Al parecer, el primer documental fue Pulque, The National Drink of México (Pulque, la bebida nacional de México, 1918) del que no se sabe mucho. Luego, hacia la mitad de la presidencia de Álvaro Obregón instancias gubernamentales filmaron varias cintas, mudas y en blanco y negro, relacionadas con sus áreas. Para 1922, el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, dependiente de la SEP, bajo el mando de José Vasconcelos, produjo Vistas aéreas de la región arqueológica de Teotihuacán, Fiestas de Chalma y El pulque.
Una gacetilla de noviembre de 1922 informaba que esta última sería “una película de argumento para combatir el pulque. Se fotografiará desde el descubrimiento por la reina Xóchitl, hasta sus efectos, pasando por todas las porquerías que se hacen de él”. En su Índice general del cine mexicano (Conaculta, 2005), Moisés Viñas comentó que quizá la cinta sea producto de una “propaganda cervecera”, lo que no resulta tan desacertado si se piensa que durante el maderismo inició el desprestigio de la bebida porque los hacendados pulqueros fueron aliados del porfiriato.
SERGEI EISENSTEIN
En 1926, en la influyente revista Mexican Folkways (1925-1937), que dirigía la méxico-norteamericana Anita Brenner, el polémico muralista Diego Rivera descubrió los “Mexican paintings / Pinturas de pulquería”, con fotos de Edward Weston. En 1929, Brenner publicó un libro seminal, Idols Behind Altars, que dedica el capítulo ocho a las pulquerías y el nueve al ambiente de las haciendas pulqueras. Hay dos fotos del vanguardista Weston: un enorme maguey y la fachada de la pulquería El Charrito, más una imagen anónima de la llamada Los amores de Cupido. Aparece un tlachiquero del grabador Manuel Manilla y la virgen en un maguey, acreditada a Posada.
A finales de 1930 llega a la capital del país el cineasta soviético Sergei Eisenstein (1898-1948), para filmar ¡Que viva México! Utiliza Idols Behind Altars para entender la cultura mexicana. Entre mayo y agosto del año siguiente filma la parte denominada “Maguey”, sobre un despótico hacendado porfiriano que aún ejerce su derecho de pernada. El rodaje es en Tetlapayac, Hidalgo, de la familia pulquera de Julio D. Saldívar, un enamorado de artistas teatrales. Eisenstein realizó dibujos pornográficos con la parafernalia del pulque y protagonizó bacanales homosexuales aderezadas con el néctar blanco más licor. Una debutante, Isabel Villaseñor, pintora y grabadora, denunció esas fiestas privadas y Katherine Anne Porter las mencionó en el cuento “La hacienda”.
El cineasta no pudo terminar ni editar ¡Que viva México! Muchas fotos fijas de Tetlapayac, así como del rodaje en la capital, Teotihuacán, Mérida y Tehuantepec se publicaron en revistas mexicanas, estadunidenses y europeas. En el número 4 de Experimental Cinema (febrero, 1933) aparecen varios fotogramas del “país de los magueyes”, y en el número siguiente (febrero, 1934) la más emblemática de “Maguey”, con Isabel Villaseñor (en el papel de María), a un lado de Martín Hernández (Sebastián), su novio que ha sido enterrado de pie, en vida. Un enterramiento similar aparece en la cinta La banda del automóvil gris (Ernesto Vollrath, 1919).
POR ÓRDENES DE HITLER
En 1936 arribaron el productor y cineasta alemán Hubert Schonger (1897-1978) y su equipo para filmar varios documentales sobre el maíz, la cultura maya, las salinas de Tehuacán, una hacienda alemana en Amalucan (en realidad un campo de concentración, que después fue trasladado a Perote) y el pulque. Como sucedió con Eisenstein, el gobierno hábilmente desplegó espías para seguir sus movimientos.
En el 2003 salió a la venta Pulquebereitung in Mexiko (La producción pulquera en México, 1936), entre un lote perteneciente al Tercer Reich. El coleccionista y empresario poblano Javier Gómez Marín, quien posee 5 mil libros y 8 mil piezas relacionadas con el pulque (documentos, cerámica, libros, pinturas, revistas, folletos, fotografías y recipientes), lo adquirió por cuarenta dólares.
Ese documental nazi fue filmado en 16 milímetros, con nueve minutos de duración, sin sonido, en blanco y negro. Gómez Marín me comenta que (además de Leni Riefenstahl) Hubert Schonger fue el cineasta de cabecera de Adolf Hitler, que le filmó cintas personales y algunos ajusticiamientos de judíos. Por un cuadernillo que se leía durante las funciones —lo encontró años después— se enteró que la proyectaba el Institut für Film und Bild, in Wissenschaft und Unterricht (Instituto de Filmaciones e Imagen, Ciencia y Enseñanza), etiqueta que es visible en la lata.
El coleccionista identificó que el documental nazi fue filmado en los Llanos de Apan, en el estado de Hidalgo y, sobre todo, en Cholula, Puebla. Actualmente se pueden ver más de tres minutos en YouTube, donde aparecen tlachiqueros sacando y transportando el aguamiel o bebedores del pulque en pencas de maguey, en poses acartonadas que recuerdan las que registró Eisenstein.
MÁS CELULOIDE
En el 2002 Edgar Ortiz, Leao Alberto Castro y Guillermo Olmos filmaron el documental Y este pulque quién lo pidió (Leao Campos Producciones), donde aparecen como clientes los exboxeadores José Mantequilla Nápoles y Rubén El Púas Olivares. El crítico de cine Jorge Carrasco me comenta que la premier fue el 12 de julio de ese año en la pulquería La hija de los Apaches, del célebre Pifas, ubicada en la avenida Cuauhtémoc.
La canción del pulque (Conaculta, 2003) fue el primer documental de Everardo González. Por esta obra recibió el Ariel y obtuvo los premios Mayahuel a la Mejor Fotografía y Edición de largometraje mexicano en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara. González, después celebérrimo por Los ladrones viejos (2007), contrapone la idílica visión de los tlachiqueros de provincia con las sórdidas escenas en la pulquería La Pirata, de la colonia Escandón, en la Ciudad de México. Ambas cintas forman parte de la retrospectiva del documentalista que ha presentado la Cineteca Nacional en este mes de agosto.