Lobo con pelaje de pixel

Se dice fácil: vivir noventa y cinco años y dedicar casi sesenta de ellos a las letras. El narrador brasileño Rubem Fonseca, fallecido en abril de 2020, no sólo cubrió ese expediente, sino que lo hizo con una prosa aguda y fulgurante, sin parangón en la literatura contemporánea. En el mismo mes de su muerte dedicamos El Cultural 248 a su trayecto y obra; ahora ofrecemos el análisis de Rogelio Pineda sobre algunos de los veintiséis relatos que comprende el notable volumen Carne cruda, último libro que publicó el autor.

Carne cruda larazondemexico

Si la Revolución Industrial trajo consigo un avance técnico nunca antes visto en la historia —el mismo que ha prometido que la raza humana vivirá feliz cuando el progreso cuaje, si es que sucede algún día, a más de 250 años de haberse iniciado—, también es cierto que el engranaje de la maqui-naria ha triturado como carne molida a hombres y mujeres que se han asomado con ingenuidad a sus fauces. Son los personajes de Carne cruda, que Rubem Fonseca disecciona en varios cuentos.

MESA DE VIVISECCIÓN

En su último libro, el escritor brasileño con reconocimiento internacional —nacido en Minas Gerais el 11 de mayo de 1925 y fallecido en Río de Janeiro el 15 de abril de 2020— se enfoca en un aspecto que la tecnificación necesita para manifestarse: el lenguaje. Pero no el que por siglos trazó poesías de resonancia escatológica a la entrada de los templos o el que plasmó la Sophia perennis en la tradición oriental. El lenguaje que desmenuza es el “especializado”.

A lo largo de los veintiséis relatos que componen el volumen, Fonseca retoma, de sus pesquisas en internet, terminología que revuelca en la mesa de vivisección; le clava el escalpelo hasta que la hace gritar. De esa manera le devuelve su humanidad. Asesinos a sueldo la mayoría, los protagonistas de Carne cruda se preocupan por la “palabra” y sus mentes son Google, pero atasajan tanto los conceptos que los dejan inutilizables. Véanse por ejemplo los cuentos “Panocha” o “Panocha. Parte II”, donde el protagonista explica que nunca ha visto una, lo que evidencia su dominio del concepto, mas no su actividad sexual, aunque se niegue a aceptarlo mientras guglea para ver si logra desentrañar dicha anatomía.

DESCONOCER LA SOMBRA

Ese proceso se reitera en los otros cuentos del libro. Los personajes juegan a ser muy inteligentes, pero al final ceden a la carne, debido a que la traición, el sexo o la venganza se mantienen en estado silvestre a pesar del exceso de tecnología o de progreso del mundo.

El filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman lo menciona en Retrotopía (FCE, 2017): Por debajo de la modernidad, el animal aguarda "su momento, preparado para borrar la terriblemente fina capa de decoro convencional que nos recubre y que está ahí para esconder esa parte tan poco atractiva de nosotros, que no para reprimir y contener lo siniestro y lo sangriento”. Por la misma razón, los protagonistas de Carne cruda desconocen su sombra a pesar de que tienen un disco duro gordo en el que almacenan etimologías, referencias librescas, poemas y anécdotas históricas.

En el cuento “El mundo está mal”, esto se evidencia en voz de un ejecutor: “Tengo que comprar un diccionario; todo el mundo tiene un diccionario, y yo sólo tengo pistolas calibre 45 con silenciador para atornillar en la punta del cañón. Aun así, el disparo hace ruido. Diccionario, diccionario, diccionario: me quedé repitiendo esa palabra, pero la olvidé enseguida”.

En los relatos que componen el volumen, Rubem Fonseca retoma, de sus pesquisas en internet, terminología que revuelca en la mesa de vivisección .

LA MODERNIDAD NO AMANSA AL LOBO

Es importante asimismo hablar de cómo irrumpen las tecnologías de la información en el libro. Fonseca escribió durante casi sesenta años; en ese lapso el mundo cambió y sus personajes tuvieron que actualizarse. Ahora, las llamadas telefónicas se llevan a cabo mediante celular, los periódicos se leen en computadora y las cartas se archivan en el correo electrónico. Esta re-novación podría parecer superficial, sin embargo, no lo es: pone de relieve el hecho de que la modernidad no amansa al lobo, más bien lo ha enseñado a teclear los dispositivos con las garras.

Otro rasgo a destacar del nuevo volumen es la depuración técnica que consiste en armar cuentos con escasas líneas, a la manera de la minificción, como si el autor comprendiera que la modernidad es también brevedad. Sin embargo, los tres especímenes con ese formato, “Aparecida”, “Falso” y “El ser es breve”, son los más flojos. El género de la minificción requiere una excesiva atadura técnica, la cual a veces distorsiona el resultado. Eso le ocurre a Fonseca con el hermético “El ser es breve”, por ejemplo.

Mención aparte, eso sí, merecen los remates muy pulidos de casi toda la colección. Por ejemplo, “Hechizo bra-sileño”, que narra el encuentro de dos amantes, tiene como final una sutileza que requiere reposo a fin de apreciarla en su adecuada magnitud. Quizás una de las tentaciones del lector, por las cinco páginas en promedio de cada relato, sea carrerear la lectura e ignorar esta perfección en los remates, algo que es difícil incluso para el cuentista más veterano.

Por último, si bien las historias que contó a lo largo de más de treinta libros poseen una generosa presencia femenina, circunscrita en el arquetipo de la dama a quien el caballero protege, es quizá la primera vez que Fonseca dice cosas como: “las niñas son mejores que nosotros en todas las materias escolares” o “Las mujeres están consiguiendo puestos de mando y de poder. Eso me parece algo bueno”. Sentencias así revelan el corazón de pollo del tipo duro de las letras brasileñas, que acerca los ojos a los ideales vigentes, pero pierde el buen tino para sugerir en lugar de enunciar tales filias. Se echa de menos la pericia en este aspecto.

Rubem Fonseca, uno de los maestros del cuento, ofrece en esta última entrega un trozo de carne fresca que tiene la sal y la pimienta suficientes: cómase tártara bajo el propio riesgo del lector.

Rubem Fonseca, Carne cruda, Editorial Tusquets, México, 2020.

ROGELIO PINEDA ROJAS (Ciudad de México, 1980), narrador y comunicólogo, ha publicado reseñas y cuentos en varios medios. Es autor de Permite que tus huesos se curen a la luz (2017), novela que obtuvo el Premio Binacional Valladolid.