com

EN MÉXICO EXISTEN ALGUNAS, como la de los espiritualistas trinitarios marianos, quienes creen en la reencarnación y consideran que el ser humano presenta una naturaleza tripartita, donde María es símbolo de femineidad y maternidad. Surgieron en la Ciudad de México en 1866, con Roque Jacinto Rojas Esparza, fundador, profeta y vidente. No creen en el apocalipsis ni en el diablo; tienen fe en la ley dinámica del karma y en la posibilidad de traer a los muertos mediante médiums y danzas. Su práctica es un ritual curativo y se extienden más allá de las fronteras de este país.

La Dianética es peligrosa: conocida mundialmente como Iglesia de la Cienciología, plantea ser la única ciencia del conocimiento y predica que los humanos son espirituales e inmortales. La rehabilitación consiste en revivir experiencias traumáticas, liberando cargas negativas mediante sesiones de auditación, que se cobran. Ron Hubbard, su fundador, pasó gran parte de la vida huyendo de incógnito por fraudes supuestos o comprobados. Recuerdo que a fines de los setenta no dejaban de llegarme elegantes sobres rotulados con mi nombre. Asistí a un sinnúmero de reuniones suyas en una casona de la calle de Eugenia. Quizá por mi verborrea pude ingeniármelas para no pagar y ver frecuentemente a mi Superiora, quien dejaba impregnado su perfume en mis manos cada vez que me auditaba.

Otras sectas modernas son la de Naasón Joaquín Kiko García y la de Kid Raniere. Al primero lo conocí en Hidalgo; iba muy bien vestido para ser de rancho y traía loción Jockey Club, la del caballito. Famoso por su iglesia, la Luz del Mundo, por pedófilo y pornógrafo, su gloria se desmoronó hace poco en un millonario juicio en Los Ángeles. Negado para las matemáticas y las artes estéticas, García salió bueno para organizar homenajes; en especial, los dedicados a él mismo. El más reciente fue en el Palacio de las Bellas Artes, en mayo de 2019; acudí invitado por el Partido Verde.

Con Keith Raniere, líder de NXIVM, tuve contacto un par de veces: en Cancún, durante la Cumbre Norte-Sur de 1981, y luego en Los Ángeles. En la Cumbre, el protocolo de seguridad no era muy estricto; anduve por el aeropuerto durante horas, en tanga, con pareo y una enorme mochila de fotógrafo sin que nadie se me acercara; tampoco nadie preguntó a Keith qué demonios estaba haciendo ahí. Hasta la fecha, lo desconozco. Amanecimos en Punta Nizuc y no volví a verlo sino hasta Los Ángeles, durante la semana del 11 de septiembre de 2001; nos citamos en la marisquería El Rey del Mar. Lo vi muy cambiado, muy formal. Esa tarde todo estaba fuera de lugar: derrumbaron las Torres Gemelas y los bomberos que debían acudir a sofocar el incendio no aparecían. Las meseras lloraban y él me dijo —lo recuerdo bien—: “Las cosas van a mejorar ahora que soy la Vanguardia”. “Gringou locou”, le dije. Entonces descendió de una limusina una güera cuarentona y se lo llevó. Ahora me entero de que su condena es de 120 años. NXIVM se pronuncia “nexsum”; los bailecitos con crazy signs los copió de las villas hoteleras del Club Med, pero lo de marcar a las mujeres en la entrepierna como vacas fue de su propia inspiración.

Las sectas tienen por máxima autonombrarse con números o letras, les encanta decir, en su pináculo: “ya estamos completos; no queremos a nadie” y concentran su furia en sus “enemigos”. Los acólitos se encargan de comparar, peregrinamente, al líder, no sólo con Gandhi, Mandela o Luther King sino con Jesús. Hasta los líderes más buenos se vuelven decadentes cuando ya no soportan su insuficiencia o su inútil carga generacional. Ni modos.

Una característica de los líderes es su megalomanía; Jim Jones rechazó a cualquier otro grupo y a la Biblia misma: apocalíptico, decidió proclamarse una divinidad

HACE CINCUENTA AÑOS, John Lennon grabó “Imagine”, rola que sería considerada la mejor del siglo XX; el cineasta Salomón Laiter le enviaba unos dólares al hotel a Lennon para que, junto con Yoko, no se levantara jamás de su cama de la paz. Durante una llamada telefónica, desde su suite en el Hilton de Ámsterdam, el ex-Beatle preguntó a Laiter —quien acababa de filmar Las puertas del paraíso (basada en un argumento de Elena Garro)— si podía imaginar un México mejor. El cineasta permaneció varios segundos con el auricular en la mano. Después, colgó.

RAÚL CASAMADRID (Ciudad de México, 1958) es autor de Juegos de salón (novela, 1979), Litorales (cuentos, 2017), la edición bilingüe de poemas Postmodern Valladolid (2018), La Generación Inútil o el amor

a la insuficiencia crítica (ensayo, 2019) y Buenos Aires Limited (poesía, 2020).

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